Rebanada 31. Vuelta de hoja.

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Estando frente al micrófono, Sebastián parecía un chico serio. Él y sus amigos tenían tanta presencia en el escenario que todos los contemplaron como si fuesen verdaderas estrellas de rock, no obstante, Mariana solo vio al jovencito dulce que había sido su primer amor. Su corazón seguía latiendo con emoción cuando sus miradas se encontraban, pero también seguía experimentando la misma tristeza y vergüenza que sintió aquella vez en que se arrodilló para que él no la abandonara. Y entonces, al borde de las lágrimas, se preguntó si algún día Sebastián le iba a ser tan indiferente así como ella solía serlo para él.

Mariana se quedó escuchándolo hasta el final, luego, sin poder despegar su vista de él, lo miró tocar mientras Iván cantó la segunda canción, pero una vez que la presentación terminó, ella se fue a comprar sus bebidas a la cafetería, no esperó a reencontrarse con su ex, se fue y compró el té de José mientras pensaba en todo lo que había vivido junto a Sebastián.

Cuando regresó al salón, Mariana se asustó bastante al no ver el piano sobre el escritorio, luego volteó al fondo del aula y miró a Pepe con los audífonos puestos, dormitando en su escritorio.

Ella se paró a su lado, se inclinó y quitándole un audífono, hizo que él abriera sus ojos.

—Te traje té de fresa, ¿está bien? —preguntó a Pepe mientras el celular de este reproducía "Claro de Luna" de Beethoven.

En aquella pregunta, José distinguió la voz entrecortada de Mariana y luego asintió, bebió de su té y dijo:

—Oye... Aunque regreses con Sebastián, ¿podemos seguir siendo amigos? No quiero perderte. Me dolería mucho perderte.

De un momento a otro los ojos de Mariana se llenaron de lágrimas, ella entonces comenzó a llorar diciendo:

—Si no quisiera estar junto a ti, no habría regresado. Te elegí a ti.

Pepe se levantó, abrazó a Mariana y sintiendo que de sus ojos brotaron un par de lágrimas, con amargura pensó en Valeria, preguntándose el por qué ella nunca lo amó de la manera en que él la amaba, de la manera en la que Mariana lo amaba a él.

A partir de ese día, después de clases, a diario José fue al departamento de Mariana para practicar con el piano. Ella se entusiasmó tanto con el sueño de José que incluso habló con el profesor de música de la preparatoria para que, durante los recesos, dejase a Pepe practicar con el piano.

Para convencer al profesor, Mariana le contó sobre lo maravilloso que era su novio con el piano y el problema de ansiedad que José tenía al tocar para otros, aún así, el profesor insistió en escuchar al chico para otorgar el permiso de usar el piano.

Cierta mañana, durante el descanso, ella llevó a José al salón del club de música diciendo:

—Tenemos que pedirle ayuda al profe. Yo no sé nada de música así que no puedo ayudarte mucho.

Ella llevó a Pepe jalando de su mano hasta el salón, una vez allí, mirando que el aula estaba abierta y vacía, Mariana ingresó junto a él para decirle mientras señalaba el gran piano:

—Toca.

José sonrió emocionado y, sentándose en el taburete, comenzó a tocar el primer movimiento de "Claro de luna" mientras que el profesor de música, estando afuera del salón, lo escuchó pegando su oído a la puerta. Si bien, la manera de tocar de José era buena, el profesor distinguió varios detalles por pulir, no obstante, se sintió emocionado al hallar aquel diamante en bruto.

El profesor entró al salón cuando José ya no pudo continuar después de una equivocación, Mariana miró con orgullo la expresión de sorpresa de aquel profesor, mientras que a Pepe se le fue el color del rostro.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora