Capítulo XVI: ¿Déjà vu?

17 4 1
                                    


Absolutamente, todo estaba yendo de lo mejor, hasta que en el momento exacto en que me pusieron la corona sobre la cabeza y el público efectuó la reverencia, un relámpago en el cielo iluminó todo el coliseo y seguidamente comenzó a llover muy fuerte, llenando el cielo de nubes grises. Las gotas golpeaban fuertemente al techo de vidrio del coliseo. La lluvia venía acompañada con un viento arrasador, truenos y granizo. Por suerte, nadie se mojaba porque el coliseo está rodeado de paredes.

Noté claramente las expresiones de asombro y confusión del público, así como del personal idóneo del castillo, pues el día había estado muy soleado y de pronto todo había cambiado.

Pero eso no era todo, porque conforme la lluvia se fortalecía, se nubló todo, hasta el punto de oscurecerse y parecerse a la noche. Unos segundos después, se activaron automáticamente las luces y reflectores del coliseo, que poseen sensores para áreas oscuras.

Hago un llamado a no perder la calma —mencionó Erick con una voz temblorosa, lo cual me pareció raro. Sin embargo, todo mundo ya estaba escandalizado.

Repentinamente, pudimos ver una tenue luz que alumbraba desde afuera: era la luna. Tanto se había oscurecido, que hasta pudimos apreciar una llena, justo por encima del coliseo.

Entre lluvia, relámpagos y balbuceos del público, un eclipse total de luna ocurrió. Era algo casi imposible, pero ocurrió.

Prontamente, todo mundo comenzó a tomar fotos del eclipse, creando una escena de flashes destellantes. Y aumentaron los balbuceos del público, haciendo que no se pudiera escuchar nada más.

Acto seguido, todo comenzó a temblar demasiado fuerte, provocando que al instante se agrietaran varias paredes del coliseo y que una parte del techo de vidrio estallara en pedazos, afortunadamente el vidrio caía en la parte del escenario y no sobre las personas. La lluvia empezó a filtrarse por esa abertura, acompañada de un frío profundo. Segundos después, oímos un ruido estruendoso proveniente de unos cables y, al instante, la electricidad se cortó. La poca luz del eclipse era la única que alumbraba el interior del lugar.

En medio de todo esto, escuchamos los gritos de susto por parte del público, al mismo tiempo que todos comenzaban a evacuar y dirigirse a las salidas, pero las personas se amontonaban en las puertas sin poder salir. Las puertas no se abrían y eso me causaba intranquilidad y preocupación por lo que podría pasarles a las personas.

¡David, digo... Horus! ¡Ven, tenemos que irnos de aquí! ¡Esto se destruirá! —gritaba mamá, mientras venía corriendo con dificultad hacia mí, junto con papá. Este último con una linterna en mano.

¡No puedo! No hasta asegurarme de que las salidas se abran y las personas salgan, ¡¿por qué no se abren las puertas?!

¡Porque no hay energía eléctrica! ¡Las puertas no se abrirán! ¡Vámonos! —insistió papá, tomándome del brazo para sacarme de ahí.

Todos gritábamos para que nuestras voces se escucharan en medio de todo el bullicio. Y el terremoto no había cesado; seguía temblando.

¡¿Por qué no instalaron puertas simples?! ¿Era necesario haber hecho eso? —grité más fuerte, apartando mi brazo de la mano de papá.

¡No es momento para discutir! —replicaron mamá y papá al mismo tiempo.

Sin tiempo para decir algo más, sentí que mis pies ya no pisaban el piso, y efectivamente era así. Porque una fuerza extraña me hacía flotar. Y poco a poco me levitaba más y más alto, al punto de estar a unos dos metros cerca del techo. Me invadió un temor espantoso, pues esto nos tomó por sorpresa.

¡Mamá, papá! ¡Ayuda! ¿Qué está pasando? —grité inútilmente, porque no podían oírme entre tanto ruido.

De pronto, un resplandor proveniente de la corona iluminó todo el lugar. Tampoco supe cómo me veían desde otros ojos.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora