Capítulo XXIII: Mi derecho

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06/10/2022

Ayer por la tarde, luego de llegar a casa, Lucy me recibió muy feliz y comenzó a lamerme la cara. Como buena mascota, esperó en casa hasta que regresáramos. Y lloré mientras la abrazaba, lloré por haberle mentido a Karla y a papá sobre la voz, por la forma en la que hablé por teléfono con mamá y por haberme olvidado de mis mascotas.

Los padres de Karla estaban un poco molestos porque ella había estado conmigo todo el día. Sin embargo, no podían comunicarse con ella, porque la señal de telefonía regresó hoy por la mañana.

Karla tuvo que irse a su casa, para que sus padres estuvieran tranquilos.

Luego de desayunar una mandarina y un vaso de agua, comencé a hacer un poco de limpieza. Únicamente debía limpiar el desastre del terremoto. Encendí el televisor, con esperanzas de escuchar buenas noticias, pero fue lo contrario. Justo en el canal que había sintonizado, un noticiero reportaba:

-El costo en daños ha superado la cifra de un millón de dólares. Por su parte, el presidente se ha mencionado con este discurso: "Hasta el momento, no hay presencia del nuevo rey. Claro, es un simple chico, seguramente está en su casa jugando a ser un líder. Pero el único líder que han conocido hasta el momento soy yo, Albert, su presidente. Recientemente, habilitamos tres hospitales temporales, y desde ayer por la tarde repartimos suministros a las familias que decidieron no abandonar sus hogares. Varias entidades públicas y privadas nos han ayudado, de alguna manera, para combatir el miedo de la población y reparar los graves daños en infraestructuras. Al mismo tiempo, en varios distritos del país, las calles están repletas de personas que exigen que el rey muestre la cara ante esta situación. Incluso, de mi parte, exijo que el rey abandone su puesto y elimine la dinastía, que hasta el momento no ha ayudado en nada. ¿Confiaban en su rey? No lo hagan, confíen en mí. Seguramente él es un simple chico patéti..."

Apagué el televisor. No quise escuchar más. Fue como la cereza del pastel. Me recosté y las lágrimas no tardaron en recorrer mi rostro.

Soy débil, lo sé.

Pero en parte, esas personas exigiendo explicaciones, tienen razón. No puedo quedarme a llorar mis desgracias en el suelo. ¿De qué manera podría ayudar? El presidente jamás mencionó algo sobre el dinero para reparar los daños. Claro, él y sus funcionarios se roban gran parte, y fingen ser amigables.

Entre mis desgracias, se me ocurrió una idea. Recordé la vez en que Erick me dijo que yo, siendo el rey, tengo mucho más poder legal en temas de política. Y estoy seguro de que mi plan funcionará.

Salí de casa, tomé mi bicicleta y me dirigí hacia el edificio de telecomunicaciones, que por suerte no se derrumbó.

Al llegar ahí, había un gran cartel diciendo que solamente los periodistas podían acceder en ese momento. Ignoré eso y me colé al edificio a través de una ventana rota. Subí por el elevador hasta el piso donde grababan ese programa de noticias que todos miran. Por suerte no era la hora del programa, así que no había empleados. Encendí todos los aparatos necesarios para transmitir. ¿Te cuento algo? Mientras venía en bicicleta hacia acá, pude crear una cuenta en Instagram. Una cuenta para mí, para el rey, específicamente. "horusdezanitt", ese fue el usuario que elegí, cosa que no importaba mucho por ahora; solo se me ocurrió gracias a mi seudónimo y al nombre del país.

Inicié una transmisión en vivo, obviamente nadie se había unido, porque no tenía ni un seguidor en la nueva cuenta. Coloqué mi teléfono en una base y enfoqué solamente mis labios, con tal de aún no mostrar mi rostro. Tomé una cámara y la posicioné a un lado de mi rostro, enfocando a la pantalla del teléfono. Luego presioné el botón de "grabar" en la cámara y automáticamente esa transmisión apareció en todos los canales televisivos del país, en emisoras de radios y, por supuesto, las personas se dirigirían a Instagram para verlo.

Supe que no tenía mucho tiempo, porque en cuanto los empleados se darían cuenta de que alguien se filtró al estudio de grabación, vendrían y me encontrarían. Entonces, dije lo que tuve que decir para defenderme:

"Buenos días a la gran ciudad. Buenos días al querido reino. Estoy transmitiendo en vivo a través de una cuenta que creé solo para esto. Soy... Horus, el nuevo rey. Pronto les explicaré el porqué de ocultar todo mi rostro, porque ahora tengo algo más importante por decirles: Ayer, una gran catástrofe invadió nuestra armoniosa ciudad y el país entero. Estoy consciente de que ahora hay miles de familias sin hogar, sin alimento, sin nada. Estoy consciente de que, como un líder, debo hacer algo. Y sí, soy un simple adolescente. ¿Jugando a ser líder? Eso nunca. Hace rato vi cómo en los demás distritos exigían una aparición de parte mía, al igual que algunas críticas y burlas hacia mi persona. Déjenme decirles que no toleraré que me traten de esta forma, porque al igual que el presidente, tengo la misma capacidad de ayudar. Al igual que todos. Porque la ayuda no depende del presidente, ni de mí, ni de ninguna entidad. La ayuda y solidaridad dependen de cada uno, por eso conformamos la ciudad: para estar unidos en todo. Es un grave error pedir la eliminación de la dinastía, porque somos nosotros los que tenemos el poder y el derecho de eliminar al gobierno. Ese no es el tema, pero habiendo problemas con el mismo, pido públicamente una disculpa por no haber hecho algo al momento. Pero más vale tarde que nunca, así que le pido a Albert, ya que yo no quiero llamarle "presidente", a que se reúna hoy conmigo de manera privada en el Centro Político de la ciudad. Confíen en mí; destituiré al presidente. Y todos los fondos económicos que sé que jamás entregó, pasarán directamente a mi nombre. Todo ese dinero lo usaremos para reconstruir la ciudad, intentar salvar a los heridos y retomar nuestra vida normal en la ciudad armoniosa que merecemos. Pero vuelvo a decir: la solidaridad no depende de mí, sino de todos. Por eso, pido también a la población en general a que nos ayudemos mutuamente, comenzando por no criticar a un simple adolescente. Porque yo no les veo como súbditos, sino como vecinos, amigos y familia. Ustedes son la razón de haberme convertido en rey. Para hacerles saber que siempre estaré con ustedes, en las buenas y en las malas. Abajo el gobierno, arriba la dinastía. Gracias, y pronto verán una ciudad mejorada. Cuídense, les aprecio bastante".

Apagué y desconecté la cámara. Terminé la transmisión en Instagram y guardé mi teléfono en mi bolsillo. Todo el tiempo me aseguré de usar guantes, para no dejar mis huellas. Supe que los empleados ya venían para acá cuando escuché muchas voces desde abajo. Tomé el elevador que claramente decía "Higienizadores solamente", y presioné el botón del primer nivel. Al llegar hasta abajo, supe que los dejé a todos arriba. Sin embargo, y como era de esperar, cientos de personas se habían reunido alrededor el edificio. Pero yo salí por detrás, donde había dejado mi bicicleta. Gracias al cielo que utilicé mi cabeza para pensar. Por ahí no había nadie, entonces pedaleé rápido para evitar que comenzaran a llegar más personas. Llegué a casa y luego me dirigí al castillo.

Me sorprendió ver que el castillo no sufrió ningún daño. Sin embargo, no tenía tiempo que perder, entonces subí a mi habitación y me cambié: me puse la ropa del rey (mi ropa, claro), luego el manto para cubrirme el rostro y luego la corona. La capa fue la única prenda que no usé, por su gran peso. Salí y tomé nuevamente la bici.

Me costó pedalear, pero pude llegar hasta el Centro Político, donde se reunía el presidente con sus empleados. Como era de esperarlo, miles de personas "me esperaban" ahí, luego de haberlo anunciado. Me sorprendió ver que muchos guardias de seguridad abrían paso entre la multitud para que yo pasara. Uno de esos guardias se aseguró de resguardar mi bicicleta. Apresuré el paso y entré al Centro, dejando a todas las personas atrás, que me fotografiaban.

Gracias a las indicaciones, encontré la sala de reuniones presidenciales. Entré dando un portazo y encontré a Albert y a doce de sus empleados. Unos saltaron del susto, otros realizaron una reverencia. En cambio, el presidente, se me quedó viendo con una mirada fría y asesina.

No supe de dónde saqué todo el valor para hacer todo esto. Mantuve firme mi postura y me acerqué a él.

-Qué tal, Albert. Soy Horus, el rey -articulé con una voz firme y segura-. Como habrás escuchado en mi transmisión, tengo mucho más poder legal, como para eliminarte del puesto que posees, eliminar tu congreso de empleados y eliminar para siempre este tipo de gobierno que no promueve la democracia. Así es, sin más que puedan decir, pueden abandonar este edificio. Porque odio que hablen mal de mí, y odio que le mientas a la ciudad, robándose el dinero que le pertenece al país. Repito: ¡PORQUE NO PERMITIRÉ QUE HABLEN MAL DE MÍ! ¡NO PERMITIRÉ QUE LE SIGAN HACIENDO DAÑO A MI CIUDAD Y A MI REINO! Desde este momento, están despedidos. Sí, puedo hacerlo, porque está en mi derecho.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora