Rebanada 52. Huir o retener.

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Iniciada la alborada, Carla salió de casa con una pequeña maleta con rueditas. Apenas cerró la puerta, escuchó en la calle la voz de Diego quien la llamó por su nombre.

—¡Iba a pasar por ti! —sonrió cuando él se acercó.

Diego, quien cargaba una maleta en su espalda y sobre sus manos llevaba una caja con todo lo necesario para armar su maqueta del proyecto de ciencias, besó a su novia y luego caminó a su lado rumbo a la preparatoria en donde ya los esperaban los autobuses que los llevarían al esperado viaje de fin de cursos en la playa.

Después de que llegaron al hotel y se registraron en su habitación, Diego, Félix y Pepe se colocaron ansiosos su traje de baño para meterse al mar, entre tanto Carla, Talía y Mariana, al haber quedado con sus respectivos novios para ir a almorzar, fueron a su habitación para elegir su outfit del día de modo que, cuando saciaron su esmero y vanidad, los tres chicos ya se habían divertido un rato en el mar.

Ya que Mariana no quiso ni ver a José, quedó de verse con Sebastián en la puerta del hotel que daba a la avenida. Allí Sebas, apenas la miró, se sonrojó. El bikini strapless en color ladrillo que ella llevaba, combinado con una falda ajustada a su pequeña cintura, pero que se cernía a la perfección a sus caderas más abundantes, lo dejaron boquiabierto. El cuerpo de su novia siempre lo idiotizaba, pero ese día la belleza que irradiaba superó lo que siempre había sentido al verla.

Por otro lado, Mariana suspiró al ver a Sebastián. Su novio vestía unas bermudas color crema combinadas con una camisa de algodón azul marino y unas sandalias del mismo color. Lo que más le atraía de él era su rostro, pero de sus rasgos, lo que más le gustaba era esa sonrisa contagiosa que, al hacerse más amplia, casi cerraba aquellos ojos rasgados.

—Vistes como un coreanito —señaló ella al acercarse a Sebas.

—Claro que no, luzco mejor —sonrió al tomar su mano—. Tú te ves preciosa. Oye, te llevaré a almorzar al restaurante de un hotel cinco estrellas.

—¡¿De verdad?!

Ambos caminaron hasta un hotel de renombre en la playa y allí almorzaron en un elegante mirador.

Luego de almorzar, Carla, Diego y Félix tuvieron que acudir a un auditorio del hotel para practicar su exposición para el concurso de ciencias que se llevaría a cabo al día siguiente, por esta razón, Talía y Pepe se quedaron a descansar sobre unos camastros frente a la piscina del hotel hasta que una compañera se acercó para preguntarles:

—¿No quieren jugar voleibol?

Talía enseguida aceptó, pero Pepe, pensando en su audición, declinó la invitación para evitar lastimar sus manos.

Los alumnos improvisaron una cancha en la arena junto al mar para jugar, pronto el ambiente fue tan bueno que alumnos de otra preparatoria los retaron.

—¡Seb! —exclamó un chico mientras el rubio caminaba junto a Mariana a la orilla del mar—. Rápido, ven a jugar. Acabamos de retar a partido de voleibol a unos bros de otra prepa.

Sebastián volteó a ver a Mariana de manera suplicante, como rogando su permiso sin abrir la boca.

—Anda, ve —sonrió ella—, pero me dedicas tus anotaciones.

—Obviamente —respondió para después besarla e irse corriendo a la cancha.

Mariana caminó detrás de manera tranquila hasta que vio a Talía entre los espectadores que aguardaban a que iniciara la reta entre las dos prepas.

—¡Tali! —exclamó Mariana luego de correr hacia ella para abrazarla, como si no la hubiese visto en mucho tiempo—. Seb me llevó a almorzar a un lugar precioso. Mira, mira las fotos.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora