Capítulo XXXVII: Primeros pasos

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01/12/2022

Los días son como cuando cuentas los carros que pasan a tu alrededor: los cuentas y los clasificas por color, pero luego llegan más, se acumulan y pierdes la cuenta y la noción del tiempo.

Afortunadamente, estamos en vacaciones, entonces no hay un estrés existente estos días. Bueno, al menos no uno causado por tareas.

Cuando oí aquella frase mencionada por Horus, comprendí que no debía preocuparme por lo que me pasa. Es decir, sí tengo mucho que hacer ahora con este cargo, pero comprendí que no debo hundirme en el estrés, porque eso me haría mucho daño.

Ahora que ha llegado el invierno, nos la pasamos increíble. Quedamos en salir a jugar en la nieve entre amigos. Excepto Horus, que tuvo que ir con un neurólogo, porque ha tenido dolores de cabeza en esta última semana. Luego de unas horas de risas y un pícnic, nos abrigamos y empezamos a jugar. Nos divertimos con actividades básicas, pero que para nosotros son momentos únicos que no volverán a suceder si no los aprovechamos. Por ejemplo, el muñeco de nieve de Tiago, que se parecía más a un hipopótamo. El ángel de nieve de Camila parecía un águila. Y la muralla de nieve de Karla se parecía a un acueducto a punto de destruirse.

-¿Tú no has hecho ni un duende de nieve? -indagó Tiago.

-Estoy concentrándome para crear un iglú que no se derrita -hablé entre risas.

-Pero no sabes hacer eso -bromeó Karla.

-Lo intentaré.

Me concentré y deseé generar un iglú frente a nosotros. Moví los brazos y lo siguiente resultó muy mal: supongo que pude haber generado ese iglú, pero la magia se atravesó en dirección de Camila, haciéndola caer.

-¡Cami! Lo siento -me acerqué-. ¿Estás bien?

-David, la golpeaste con magia, obvio que no está bien -comentó Karla un poco molesta.

-¡ESO FUE GENIAL! -expresó la golpeada, zarandeándome por los brazos.

-¿No te golpeaste?

-Nop, sentí el impacto del frío, ¡pero estoy bien!

-Perdón, otra vez.

-Deberías empezar a entrenar esa magia, que hace falta.

-¿Cómo podrías hacerlo? -preguntó Tiago. Mientras comenzamos a caminar, para luego entrar al castillo.

Les hablé sobre lo que me dijo Ligrac en el volcán, que debo usar los hechizos básicos del libro. Al llegar a mi alcoba, tomamos el libro y salimos otra vez al jardín. Abrimos la primera página de la sección de hechizos, y Camila leyó:

-Hechizo número uno para el entrenamiento básico: aprender a dominar tu elemento. Para esto, es necesario que escojas un amplio lugar, que contenga los componentes naturales de tu elemento.

-El aire -interrumpí-, supongo que debo aprender a flotar y hacer mejores maniobras en el aire.

-Pruébalo.

Suspiré para concentrarme, pero al instante apareció Ligrac a nuestro lado. Mis amigos ya lo conocían, entonces no hizo falta que nos presentáramos.

-Tu entorno no es el adecuado para entrenar -habló el recién aparecido.

-¿Cómo podrá saberlo si ni siquiera lo ha intentado? -comentó Camila.

-Además, en cualquier momento deberá emplear la magia, entonces deberá estar adaptado a cualquier ambiente -habló Tiago. Él tiene razón.

-En los entrenamientos suele haber efectos secundarios en el ambiente, que pueden afectar a los organismos cercanos. Por eso digo que deberías entrenar en un sitio sin población cercana -dijo Ligrac dirigiéndose a mí.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora