Capítulo 1🐟

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Cuando llegamos a mi castillo,  Jimin lo observó abriendo muy grandes sus ojitos,  mientras yo apretaba mi colita nervioso.

Finalmente se dio vuelta hacia mí y me sonrió de oreja a oreja.

- ¡Guau!, ¿ y es todo tuyo?- preguntó empezando a curiosear por el lugar.

Yo solté la respiración que no me había dado cuenta estaba reteniendo,  llegaba a estar casi morado por no respirar.

- Emmm!, sí,  es todo mío...y tuyo ahora que vivirás conmigo. - le dije sonriendo orgulloso de mi castillo.

- ¡ Genial!- exclamó Jimin dando unos saltitos adorables.

Ese chiquillo humano sabía como inflar mi ego hasta las nubes.

Lo llevé al único cuarto que tenía arreglado para vivir y le ofrecí parte de la merienda que había recolectado esa noche, poniendo todo sobre la mesita.

- Puedes tomar lo que quieras,  no hay problema,  eh...menos el atún,  ese es mío- le dije sonriendo,  el atún era lo único que no comparto con nadie.

Jimin se acercó y miró todo,  había una hamburguesa con unas cuantas papas fritas,  una cajita de leche de banana,  un jugo de manzana ya abierto y mi preciada lata de atún vencida.

Nos sentamos a comer en silencio,  ambos teníamos mucha hambre,  Jimin era chiquito pero comía como sabañón, apenas alcancé a agarrar una papita antes que todo desapareciera de la mesa.

- Tenías hambre parece- dije un poco picado.

-¡ Uy!, perdón- dijo Jimin e hizo un pucherito que me hizo olvidar mi enojo.

- ¡ Naah!, no te preocupes, mañana conseguiremos más- le dije y le mostré mis dientes con restos de atún en una sonrisa gigante.

- ¡ Eres mi persona favorita!- dijo Jimin alegre nuevamente al ver que mi molestia se había disipado.

Sonreí como tonto con sus palabras,  olvidándome que el pequeño granuja no conocía a nadie más que a mí y sus captores,  bueno que le voy a hacer tengo corazón de pollo a veces.

Dormimos abrazaditos tapados con mi mantita de colores mientras Jimin chupaba su dedito para quedarse dormido,  le rodeé las piernas con mi colita y me quedé profundamente dormido.

Por la mañana los rayos de sol me despertaron,  Jimin aún dormía con el dedito todo ensalivado metido en su boquita de labios regordetes,  me estire perezoso y bostezando aún salí de la cama,  tenía que proveer del desayuno,  por lo menos hoy,  a mi invitado.

Había una cafetería no muy lejos,  me puse mi gorrito para tapar mis orejas,  la colita dentro del pantalón y partí.

Odiaba levantarme temprano,  sólo estaba haciéndolo por Jimin,  salté ágilmente la pared trasera de la cafetería y me escabullí silenciosamente al basurero donde dejaban las sobras,  había muchas cosas deliciosas,  así que en una cajita eché todo lo que podía y saltando nuevamente la pared me dirigí silbando alegre hacia mi castillo.

Jimin era un mar de lágrimas cuando llegué,  el dedo lo tenía casi plano de tanto chuparlo.

Deje la caja sobre la mesa y corrí hacia él.

- ¿ Qué pasa?, ¿ porqué lloras?- le pregunté preocupado.

Jimin se lanzó a mis brazos hipando desconsoladamente,  pero sin dejar de chuparse el dedo, hasta que finalmente se calmó dejando de llorar.

- Pensé...pensé que me habías abandonado y...tuve mucho miedo- me explicó sacándose el dedito de la boca y mirándome con sus pestañas con algunas lágrimas aún.

- ¿ Eso pensaste?, ¡Naah!, fui solo por el desayuno- le dije sintiéndome importante.

Jimin me abrazó de nuevo y luego me mostró su carita con una sonrisa tímida.

- ¿ Trajiste algo rico?- preguntó mirándome.

¡Ahhhh!, hasta ahí llegó el extrañarme tanto,  ahora el humano me veía cara de comida.

- Sí,  traje muchas cosas deliciosas- dije sonriéndole orgulloso de mí mismo.

Antes de terminar de hablar Jimin ya estaba revisando la caja con provisiones,  me paré rápidamente,  porque sino de seguro me quedaba sin desayunar.

Ya con la pancita llena nos tiramos en el suelo a disfrutar de los rayos de sol,  los gatos adoramos el calor y a Jimin también parecía gustarle.

- En el sótano nunca pude tomar sol, sólo lo veía por una rendija de una pequeña ventana que había- le confesó Jimin suspirando.

Eso me dio pena,  el sol no se le niega a nadie.

- ¡ Ahora podrás tomar sol cuando y cuanto quieras!- le dije para hacerlo feliz.

- Cierto,  ahora soy libre- me respondió Jimin y cerró sus ojitos para disfrutar de los rayos de sol.

Ya les dije que era flojonazo de día,  así que me quedé dormido todo el resto de la mañana.

Cuando desperté Jimin estaba colorado como pancora,  se había dormido al sol y como nunca lo había hecho terminó quemado e insolado.

Pobrecito no hallaba como estar, porque toda su piel expuesta dolía,  como había quedado un poco de leche se la esparcí cuidadosamente por toda su piel lastimada,  en algún lado había escuchado que eso servía,  claro que me tuve que pasar toda la tarde espantándole las moscas.

Al final de la tarde estaba rendido,  entre pañitos helados que le ponía para refrescarlo y moscas asesinadas o tragadas por mí,  terminé muerto.

Lo único bueno es que ya por la tarde noche,  Jimin se sentía mejor y yo ahora era su superhéroe.

Al llegar la noche automáticamente me active, además la hermosa luna me invitaba a salir y recorrer las calles desiertas en busca de comida y cualquier otra cosa que llamara mi atención.

- Jimin voy a salir,  te quedas quetecito, vuelvo más tarde,  ¿ entendido?- le hablé como el mayor de los dos que era.

- ¡ Yo voy contigo!- saltó inmediatamente Jimin mirándome asustado.

- Que no, todavía estás débil- le respondí malhumorado.

- Pero...pero me da miedo quedarme solito- susurró bajito a punto de ponerse a llorar de nuevo.

¡ Quién me mandó a tener corazón de pollo,  los humanos son siempre complicados,  por muy adorables y tiernos que sean!

- Está bien- suspiré derrotado- ¡ pero nada de quejarse después!.

Jimin asintió sonriendo,  maldito mocoso manipulador,  igual se había salido con la suya.

Agarraditos de las manos, Jimin y yo nos fuimos a dar mi habitual paseo nocturno, después me consolé diciéndome que era bueno tener compañía,  además entre dos podríamos encontrar muchos más tesoros.

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