Capítulo XIX: Un libro

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05/10/2022

Ayer, cuando terminé de escribir en mi diario, sentí el impulso de ir nuevamente al castillo. Se está volviendo una costumbre que me guste mucho ese lugar. Mamá y papá aceptaron que pasara mi primera noche en el castillo. Sin duda, ¡muy emocionante!

El castillo se veía mucho más brillante de lo normal, con todas las lámparas iluminando a cada metro. Una de las mejores lámparas es la de la recepción: la base está hecha de obsidiana, y hay cristales alrededor de cada foco, creando una especie de bola disco, pero con el color amarillo únicamente. Pero mi parte favorita fue el jardín. En cada árbol puedes encontrar una fila de foquitos amarillos que adornan sus troncos, y en cada rama hay pequeños faroles, mismos que están en algunos mástiles de la entrada. También había unas lámparas en la fuente, haciendo que el agua lance destellos durante su caída. Desde el jardín, el castillo se ve como una ciudad iluminada, vista desde un mirador.

La cama era la más relajante que puede existir. Incluso no quise dormir, para quedarme a admirar las estrellas, oyendo música desde el jardín. Pero la suavidad de las colchas me ganó y dormí como nunca antes.

Ahora había despertado, salí de mi habitación y lo primero que recibí fue el fresco aroma a romero, albahaca y menta de las macetas cercanas. Ese pequeño detalle de la vida me alegró el día.

Bajaba por las gradas cuando encontré a Samantha, una de las encargadas de la limpieza del castillo. Misma que fue mi niñera, y ahora trabaja con nosotros otra vez, por su buena conducta.

Buenos días, Alteza —dijo mientras hacía una reverencia.

Por favor, solo dime David, y no es necesario que te inclines ante mí —le dije, sonriendo—. Trátame como a una persona normal, no hay necesidad de una jerarquía.

Como usted diga —contestó amablemente—, no lo volveré a hacer. Con su permiso, iré a limpiar las alcobas.

Agradezco tu trabajo, pero tampoco es necesario que limpies todos los días. Sé cómo es ese trabajo: es cansado. Puedes limpiar una vez cada dos días. Y no te preocupes, te pagaremos lo mismo —no soportaba la idea de "esclavitud" en los trabajadores. Incluso no era necesario que alguien hiciera la limpieza, la podría hacer yo mismo, pero comprendí que Samantha trabaja por entusiasmo.

Gracias, en serio, gracias —agradeció y me tomó por sorpresa su abrazo. Luego nos separamos y ella me regaló una sonrisa—. Sé que serás una gran persona, lo sé. Tienes una gran empatía por los demás, lo cual te hace un humano único. Gracias.

Le devolví las gracias con una sonrisa. Nunca me vi de la manera en la que me describió, cosa que me hizo sentir especial, pero distinto. Algo raro en mí.

La mayoría de trabajadores del castillo son personas que se han ganado la confianza de mamá y papá.

Al llegar a la casa familiar vi a Chipi y a Lucy. Encontré también a mamá, que salía de casa para ir al trabajo.

Hay panqueques en el horno y tu tazón de frutas está en la nevera —dijo un poco apurada, mientras encendía el carro.

¡Gracias mamá! Que tengas un lindo día.

Entré a la casa y luego a mi habitación para empacar algunas cosas que quería llevarme al castillo.

Tomé una caja de cartón y comencé a guardar algunos libros de mi estante. Abrí la ventana al lado de mi cama, para que entrara aire fresco. Para mi sorpresa, una ráfaga de viento entró por la ventana alborotando mi cabello, y también provocando que cayera un cuadro con una foto de mi familia. Me agaché para recoger el cuadro y dejarla en mi mesita de noche, pero cuando me levanté me sorprendió ver algo distinto.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora