Capítulo XXI: Las consecuencias

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Hasta que pasó lo que más temía: cuando Karla se puso la corona en la cabeza, comenzó a temblar. Pero este temblor parecía muy real. Además, no venía acompañado de lluvia, ni viento, ni eclipse.

¡Salgamos! —gritó Karla muy asustada, cruzando nuestras miradas.

Con calma, pero salgamos —le contesté mientras la tomaba de la mano y salíamos de mi habitación.

No hubo sucesos mágicos, entonces no tenía dudas de que era real y no tenía nada que ver con la magia.

Antes de llegar a la salida, pudimos ver cómo se caían todas las cosas y una gran grieta resurgía en el piso de la sala y también en algunas paredes.

Estando en el jardín, pudimos verlo todo con claridad: grietas por todo el piso, la alarma resonando profundamente en toda la ciudad, algunas casas lejanas a punto de derrumbarse, gente corriendo a todos lados y lo peor, vimos cómo lentamente se derrumbaba el edificio donde papá trabajaba esta mañana. Inmediatamente, sentí una punzada en el corazón, sabiendo que papá pudo haber muerto en un instante.

Y Karla, que había empezado a llorar, dejó la corona sobre el césped y me abrazó al ver cómo se derrumbaba el edificio en cámara lenta.

En cuanto ella soltó la corona, dejó de temblar.

Pero en ese momento no me importaba nada más que el hecho de pensar en que papá podría haber muerto. Y tampoco sabía cómo estaba mamá, ni mis amigos o alguien más.

Todo estará bien —alcancé a decir con un hilo de voz, pero mi mirada seguía puesta en la gran humareda que brotaba del edificio derrumbado, al mismo tiempo que comencé a llorar.

Luego recibí una llamada, esperando que fuera de papá. Afortunadamente,,,, supe que mamá estaba bien, porque la llamada era de ella, y habló a través de la línea:

Fue de siete punto seis grados.

¡No me importa de cuánto fue! —le grité al teléfono, llorando, con una voz desgarradora—. ¡El edificio donde estaba papá se ha derrumbado!

Escuché mi propia voz quebrándose entre llantos.

¿Qué? No... no puede ser —expresó mamá, comenzando a llorar—. No entres a casa, iré lo más rápido que pueda. Intenta llamar a una ambu...

Y la señal se cortó.

Intenté llamar a emergencias, pero no ocurría ningún milagro de que contestaran al teléfono. Karla había dejado de abrazarme en el momento en que le grité a mamá por el teléfono y estaba intentando entrar a la casa.

—No entres, puede haber una réplica —anuncié, todavía llorando.

Solo quería asegurarme de que tus mascotas estuvieran bien —dijo mostrándome una sonrisa, tratando de aliviarme, cosa que no funcionaba. Detrás estaban mis tres gatos y mi perrita—. Quizá tu papá pudo escapar antes.

No pude expresarme, únicamente lloraba. Ambos nos sentamos sobre el césped. Quince minutos después de lo sucedido, vi llegar corriendo a Erick y Samantha hacia nosotros.

David, ¿estás... están bien? —indagó Samantha muy agitada por correr, luego de abrazarme. Asentí con la cabeza.

Tu padre... —intervino Erick, haciendo una pausa para poder respirar.

Y pensé lo peor.

Tu padre está vivo, pero muy herido.

Al escuchar eso, Karla me abrazó y se lo devolví. Lo importante es que no murió aplastado por el edificio. Solamente hacía falta que mamá llegara y todo iría bien.

El diario de un rey: la coronación [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora