Capítulo 38 - Los celos de Andrea

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Andrea

Saber que Valeria se estaba conociendo con el imbécil ese, me tenía irascible; confirmar que le daría una oportunidad y se iría a vivir con él a otro país terminó de descontrolarme.

Estoy fuera de mis casillas, en estos momentos soy capaz de todo por mantenerla cerca y por eso le haré saber que no voy a permitir que se vaya a los brazos de otro hombre.

Patrick entiende mi indirecta y sale de la habitación dejándome a solas con ella, Valeria es mi perdición. Desde que la conocí me dejó embelesado, pero nunca le dije nada porque con mi profesión no puedo darme el lujo de amar.

No puedo ponerla en riesgo, eso sería muy estúpido de mi parte. Nuestros enemigos siempre atacan nuestros puntos débiles y ella... es el mío. Así y todo soy un egoísta de mierda que no la puede soltar para que sea feliz con otro.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunto mirándola intensamente.

—Bien, gracias —su respuesta seca y escueta hacen hervir mi sangre.

—Me enteré que te irás a vivir a Chicago —digo controlando las ganas de reclamarle.

—Sí —contesta con una leve sonrisa.

Aprieto la mandíbula y respiro profundamente para calmarme. Su distancia para conmigo hacen doler mi corazón, y cual perro del hortelano le digo...

—¡Tú no te irás a ningún lado! —Mi mirada amenazante no produce el efecto deseado.

—¡¿Quién coño te has creído?! ¡No eres nadie en mi vida, ni siquiera un amigo para que te tomes la atribución de exigir algo! —espeta furiosa.

—¿Sabes una cosa?, soy un egoísta... No puedo darte lo que quieres, pero tampoco dejarte ir —levanto mis cejas y hombros al acabar de pronunciar esas palabras.

Tiene que entender que esto es lo que hay.

—Me da igual lo que pienses o quieras; cuando me den el alta cogeré todas mis cosas y no volverás a verme. Se acabó la estúpida que hacía lo que le decían y agachaba la cabeza sin rechistar.

»Tengo derecho a ser feliz y formar mi propia familia. Eso es justamente lo que me ofrece Rodrigo, y no voy a desaprovechar la oportunidad de tener a un hombre de verdad a mi lado, que con sus caricias y amor me haga estremecer —sin darme cuenta estallo contra la pared la jarra de vidrio con agua que está en la mesita.

—¡Si sabes lo que te conviene romperás con él y te sacarás de la cabeza esa estúpida idea de irte del país! —Estoy al borde de perder los papeles.

Mis celos me están matando, y de tan solo pensar que ella se haya acostado con él me hace querer ir hasta su casa para asesinarlo.

—¡¡Es mi vida y soy mayor de edad, no tengo ningún compromiso con nadie y haré lo que se me pegue la gana; porque tú..., tú no eres nadie para impedírmelo!! —me grita furiosa y con los ojos llenos de rencor.

—Tú misma... o recapacitas, cancelas el viaje y lo dejas... o..., lo mato y su niño se queda huérfano de padre y madre —mis palabras surten efecto.

—¡¡Te odio!! ¡¡Eres un ser despreciable, nunca te perdonaré lo que me estás haciendo!! —sus gritos se cortan por un sollozo, pero continúa—. Ya puedes estar tranquilo, has logrado tu cometido... mantenerme a tu lado y destruir mi vida... —se limpia las lágrimas con su mano y me odio por lo que le estoy haciendo.

Pero no la puedo perder, no puedo dejar de verla y amarla en silencio. Pensaréis que soy un hijo de puta..., y sí..., lo soy. Aunque mi amor por ella es sincero, el miedo a que la maten si está conmigo es más fuerte, y por eso no puedo permitirme hacerla mía.

Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora