Capítulo 34 - Malas noticias

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Patrick

Llegamos a casa en absoluto silencio, me partía el alma verla así. Me culpaba por orillarla a esto; mi idea jamás fue desestabilizarla ni mucho menos, al mirarla solo veía un despojo de lo que era su hermosa personalidad.

Habían pasado tres días y mi mujer parecía un ente. Forzaba su sonrisa con Piero y lo atendía mecánicamente como si fuera un robot programado. Estaba llegando al límite de mi paciencia, no podía verla así ni un minuto más.

—Anya, tenemos que hablar —digo de manera seria, eran las 6 a.m.

—Lo sé, pero será en la noche, no ahora —contestó secamente.

Me fui a trabajar ardiendo en rabia, apenas cruzaba palabras conmigo y tampoco me miraba a los ojos.

Ya no sabía cómo llegar a ella y el miedo a que se encerrara en su caparazón alejándome de su corazón me hacía entrar en pánico. La amaba demasiado y me culpaba por obligarla a torturar a Gianna.

Aunque pensándolo fríamente no la obligué a nada, le dije que le enseñaría y pasaríamos al segundo nivel y estuvo dispuesta. Mi cabeza va a estallar de tanto devanarme los sesos pensando en si hice bien o mal.

Venimos en el coche de una entrega; el mutismo al que estoy acostumbrado y adoro, ahora me está enloqueciendo. Andrea llevaba días raro, no sé lo que ocurre con mi amigo y eso también me tiene cabreado.

—¡¿Se puede saber qué coño tienes?! —digo molesto a mi mano derecha.

—Valeria se está conociendo con el padre de un compañerito de Piero —dice entre dientes.

—¿Has hablado con ella diciéndole lo que sientes? —me mira, aprieta el volante y bufa.

—Lo he intentado, pero al final no pude y todo se fue a la mierda —su tono de voz me hace ver que está sufriendo.

—Eres un asesino despiadado, no le temes a nada... Pero cuando se trata de decirle a la mujer que amas lo que sientes, te cagas. Así la perderás hermano y te arrepentirás toda tu vida —suspira perdido en su mente.

No tocamos más el tema y al llegar a casa miro el reloj, son las 13 h., no tengo hambre, por lo que voy directo al despacho, necesito solucionar algunas cosas pendientes antes de que la inminente guerra con el cartel mexicano llegue.

Unos toques en la puerta me distraen de los papeles que leo, digo «pase» y me asombro al ver a mi mujer pasando el umbral.

—Es tiempo de hablar Patrick, no podemos seguir así. Necesito desahogarme y que... —sus palabras se pierden cuando su voz se quiebra.

Me levanto de la silla y camino con prisa a su encuentro para abrazarla fuertemente mientras beso su cabeza con amor.

—Ven cariño, sentémonos en el sofá —asiente entre sollozos.

—Lamento... preocuparte... perdóname... por... favor... —mi corazón se arruga al verla tan deshecha.

—Tranquila mi amor, la culpa fue mía por presionarte tanto aún sabiendo que no estabas preparada; aquí quien me tiene que perdonar eres tú —me mira negando y llorando cada vez más.

—Siento tanta vergüenza Patrick... —no entiendo a qué.

—Piccola, sabes que yo jamás te juzgaría y mucho menos por verte llorar después de lo que pasó —quiero que vuelva a ser ella.

—¡Es que no lo entiendes...! —suspira molesta.

—Entonces ilumíname para no sacar conjeturas erróneas —digo conteniendo mi voz para no sonar brusco.

Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora