Capítulo XXXVIII: ¿Me perdonas?

4 2 0
                                    


02/12/2022

Querido Diario:

No te preocupes, no me fracturé. Ya sabes que a veces soy muy exagerado.

La caída de ayer sí fue muy dolorosa, obviamente, pero no me pasó nada grave. Únicamente tuve un dolor insoportable en la mano izquierda y en la rodilla que golpeó al piso. Regresé a casa de inmediato, con ese dolor no tenía ganas de seguir intentándolo.

Y con ese intento de entrenamiento (porque no fue un entrenamiento oficial), concluí que el dolor no será solo físico, sino también emocional. Porque me conozco: en situaciones que requieren mucho esfuerzo, suelo frustrarme y sentirme mal conmigo, por no poder hacer eso que intento.

Mamá me masajeó la mano y me untó una pomada natural. Gracias a ella y los regaños de papá y mis amigos, el dolor disminuyó bastante. Hoy únicamente sentí un pequeño malestar, pero nada grave.

Algo que casi se salía de control ayer, fue cuando Horus quiso saber por qué me había golpeado y en dónde habíamos estado. Resulta que él llegó temprano de la cita con el neurólogo y se extrañó de que nosotros no estuviéramos en el castillo. Porque eso ya se había vuelto una costumbre: todas las mañanas o tardes, nos reuníamos en la inmensidad del castillo para jugar, hablar, comer o simplemente no hacer nada.

-¿Dónde estaban? ¿Y por qué te ves muy cansado, David? -preguntó Horus.

-Estábamos en nuestro parque -mentí rápido. Odiaba hacerlo, pero no podemos revelarle ese secreto-. Mientras corríamos, tropecé y caí.

-¿A ti cómo te fue? -preguntó Camila. Agradecí eternamente que cambiara de tema.

-El neurólogo me dijo que me hace falta tomar más agua y hacer ejercicio. Nada más, problemas comunes de adolescentes.

Aunque la charla fue corta, percibí cómo Horus se sintió mal de alguna manera. Es que nunca hemos sido buenos para mentir, entonces es fácil descubrirnos.

Hoy, en cambio, un suceso me hizo tomar una decisión definitiva con los entrenamientos. Amanecimos con la sorpresa de que un huracán se originó a unos kilómetros de la ciudad. Y esto se sumó a la gran nevada que había empezado a caer.

Esos dos fenómenos aparecieron de la noche a la mañana, literalmente, entonces no pudieron cancelar los vuelos en el aeropuerto de la ciudad. En las noticias vimos el caso de un avión que aterrizaría a las once de la mañana, que era dentro de una media hora. Es decir, algo tenía que hacer o el avión se destruiría al aterrizar, incluso mucho antes.

-¿Piensas que puedes detener un huracán? -indagó mamá con incredulidad.

-No lo creo, porque sé que puedo.

Me costó encontrar una excusa, pero al final terminé encontrando una buena mentira para explicarle a Horus que no estaría en el castillo.

Repito: odio mentir, pero... pronto sé que todo saldrá a la luz.

Como el aeropuerto queda al otro extremo de la ciudad, tuve que ir atravesando la ciudad por el aire. Cosa que fue muy difícil por la lluvia, el viento y la nieve, pero me arriesgué para salvar a esos pasajeros. Cuando por fin llegué a esa área, noté que no era un huracán normal. No era nada en relación con la magia, no, era un huracán que generaba una presión baja en el aire. Es decir, le restaba oxígeno al ambiente. Un fenómeno clásico de Zanitt.

¿Qué podía hacer? Apenas aprendí a flotar y generar ráfagas de viento... ¡Eso! Me puse firme y me preparé, extendí el brazo izquierdo y lancé una ráfaga. Una que no causó ningún efecto en el huracán. Supe entonces que debía aumentar la fuerza. Una fuerza mayor a los vientos de un huracán de segunda categoría.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora