Capítulo 5 - Visita desagradable

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Anya

Me encuentro en mi habitación abrazada a la almohada llorando por las duras palabras de Patrick. No solo me detesta por haberse visto obligado a casarse conmigo, sino porque cree que soy una niña mimada que cuestiona todo y hace lo que le parece.

No quiere darse ni darme una oportunidad para conocerme y salir de su error. Que no le parezca atractiva en ningún aspecto también hace crecer mis inseguridades, me parte el alma recordar lo que me dijo. Estoy segura que jamás podré conquistarlo.

El que sea hiriente conmigo arruga mi pecho. Soy una mujer retraída, pero cariñosa y servicial cuando entro en confianza. Y es por eso que este mes me servirá para que los empleados me conozcan, también para organizar la parte informática de la Villa, reajustar las cámaras e implementar mi nuevo software y malware.

Fue mi proyecto final, les explico un poco de lo que va. Desde el computador puedo enviar mi virus malicioso hacia cualquier dispositivo electrónico del mundo, y no solamente tengo acceso a todo lo que haga el usuario, sino que puedo controlarlo desde mi pc para infiltrarme y espiar a cualquiera.

Penetra cualquier software, por eso para contrarrestar que se introduzcan en mi sistema; creé el mejor programa de vigilancia que existe (software), es impenetrable, con una seguridad tan alta que ni la KGB podría romper. Según Nikolay, soy un cerebrito.

Nunca lo he utilizado porque no me ha parecido necesario, pero en el país que vivo ahora, alejada de los míos y con el marido que me cargo..., será mejor estar bien preparada. Todos creen que estudié música, menos mi familia obviamente.

En mi mundo se dice que las mujeres no están hechas para llevar cierta clase de oficio y menos dentro de la mafia. Lamentablemente las mujeres que nacemos en los clanes, somos un intercambio para acuerdos y alianzas.

Piensan que no necesitamos una profesión. No entienden que queremos sentirnos útiles en la sociedad.

Mis padres y abuelos, siempre se han destacado por permitir a las chicas decidir su futuro mientras esto no colisionara con los negocios.

Mis hermanas tuvieron su cuento de hadas, pero a mí me tocó ser la moneda de cambio de un hombre dañado, frío y cruel. En fin, para qué seguir hablando de lo mismo..., nada bueno saco dando vueltas con lo que pudo ser; mi realidad es esta y no cambiará.

******

Ha pasado mes y medio desde que mi esposo se fue. Me la he pasado muy atareada.

El sistema de seguridad que utilizaban era bueno, pero el mío ha optimizado los servicios que prestaba el anterior.

Calibré las cámaras para que capten hasta la mínima cosa, pero que si detectan animales no dé aviso de intrusión. La alarma es silenciosa y parpadea en los teléfonos de todo el personal de seguridad, estén donde estén. Que sean infrarrojas es otro punto importante, así como que roten 360° y soporten las inclemencias del tiempo.

Tengo el malware preparado para enviárselo al teléfono de Patrick, así como al de su mano derecha, Andrea. Debo ser muy perspicaz cuando lo haga, aunque jamás desconfiarían de mí.

Para ellos soy demasiado insignificante y sin estudios, alguien que no sería capaz de sobrevivir en este mundo sin protección.

Os preguntaréis entonces cómo implanté mi sistema... Pues mi hermano me ayudó con eso. Envió a sus técnicos, y todos creen que es un regalo del gran Nikolay Dmitriev como forma de cuidarme a la distancia.

—¡¿Dónde está Patrick?! ¡Exijo verlo ahora mismo! —escucho gritos en la puerta principal y me dirijo hacia allí.

—Le dije señorita que el señor no está, aún no ha regresado de su viaje. Si gusta déjeme su nombre, le paso el recado cuando llegue a Italia —le contesta María de forma seca mientras yo me posiciono a su costado.

—Mi nombre es Gianna, él sabe dónde encontrarme —le dice la mujer como si fuera la divina garza envuelta en huevo.

—Quédese tranquila señorita Gianna, el señor sabrá que usted lo está buscando —no sé por qué el aura de esta mujer no me agrada en absoluto.

—¡¿Y tú quién eres?! —me dice la tipeja mirándome con superioridad.

—Soy Anya —contesto.

—Pues deberías vestirte como lo hace la servidumbre, no de esa manera tan provocativa cuando estás en la casa de mi hombre —escucharla decir eso revuelve mis tripas.

—Siento que le moleste mi manera de vestir, pero no tengo otra —digo aguantando las ganas de llorar.

—Cuando mi Patrick esté aquí, haré que te ponga en su lugar. No..., mejor le diré que te corra inmediatamente —no entiendo qué hice para que me desprecie así.

—Mire señorita, ¡ya estuvo bueno! ¡No le permito que le hable así a mi señora! —dice enfadada María y la tomo del brazo, se suelta y sigue hablando—. ¡Usted no es nadie aquí para dar órdenes, mientras que ella es la señora de la casa! —la tal Gianna comienza a reírse a carcajadas.

—¿La señora de la casa, esta mujer tan insignificante? Muy bueno el chiste —ahora sí que me ha cabreado.

—Seré insignificante y poca cosa. ¡Pero así y todo, soy la esposa de Patrick! —chillo, mientras a ella se le desfigura el rostro.

—¿Qué, qué? —está contrariada.

—Lo que ha oído. ¿Mi esposo acaso no le dijo que ya no es un hombre disponible? Pues lo siento por usted y su despecho, pero quiero que se retire de mi propiedad —estoy siendo sarcástica y no sé de dónde ha salido el valor.

—¡No puedes echarme así! —ohh sí, por supuesto que puedo.

—¡Muchachos! —hablo fuerte para que me escuchen—. ¡Escolten a la señorita fuera de la propiedad! —Mi voz sale con potencia, aún estoy asombrada por mi audacia.

La punzada que siento en el pecho, es lo que me ha impulsado a defenderme de esta intrusa. Tal vez cuando Patrick vuelva me castigue por tratar así a su amante, pero bastante tengo con sus humillaciones como para aguantar las de esta bruja.

Se ha ido entre gritos e insultos hacia mi persona. Realmente no me interesa lo que diga; mi esposo dió la orden de que mientras él no esté, yo tengo el control y no permitiré que una arribista me quite el sueño.

—¿Hija, cómo estás? —me pregunta María siguiéndome dentro de la casa.

—Estoy bien, recuerda que solamente soy una transacción comercial. Además me odia. De seguro cuando llegue me echará en cara que haya tratado mal a su mujer..., pero, no me importa. No voy a permitir que cualquiera venga a insultarme en mi cara.

»¡Yo no pedí casarme con él! Todo esto es muy difícil para mí, ¡Dios! Parece que nadie lo entiende y disculpa María, pero necesito estar sola en estos momentos —subo a mi habitación controlando mis emociones cuando al mirar por la ventana veo que ingresan las furgonetas blindadas de mi verdugo.


Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora