Capítulo XLI: La nieve cae, así como mi alegría

5 2 0
                                    


21/12/2022

Querido Diario:

Lo sabía.

No fue Chipi quien se comió los panqueques de chocolate que mamá preparó la semana pasada. Fue Horus.

Bien, eso fue un problema muy insignificante para mí. Sin embargo, él confesó eso luego de disculparnos por la pelea de ayer. Si te soy muy sincero, me duele actuar así con él.

Pero también me duele que él haga lo mismo conmigo.

Yo soy la peor persona del mundo, por ocultar y mentirle a él y al reino a cerca de la magia. Pero no me agrada la idea de que él actúe igual. No me gusta, porque es como un reflejo de mí mismo. Me doy cuenta de lo malo que es ocultar cosas, y lo entiendo perfectamente, porque... Sé que él también me está ocultando cosas.

Y no, no fue lo de los panqueques. Claro, entiendo que él me había dicho que está ocultándome algo... No lo recuerdo bien. Pero lo presiento, porque actúa de la misma forma que yo cuando intenta disimular la mentira. Por eso digo que me reflejo en él, y no me gusta. Él no tiene por qué ser como yo. En fin, lo bonito de esto fue que nos reconciliamos, otra vez.

Hoy, en cambio, me sentí fatal. Física y mentalmente.

Cuando desperté, casi a medio día, sentí un gran agobio. Además de dolor en las rodillas, las manos, el cuello, la espalda, la cabeza... Y la lista sigue. Por otro lado, estaba el agobio. Me hacía sentir mal respecto a algo, con un malestar en el pecho. Y sobre todo en la cabeza. Era como si algo se hubiera metido dentro de mi mente, y estaba zumbando y alumbrándome, lo cual era muy incómodo. A pesar de que eso ya era demasiado para mí, también me costaba respirar. Como una vez dije, antes tenía algunos problemas por no alimentarme bien, pero ahora que lo hago, estos problemas son raros. Probablemente, el dolor físico se debe a los entrenamientos y golpes que recibí en los mismos, pero los malestares en la cabeza... Considero que no son consecuencia de los entrenamientos. Tuve que disculparme con Cristel por no haber llegado al último día de entrenamientos. En la noche tuve que teletransportarme al campo de siempre, ahí pude hablar con Cristel con más libertad.

En fin, retomando el tema de mis malestares, ¿qué hice al respecto? Absolutamente nada. Tuve que fingir una alegría horrible ante todos. Y lo bueno es que siempre funciona; una sonrisa, saludos, ser solidario... Fingir se me da muy bien. Todo iba bien, hasta que todo se descontroló a penas en el desayuno.

Me estoy dando cuenta de que no eres responsable con tus deberes —dijo papá. En el comedor únicamente estaba él, mamá y yo.

Al instante supe que si no daba explicaciones, todo se convertiría en un pleito. Entonces tragué el último pedazo de sandía y hablé:

Esta última semana estuve entrenando con... Con Ligrac. ¿Lo recuerdan? Es el espectro del volcán, ya les había comentado sobre él.

¿Entrenar? —indagó mamá.

Entrenar mi magia —afirmé—, fueron ustedes quienes me sugirieron eso.

Sea como sea, no por cualquier cosa debes abandonar tus deberes como si no los tuvieras. ¿Quién piensas que estuvo administrando y ocupando tu lugar mientras no estabas? Mejor dicho, ¿quiénes?

¿El resto de la Dinastía?

¡Pues sí! —exclamó papá, lanzando una sonrisa medio sarcástica y obvia.

Pero yo lo hacía por las mañanas —repliqué—, y aún lo sigo haciendo.

Los horarios siguen siendo los mismos, David —habló mamá con más calma—. Tu padre ya te había dicho que aunque no estés estudiando, seguirías cumpliendo con los horarios establecidos.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora