Todo lo que había oído por parte de papá me parecía interesante y entretenido. Pero, ¿cómo me serviría lo que me contaba, para tomar una decisión? No sabía cómo generar mis dudas correctamente, no sabía expresarme, porque no conocía nada sobre el tema de la realeza. Tal vez podría usar sus historias como metáforas:Metáfora 1: Papá podría representarme y yo podría imaginarme siendo él en su década.
Metáfora 2: Todo lo que requirió la construcción de su dinastía, son los pasos y temas que debo saber ahora para reflexionar y tomar una decisión.
Metáfora 3: Por ende, la corona como objeto, sería entonces la base de ideas por la que debería empezar a tomar una decisión. Y la base serían las anécdotas que papá me cuenta, para seguir formulando más metáforas y aplicarlas en el tema de la realeza.
«Eres un genio, David. Aprendes rápido».
Entonces tenía que seguir escuchando su historia para despejar mi mente de aquella tormenta de dudas que cegaban el paso a mi decisión. Mamá tuvo que salir a una reunión urgente del trabajo, se disculpó y luego salió de casa. Papá y yo continuamos con la conversación.
—¿Qué pasó cuando te levantaste? —indagué.
—Cuando me levanté, pasó algo más extraño que el eclipse.
—Nada es más extraño que esta historia —murmuré para mí mismo. Sin embargo, papá me escuchó.
—Bueno, si no quieres saber, entonces no te lo diré.
—¡No! Perdón, sigue —alegué.
—Bien, entonces pon atención —afirmé con la cabeza.
—Cuando di un paso —continuó—, vi una gema de color naranja y lila frente a mí. Brillaba con el resplandor de la luna. Y después noté que algo también brillaba unos centímetros a la izquierda: una gema casi idéntica que también destellaba. Luego noté que había muchas de esas preciosas gemas alrededor del árbol donde yo estaba recostado. Cada una era diferente y brillaban a su manera, sin embargo, todas formaban un hermoso paisaje en el césped. En ese momento, no supe qué había pasado, porque cuando yo había llegado al árbol, nunca noté que hubiese gemas alrededor. Como era de instinto, me dije: «debo tomar una». Pero no sabía cuál tomar, y decidí contar cuántas había. Eran 11 gemas resplandecientes.
—¿Y luego?
—Luego de eso, recordé algo: el eclipse lunar. Antes de que ocurriera todo eso, yo no creía en la magia o en los misterios, pero aprendí que ya no era una fantasía. Era de verdad. El eclipse mágicamente produjo aquellas gemas. Me puse a pensar bastante y descubrí que eran piedras lunares, caídas directamente de la luna, literalmente. O eso supuse. Pero cayeron justo en el jardín, justo alrededor de mí y del árbol. Así comencé a creer en la magia.
—¿En serio pudo ser magia? ¿Lo supones? —pregunté con emoción.
—Sí, lo creo. ¿Y sabes por qué?
Negué con la cabeza.
—Me dije nuevamente: «debo tomarlas todas, las pondré en mi futura corona». Así que me agaché para recoger la primera, pero al momento de tocar esa piedra, todo pasó muy rápido: todo lo que había pasado desde que compartí la noticia de que sería rey, hasta ese momento, se repitió como una película en mi mente. Sentí un choque eléctrico y solo pude suponer rápidamente que las piedras lunares tenían bastante energía al momento de ser expulsadas por la luna. Ese choque eléctrico provocó que soltara la piedra y cayera al césped. De la nada, comenzó a llover muy fuerte. Era una tormenta acompañada de rayos y pequeños remolinos. Luego, los remolinos se acabaron, pero comenzó un fuerte viento. Era tan fuerte que provocó que aquel árbol, de cinco años, fuerte y saludable, se cayera. Se destrozó desde el tronco hasta la más pequeña rama. Cayó al costado de nuestra casa, donde estaba la sala y una pequeña biblioteca. Y lo peor fue que una de las ramas cayó encima de mí mientras trataba de escapar.
—¿Y qué te pasó? ¿Qué hiciste después de eso? —pregunté rápidamente.
—Lo poco que recuerdo es que por el inmenso ruido que hizo el árbol al caer, mis padres salieron al jardín para ver qué ocurría. Recuerdo verlos correr hacia mí, totalmente mojados por aquella fuerte lluvia, y creí que iba a morir. Unos segundos después, me desmayé. Me desperté al día siguiente, recostado sobre mi cama. Lo primero que sentí fue un poco de esa energía de la primera vez que toqué una piedra lunar. Me dolía casi todo el cuerpo, excepto los brazos y el rostro. Llamé a mi madre e inmediatamente ella apareció en mi habitación y se alegró al verme despierto. Le pregunté sobre lo que había pasado. Lo único que ella me dijo fue que quitaron la rama que estaba encima de mí y entre ellos dos me cargaron hasta mi habitación.
—¿Y qué pasó con las piedras lunares? ¿Dónde estaban?
—Recuerdo que unas horas después, pude levantarme de la cama y me llevé otra sorpresa: las piedras lunares estaban en una mesa cerca de mi cama, formaban un círculo y aún tenían bastante energía; la podía sentir. Fui con mamá y le pregunté si ellos habían recogido esas gemas que estaban alrededor del árbol y las llevaron a mi habitación, pero dijo que ni siquiera cuando salieron al jardín las notaron. Mis padres estaban tan confundidos. Pero yo no. Yo sabía que era cuestión de magia o algo así.
—Eso es muy raro. ¿Qué pasó después? ¿Qué hicieron?
—Lo que pasó es que nadie me creía sobre todo lo que les contaba. Pero eso no me importó. Lo único en lo que me consideraron mis padres y también la ciudad, fue en la evidente caída del gran árbol. Todas y todos quedaron sorprendidos por lo que había pasado. Una parte de nuestra casa estaba destruida; era el lado derecho. Y aprovechando esa destrucción, a mi padre se le ocurrió la fantástica idea de construir un castillo de tamaño mediano en nuestra misma casa. Eso porque yo no tenía un castillo, porque nunca supe que llegaría a ser rey. La ciudad nos apoyó mucho. Todos querían tenerme a mí como rey y por eso nos apoyaron en construir el castillo. Y quedó hermoso. Extraordinariamente, la construcción duró doce días. Fue tan rápida, porque la ciudad entera llegó para ayudar voluntariamente en la construcción. Todo fue exitoso. Mi castillo estuvo listo el día de Navidad del año 2012.
—Al parecer todo fue bonito luego del accidente. Pero, ¿qué hiciste con las piedras lunares? ¿Y la corona? —le pregunté a papá con ansias de saber más.
—En la tarde del día en que ocurrió el accidente, me cuestionaba por qué me pasó eso a mí. Regresé a mi habitación y noté que las piedras lunares aún estaban ahí. Las tomé porque ya no tenían energía y pude sentir un profundo escalofrío. Las llevé a donde fabricábamos mi corona y tuve una magnífica idea para embellecerla...
Papá no terminaba de hablar sobre la corona, cuando recibió una llamada. Dijo que tenía una reunión de emergencia y que luego retomaríamos el tema. Aunque deduje que, por su inmensa ocupación, no volvería a hablarme del tema. Siempre es así, se les olvida todo por estar atareados. O quizá es que le restan importancia a los temas que me involucran.
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El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]
FantasyTodo inició en algún lugar del mundo, con una 'gota' de energía mágica. David está indeciso e inconforme con el hecho de ser el nuevo rey, por tanto, sus decisiones transformarán permanentemente la vida de todos. ¿Aceptará ser el rey? ¿Logrará reve...