Capítulo 64

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23 de noviembre, 1989. Indianapolis, Indiana. 


Ese día, había sido un atisvo de claridad para Jimin.

Comenzando desde la mañana, ya que, llegó a una de las sesiones de quimioterapia, pero al entrar a la sala, vio a un hombre sentado en el sillón que siempre ocupaba Georgina.

—Hola, tu debes ser Jimin —lo saludó el hombre.

—Sí... ¿y usted...?

—Mi nombre es Robert —se acercó para saludarlo con la mano y luego saludar a Rosé que estaba a un lado de Jimin—. Soy marido de Georgina.

—¿Georgina está casada? —Rosé parecía más sorprendida por eso.

Jimin estaba sorprendido de forma distinta, él sabía sobre la existencia de Robert, más no que había regresado a Estados Unidos.

—Hola, ricitos de oro —lo saludó Georgina desde atrás.

Rosé y él voltearon.

—He terminado con mi tratamiento —dijo ella—. Me voy.

—Oh, ¿te veré la próxima semana? —Preguntó Jimin.

—No, solecito. Ya no hay nada que hacer, cancelé mi tratamiento. Me voy a Francia, con Robert, me han aprobado el vuelo.

Jimin miró como Robert abrazaba a Georgina por detrás y le daba un beso en la frente.

Lo entendió todo, eran los últimos días de su amiga, y ella había decidido pasarlos con el que consideraba el amor de su vida.

—Te vamos a extrañar —le dijo Rosé a Georgina, y fue a abrazarla.

Georgina aceptó el abrazo.

—Yo también voy a extrañarlos —le respondió Georgina—. Cuida al solecito, por favor.

—Siempre.

Al separarse, Rosé le acarició los brazos a Georgina sobre el suéter.

—Ten un buen viaje —deseó con completa honestidad.

Jimin supo que Rosé no se refería al viaje a Francia, sino, al viaje definitivo.

Cuando Georgina se acercó a él, Jimin agachó la cabeza y ella lo abrazó por los hombros, y le susurró al oído.

—Vamos, aún no es tarde, solecito, ve por ese chico —le acarició el cabello—. No sabemos cuánto tiempo nos queda en este mundo, perder algo tan valioso como el tiempo con las personas a las que uno ama, sólo por miedo al futuro... no lo vale, solecito.

Ella le dio un beso en la mejilla.

—Fue un gusto conocerte, ricitos de oro —le dijo.

—Buen viaje, Geo —le dijo Jimin, tomando el mismo significado que Rosé le dio.

—Conocerte en estos últimos días que me quedan, Jimin, fue una experiencia maravillosa. Sé que lo harás bien.

La última imagen que Jimin tuvo de Georgina, fue de ella tomada de la mano de su esposo, al que había abandonado, pero al que había llamado para que fuera por ella, para pasar sus últimos días con ella, para amarse esos últimos días. Los vio irse por el pasillo, con ella caminando lentamente y él sosteniéndola a cada paso. Jimin no conocía a Robert de nada, pero sí reconoció el inmenso amor que le tenía a Georgina, porque la miraba como si fuera única en el mundo.

Y, mientras recibía la quimioterapia, mientras se quedaba dormido de lo cansado que estaba, Jimin le dijo a Rosé:

—Quiero que esté aquí, conmigo —murmuró.

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