Capítulo 39

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15 de Enero, 1989.

Todas las amigas y primas de Lisa iban saliendo de su casa, una por una. Despidiéndose con grandes sonrisas y fuertes abrazos.

Rosé se quedaría a ayudar a limpiar la sala de Lisa antes de que llegaran sus padres de la cena que habían decidido tener para que Lisa pudiera pasar su último día de soltera con sus amigas y sus primas.

Lisa y ella habían hablado toda la noche como si volvieran al pasado, a ser esas amigas de preparatoria que tenían sueños juntas y se ponían a imaginar el futuro mientras se recostaban en la alfombra de la sala de la casa de los Park. Ahora que todas las amigas de ellas se habían ido, que estaban ellas dos, se sentía diferente.

Rosé tomó los trastes puestos en la mesa del café de aquella sala y los llevó a la cocina dejándolos en el fregadero.

Lisa habló de muchos cosas mientras le ayudaba a lavar los trates, enjuagandolos. Era como si ella intentara distraerse de que mañana sería el gran día. Habló sobre el vestido de bodas, y sobre la lista de invitados, y luego comenzó a hablar de M.A.S.H. una serie que no veían hace años, y que trataba de doctores. Rosé la recordaba, había visto algunos episodios con Lisa. Mientras hablaba, cada vez su estado de ánimo se hacía más y más cansado, triste.

En cierto momento, cuando Rosé estaba lista para irse, Lisa por fin volteó a verla a la cara.

—¿Por qué no me llamaste mientras estaba en la universidad?

Rosé no sabía que decir exactamente.

Lisa seguía parada en el mismo sitio, en medio de la sala con algunas invitaciones de su boda que habían sobrado, justo entre sus manos. Sus ojos estaban puestos sobre los de Rosé.

—Yo hubiera respondido, yo habría vuelto contigo —lo dijo en voz baja—. ¿Por qué no me llamaste o enviaste una carta?

Rosé miró al suelo. No dijo nada, no sabía que decir.

—Yo te extrañé. Estaba muy enamorada de tí, de verdad estaba enamorada. Yo pude haber dejado todo allá para volver contigo —Lisa comenzó a llorar un poco—. ¿Por qué no llamaste?

—No lo hice por eso —dijo con la boca seca—. No podía permitir que te quedaras aquí conmigo, no podía dejar que renunciaras a tu sueño por mí...

—¿Tú no me amabas? —Le preguntó muy seria.

Rosé entonces la miró.

—Te amaba tanto que tuve que renunciar a ti para que fueras feliz.

Lisa dejó caer lágrimas silenciosas y se abrazó a si misma. A Rosé se le humedecieron los ojos.

—No querías que renunciaras a mí. Yo... quería que hicieras que me quedara aquí contigo —la voz se le quebró y miró a toda la habitación intentando contener su llanto pero no pudo. De nuevo, puso los ojos en Rosé—. Me rompiste el corazón por tanto tiempo.

—Estaba estancada, Lisa, estoy estancada. No podía pedirte que te quedaras, no podía hacerlo porque puedo ver cómo terminaríamos. Si te hubieras quedado conmigo, con el tiempo me habrías odiado por no dejarte cumplir con tu sueño de ser doctora. Luego no podrías ni verme, porque no serías feliz, y entonces terminaríamos dejándonos. Y sería un final muy triste, peor que este.

Sacudió la cabeza. Ese era un pésimo final, el peor de todos.

—Siempre fue mi familia primero, Lisa, lo sabes. No podía permitirme ir contigo por más que quisiera. Ellos me necesitaban, y yo los necesitaba también. Y tú... —entonces la miró más seria— tu necesitas a alguien que te ponga en primer lugar siempre, alguien que no tenga los mismo problemas que yo y que esté ahí para tí en todo momento. Y esa persona no soy yo.

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