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Lᴀ ᴅᴇᴠᴀsᴛᴀᴅᴏʀᴀ ɢʀᴀɴ Rᴇᴠᴇʟᴀᴄɪᴏɴ.
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Una noche tormentosa, el cielo retumbaba con furia lanzando sus deslumbrantes relámpagos en la tierra en zonas alejadas al sitio en el que reside.

Extraños y fuertes dolores se hacen presentes en su zona abdominal, se retuerce de dolor en aquella fría superficie donde dormita en una sucia sábana llena de fluidos que prefiere ni recordar, mismos que cubren su cuerpo quien sabe desde hace cuantos días.

Su respiración se acelera, sus gritos de dolor se intensifican llamando la atención de aquel que permanece del otro lado de la puerta, sosteniendo aquella daga con la que hace muy poco fue amenazado de muerte. La boca de una arma de fuego yace sobre su nuca y el portador de la misma asiente para que de el siguiente paso.

Al abrir aquella puerta observo a su víctima sufriendo de dolor y retorciéndose, tomando una posición que facilitaría la llegada de un nuevo ser...el fruto de la vejación y de años de suplicio marcados de tortura y sufrimiento. Dejo caer aquella daga al suelo y corrió a auxiliarlo, acto que enfado en demasía al Ente.

Se arrodillo frente a el, sumido en el nerviosismo y más aun con los alaridos de dolor de su acompañante buscaba la forma de ayudarlo. Su débil cuerpo mal nutrido le jugaría en contra y era muy susceptible a que muriera durante el proceso o luego del mismo, lo que más le preocupaba era que aquel niño/niña naciera muerto.

Así es, él estaba en un estado gestante desde hace nueve meses atrás.

—Respira, tu puedes, debes hacerlo.—exigió desesperado mientras lo asistía en su labor.—¡Vamos, tu puedes!

Más gritos se hacen presentes en aquella celda, más que desesperan a aquel que se le había designado la tarea de aniquilar al israelí. La tormenta se intensifica cada vez más, haciendo los gritos del bicolor casi inaudibles pero que se manifiestan en sus gestos y movimientos desesperados. Son largas las horas empleadas en ayudarlo a sobrevivir y traer consigo a alguien inocente que pagaría con su vida para que otro ansié la muerte con desesperación.

Sus ojos parecen apagarse conforme da su último aliento y alarido, un ultimo intento ejercido por aquella demacrada entidad pone en sus temblorosas manos ensangrentadas una diminuta presencia singular, una que llora con desesperación. La emoción se apodera de su ser al sentir  su frágil cuerpo en sus manos, todo antes de ser atravesado por aquella daga que con anterioridad había dejado caer detrás suyo.

—Patético.—escupió el ente, dejando aquel objeto en su espalda y arrebatándole a aquella criatura que con esfuerzo y perseverancia se encargo de traer al mundo.

El Ente tomo su lugar, actuando preocupado y conmovido se acerco al débil bicolor quien hacia el mayor esfuerzo para respirar y seguir con vida.

—Miralo, tenlo.—se acerco ofreciéndole aquella criatura que lloraba desesperada.

El bicolor lo miro un momento antes de romper en un amargo llanto, su mirada vacía observaba con cierto repudio y coraje a aquello que trajo al mundo y que por poco lo manda al otro.

—¡Alejalo, no lo quiero ver!.—grito asustado y enfadado, derramando más lágrimas e insistiendo reiteradamente en su petición.

El ente sonrió y retrocedió con la criatura en brazos, se acerco al cuerpo herido del traidor y retiro de un tiro la daga, tomo su pálido rostro y lo impregnó con su sangre para posteriormente lanzarlo frente a aquel débil ser que hace el mayor esfuerzo por seguir aun en este mundo, tomo a la criatura de los tobillos y antes de cometer el más hórrido de los actos llamo la atención del bicolor con su particular voz, un importante mensaje debía ser lanzado antes de sentenciar a muerte a aquella "cosa" que sostiene y a aquel que lo observa.

—¡Hey!.—llamó al bicolor quien con dificultad lograba observarlo en la penumbra.—¿Lo ves?.—cuestiono tomando al pequeño de los tobillos y mostrándolo bajo los tenues rayos lunares que apenas llegaban a la celda.—¡Rogarás con desesperación reunirte con él!.

Acto seguido el brillo de la daga se hizo presente, la criatura lloraba incesantemente estando de cabeza mientras él observaba con impotencia el final de aquello que nunca deseo que existiera, no tenia las fuerzas suficientes para interponerse, no quería hacerlo porque lo odiaba y detestaba desde el instante en que lo vio...no lo amaba, era la representación de todo lo malo que le había pasado, la viva imagen de aquellos que se atrevieron a torturarlo y humillarlo de vergonzosas maneras.

No obstante el deslumbrante destello de los relámpagos mostró una singular peculiaridad en el rostro ajeno, en aquel rostro herido y desesperado que yace frente suyo, sabe quien es...no hay duda alguna. Solo que ahora se dispone a observar como aquella "cosa" sera exterminada y posteriormente llegara su turno.

Aquel individuo que fue traicionado mira con recelo y pánico a aquel demonio que no posee ni una pizca de misericordia, saca fuerzas de donde no las hay y consigue ponerse de pie para evitar dicha atrocidad.

—¡NO!.—vocifero furioso, se interpuso entre la daga y el niño sufriendo otra herida antes de cometer una locura.

Se levanto y abalanzó sobre la presencia del Ente, arrebatándole al niño de sus manos y huyendo con el en plena tormenta, no fue fácil puesto que esta herido y aquel Ente le pisa los talones pero para suerte suya tenia un importante propósito descansando en la celda de la cual salio huyendo.

No podía dará el lujo de regresar, no cuando aquella criatura termina como los pescados en un puesto de venta. Corrió con todas sus fuerzas, quitándose la mayor parte de sus vestimentas para cubrir el frágil cuerpo de aquella inocente criatura, la envolvió con delicadeza procurando que el frío y la lluvia no mojaran su diminuto cuerpecito.

Por otra parte, el Ente tenia en sus manos al bicolor,  golpeó y maltrato su rostro de tal forma que apenas el bicolor podía ver. Un par de cortes profundos en su espalda antes de tomar una insólita decisión precipitada.

—¡Muevete!.—ordeno demandante al bicolor que apenas podía mantenerse en pie.

Con un arma de fuego sobre su nuca camino descalzo bajo la lluvia, sus piernas flaqueaban y tendían a hacerle caer cosa que enfadaba al contrario quien le propinaba fuertes golpes para movilizarlo. Cada paso era una agonía, su cuerpo ya no daba para más y su vista poco a poco se hacia borrosa al igual que el sonido se hacia más difuso.

Entre empujones y gritos llego a un acantilado, la brisa mezclada con sus harapos mojados provocaban que cada esfuerzo por respirar fuera casi imposible por los espasmos musculares, su cuerpo temblaba con intensidad conforme sus débiles piernas retrocedían al borde del acantilado sin tener salida alguna de un fatídico final, temblando, asustado y desorientado.

—¡Llego tu hora maldita escoria!.—exclamo apuntando el arma justo en medio de su frente, observando el sufrimiento, dolor y resignación en la mirada de su víctima.

Quito el seguro y cuando aquel cerro sus ojos aceptando su final cambio de objetivo inicial y termino pero herirlo en tres ocasiones en el cuerpo, las dos primeras balas atravesaron sus brazos mientras que la última fue a parar a su pierna izquierda. Dio un paso atrás y cayo del acantilado al vacío que separa la tierra del mar, tan solo vio su cuerpo desaparecer en las furiosas olas del mar, dando por sentado su muerte y por cumplido su mayor propósito.

—¡Al fin hice justicia!.—alardeo victorioso marchándose del lugar con orgullo pero no sin antes solucionar un pequeño inconveniente surgido a último momento.

Una solución drástica y cruel contra un pequeño inocente que no merecía semejante rechazo.

El castigo ya había sido dado, estaba marcado...no hay marcha atrás.

No hay oportunidad para el arrepentimiento.

°•¤Ħɑвıвı¤•°  (Egipto X Israel) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora