Capítulo 25

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Septiembre, 1977. Columbus, Indiana.

Jimin vio de soslayo a el niño a un lado suyo. Tenía las manos rojas y un algodón que estaba en el hueco izquierdo de su nariz.

Él, en cambio, tenía sus rodillas lastimadas, ya no sangraban pero lo habían hecho mucho cuando ese niño, llamado Ronald, quién era mayor y estaba en dirección junto con sus padres, lo tiró al suelo en la hora del receso. También tenía la mejilla lastimada e hinchada, y habían raspones en las palmas de sus manos.

Miró dichos raspones y no evitó hacer un puchero. Dolían mucho. Ya había llorado cuando recién había pasado, pero podría llorar de nuevo.

Volvió a ver al niño a su lado, ambos esperaban a que llegaran por ellos, pero Jimin estaba seguro de que su hermana tardaría en llegar porque su mamá estaba muy delicada de salud, y Rosé no podía pagar a una enfermera porque no tenían dinero. La había escuchado la noche anterior quejarse con su hermano Chanyeol sobre el tema.

Intentó valancear sus pies que no llegaban a tocar el suelo, pero le dolieron las rodillas al momento de intentar hacerlo.

—Saldrá sangre de nuevo —le dijo el niño a su lado.

Jimin pudo verlo directamente entonces.
Ese niño lo había defendido del otro niño mayor. Había salido golpeado también pero había logrado que varios profesores se enteraran de lo que estaba pasando.

—Soy Jimin —terminó por presentarse al niño que estaba a su lado.

—¿Cómo? —El niño volteó a verlo también.

—Jimin, pero no es Ji de 'Jim', se pronuncia 'Chi', sería 'Chimin' —le explicó.

—Es un nombre complicado —el niño ladeó la cabeza.

—Es un nombre de Corea —le contó.

—¿Qué es Corea? —Le preguntó.

—Es un país, cerca de Japón.

—Ah... ¿y ese país está muy lejos?

—En otro continente, en Asia —Jimin asintió con la cabeza—, nunca he estado ahí, pero leí que está a 10. 742,66 kilómetros de distancia de Estados Unidos.

La mujer que estaba detrás del escritorio, frente a la dirección, sonrió de labios discretamente. Jimin era más inteligente que los demás con tan sólo seis años.

—Eso suena mucha distancia.

—Lo es —volvió a asentir con la cabeza, y después frunció el ceño al recordar que aún no sabía el nombre del niño a su lado—. ¿Tú cómo te llamas?

—Me llamo Derek —le respondió.

—Ese es un bonito nombre.

—Mi papá me lo puso —le contó—, así se llamaba el abuelo. ¿Tu tienes abuelos?

—Todas las personas los tenemos. Pero no los conozco, mis abuelos coreanos no viven aquí, y mis otros abuelos viven en Noruega —le contó—. Eso está en Europa, a 4475 millas de aquí.

—Eso también suena lejos.

—También está muy muy lejos.

Derek entreabrió sus labios y terminó asintiendo con la cabeza, entendiendo lo que Jimin quería decirle.

No alcanzó a decirle al niño que su familia venía de Alabama, y que eso también estaba muy muy lejos de ahí porque un chico muy alto caminó apresurado por el pasillo. Tenía el mismo color de cabello pero no estaba ondulado, y tenía una expresión rara en el rostro.

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