Rebanada 15. Puedes hacerme sufrir.

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Cierta mañana, mientras los alumnos esperaban su siguiente clase del día, la profesora Valeria llegó y, saludando a todos, comenzó a lidiar con las felicitaciones de algunos de los jóvenes debidas a su nueva relación. Valeria agradeció y de manera amable, prontamente cortó el tema y comenzó su clase.

Aunque Pepe miró desde su lugar a la profesora Valeria dando clase, el pobre no entendió palabra alguna debido a la tristeza que le produjo enterarse, aquella mañana y a través del instagram del profesor Leandro, que Valeria había comenzado a salir con aquel profesor de Física de forma oficial.

—¡Bien, alumnos! —dijo Valeria cuando la clase finalizó—. Gracias por su atención, si no hay dudas, nos vemos mañana.

La clase se relajó una vez que la profesora salió dejando a la mayoría de los hombres del salón suspirando por ella y a las chicas divididas entre las que la llamaban “zorra” y las que la admiraban. Pepe suspiró desde su lugar, no quiso unirse a la algarabía de sus compañeros por lo que muy deprimido cerró sus ojos y puso su rostro sobre su pupitre.

—¿Estás bien? —preguntó Diego el cual se encontraba sentado en el lugar de enfrente.

Pepe se sonrojó, definitivamente no quería que nadie se enterase de su ridículo primer amor y Diego era demasiado observador como para no hacerlo.

—Pepe… ¿Era en serio eso de que te gustaba la profe Valeria? —preguntó en secreto Diego mirando con una sonrisa a su amigo—. Creí que solo era broma.

Aunque dolía, Pepe rió y siguió el juego diciendo con sarcasmo:

—Hoy le iba a pedir que se casara conmigo. Creo que voy a llorar.

Félix se acercó a Pepe y siguiendo el juego, lo abrazó diciendo:

—Yo también voy a llorar. Pero pensemos positivo, yo no iba a abandonar a Talía ni aunque la profe Vale me lo pidiera y a ti, Pepe, la profe no te lo iba a pedir jamás.

Diego rió y le hizo burla al pelirrojo diciendo:

—No creo que la profe Valeria tenga el mismo fetiche por duendes que Talía. ¡Qué asco!

En broma, Félix quiso golpear a Diego, pero se detuvo cuando Pepe preguntó con toda la seriedad del mundo:

—¿Y a mí por qué no me iba a hacer caso?

Félix respondió:

—Mujeres como ellas no andan con mocosos inexpertos como tú. Como diría acá el chilango de Diego, te hace falta más barrio, hijo.

Aprovechando que Diego y Félix continuaron jugando a tirarse golpes, Pepe se levantó de su lugar y salió del salón para calmarse pues no estaba de humor para seguir bromeando, su corazón dolía como nunca y lo único que necesitaba era estar solo.

Iba Pepe caminando hacia ninguna parte cuando entonces miró que la oficina de Valeria estaba abierta. Pepe tomó aire, caminó hacia allí y, entrando, miró a Valeria sentada detrás de su escritorio revisando algunos documentos.

Valeria, al percibir a un visitante, levantó la vista y sonrió diciendo con toda naturalidad:

—Hola, José, ¿qué pasa? ¿Alguna duda con la clase?

Pepe entró, cerró la puerta de la oficina con seguro y se sentó frente a Valeria con la mirada clavada en el suelo. El corazón de ambos se aceleró, pero ella fingió tranquilidad.

—No —respondió al fin él—. Quería que me recomendaras algún artículo para leer.

—¡Oh, claro! Tengo uno por aquí. Eres un gran alumno…

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora