—Perdón, ¿te conozco? —pronunció Pepe buscando en los rasgos de Amelia algún recuerdo que lo ligará a ella, no obstante, la adolescente negó moviendo la cabeza con repetidos movimientos de pequeña amplitud.
—No, pero yo a ti sí te conozco —respondió Amelia—. Eres el pianista que dejó como idiotas a los del jurado de la Escuela de Bellas Artes…
—¡No soy! —exclamó tapándole la boca horrorizado.
Amelia tomó con ambas manos la mano de José para así destapar sus labios y decirle sin soltarlo:
—Me llamo Amelia, pero todos me dicen Ame o Ami. Te vi en esa audición, fue fantástica la forma en cómo te burlaste de esos jueces, como diciendo: “Váyanse al carajo, ustedes no me van a decir qué hacer”. Fue muy inspirador. Soy tu fan número uno.
Pepe quitó su mano de las manos de Amelia y, muy ruborizado, balbuceó confundido:
—¿Qué tuvo de inspirador?
—Ahora mismo no estoy pasando por un buen momento. La gente quiere decirme qué hacer, quieren que renuncie a mis sueños en base a lo que opinan. Mirarte ahí de pie, en aquel escenario, me hizo tener esperanza… Ellos dijeron que teóricamente tú habías sido el mejor en los exámenes que hicieron, pero querían verte fracasar durante el examen práctico pues apostaban que tu inteligencia no iba a ser equiparable a tu técnica. Apuesto a que la mayoría de esos jueces rabiaban por verte fracasar en tu audición, querían criticarte como lo hicieron con los demás chicos que se presentaron ese día, pero tú llegaste ahí como diciendo: “Me vale un demonio lo que ustedes piensen de mí, mientras yo crea en mí, no necesito a nadie más”.
Avergonzado, Pepe replicó:
—No tiene sentido lo que dices. Quizá me fui porque fue mucha la presión y me rendí antes de intentarlo.
—¡No es cierto! Pude ver en tus ojos que te fuiste porque tenías algo mejor que hacer como demostrarle a esos estirados que no es cuando ellos quieran, sino cuando tú quieras…
—No, creo que sí me estás confundiendo. ¿Por qué iba a abandonar esa audición? Solo un imbécil rechazaría una beca de la escuela de Bellas Artes…
Pepe se quedó callado.
“Soy tan imbécil —pensó lloriqueando por dentro—. ¿Qué hice?”.
Pero ante el rostro desanimado de Pepe, los ojos de Amelia brillaron más.
—¡Porque no te hace falta la beca! —exclamó—. O al menos no por ahora que todavía tienes que terminar la preparatoria. Supongo que puedes presentar otra vez examen. ¡Qué emoción! Ya quiero verte audicionar en serio porque sé que tú eres la única persona que puede ponerte límites y no unos malditos jueces estirados…
—¡Shh! —Pepe sintió una especie de vértigo—. No sé quién eres, pero no quiero que le digas nada a nadie acerca de quién soy yo y lo que hago, necesito mantenerlo en secreto…
—¡Eres tan genial que no necesitas que la gente te admire! Pero yo te admiro. ¿Puedo escucharte tocar el piano? También me quedé con ganas de verte tocar el tercer movimiento de Moonlight.
Pepe negó con la cabeza y, alejándose, siguió buscando a Mariana quien, debajo de las gradas, escuchó a Sebastián preguntarle:
—¿Quieres regresar conmigo?
—No —respondió ella reprimiendo sus ganas de llorar e irse—. Te quiero, pero he llegado a un punto en donde me he dado cuenta de que querer a una persona solo vale la pena cuando esa persona me quiere tanto como yo la quiero y tú no me has demostrado eso.
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Piña II
Teen FictionEl viaje de crecimiento personal de un grupo de adolescentes que se enfrentan a las ilusiones y desilusiones ocasionadas por su primer amor.