Capítulo 4 - Excitado

11.8K 596 22
                                    

Patrick

Estoy en el despacho coordinando una entrega de armas con unos socios albanos. Después de dejar todo coordinado, Andrea me dice que el cargamento de droga se ha retrasado y que deberé hacer personalmente la entrega. Me viene bien así podré estar lejos de esa chiquilla que me pone de los nervios y no sé por qué.

Miro el reloj y ya ha pasado prácticamente una hora. Anya debe estar por tocar la puerta.

Hago unas llamadas mientras la espero, necesito ir al club a ver a Gianna. Estoy demasiado estresado y el tener a una mujer hermosa en casa no ayuda.

Acabo todos los recados y veo que han pasado más de cuarenta minutos. Ella no se ha aparecido, parece que le gusta retarme y eso no se lo voy a permitir.

Subo a su habitación y toco la puerta, nadie responde. Bajo hecho una furia a la cocina para saber si alguien sabe de ella. Me comunican que no la han visto y que María debe saber dónde está.

Busco a mi nana y le pregunto por mi esposa. Me mira extrañada, dice que se quedó en la suite hasta que fuera tiempo de hablar conmigo; ahora estoy más que cabreado, solo espero que no haya huído porque el castigo cuando la encuentre será encerrarla en el sótano por un mes sin salir.

Subo las escaleras de tres en tres, llego a la recámara y abro la puerta sin tocar. Me importa un carajo que sea del clan Dmitriev, conmigo no va a jugar. Por las buenas o por las malas sabrá que toda acción tiene consecuencias, nadie desobedece una orden directa mía y se queda sin castigo.

Me giro hacia la ventana para calmarme porque en estos momentos soy capaz de desmantelar este lugar.

La ira que bulle en mi interior crece sin control, cada día me lleno de más oscuridad, soy sádico porque nada queda de mí; el vacío y dolor que Laura dejó acabó con quien era, dejando capas y capas de hielo alrededor de mi corazón.

Ya no late por nada ni por nadie. Ni siquiera por... Muevo la cabeza negando cuando escucho la puerta que da al vestidor y al lavabo abrirse.

—¡No fui claro al hablar y pedirte que estuvieras en el despacho en una hora! —grito girándome, mis ojos son dos pozos oscuros que destilan fuego.

¡¡Hostia puta!! Esta mujer definitivamente va a acabar conmigo. ¡Jesucristo bendito! Está como Dios la trajo al mundo hablando como cotorra disculpándose y no se ha enterado que está desnuda o simplemente no le importa.

No he cambiado mi rictus porque me cuesta respirar y mi corazón late sin control como cuando la he besado o tocado. Esto no es normal, no sé qué es esta sensación, jamás la había sentido. Mi polla se despierta y debo actuar rápido; cuando puedo reaccionar hablo.

—¿Puedes vestirte por favor? Ya te dije que por desgracia eres mi esposa y debo aguantarte, pero no serás mi mujer. Jamás tocaría a alguien como tú, ni siquiera verte desnuda me provoca. Solo eres una cara bonita, pero nada más; te espero abajo —huyo antes de cometer una locura.

Su cuerpo me llama, sus labios carnosos y rojos incitan al pecado. Sus pechos me han vuelto loco, solo quiero tocarlos, apretarlos y degustarlos. Son grandes pero no en exceso.

Verla así me ha dejado con una gran erección que no podré quitarme porque las imágenes de su cuerpo lechoso, su pubis depilado y su abdomen plano no se van de mi mente.

Tocan a la puerta sacándome de mis pensamientos.

—Adelante —digo en tono calmado sentado detrás del escritorio.

—¿Qué querías decirme? —«y yo qué sé lo que te quería decir, si lo que quiero es follarte a lo bestia para saber si se me pasa lo que provocas en mí», pienso.

—¡Espero que cuando doy una orden se cumpla y eso te incluye! No voy a tolerar que me faltes el respeto y me alces la voz cuestionándome delante de los empleados. ¡Ubícate y no te pases!, ¡aquí no está papi Dmitriev ni tu hermano Nikolay para salvarte! Estás en mis dominios y se hace lo que digo, te guste o no —me mira como un cachorro asustado.

—¿Y tú sí puedes faltarme el respeto y tenerme encerrada en esta casa? —logra decir y enseguida baja la cabeza.

—¡Yo no tengo por qué rendirte cuentas, niña! No quería casarme y mucho menos con alguien como tú... —me corta.

—No tienes por qué humillarme a cada rato diciéndome lo insignificante que soy. Lo tengo claro, siempre lo he sabido; si eso era todo, quisiera retirarme —sus ojos aguados me dicen que mis palabras han logrado su objetivo.

—Saldré por la noche, debes saber que me iré por un mes. Tengo unas entregas y un cargamento retrasado, han pedido mi presencia —me mira sin expresión alguna.

—¿Algo más? —Esa actitud me molesta.

—Sí, tienes prohibido salir de la casa —me mira con rabia y eso me prende a mil. Se gira y sale dando un portazo, se lo dejaré pasar por esta vez.

Decidí ir al club porque no aguanto el dolor en mis testículos por la erección que tengo. Esa niña es la culpable y no se me ha bajado desde el mediodía.

Al llegar pido un privado como siempre y Gianna es quien me atiende. Hace un baile muy sensual pero no provoca nada en mí y eso me confunde. Mi cuerpo siempre ha reaccionado a cualquier estímulo, en especial a ella que es una experta y mi favorita.

Se acerca y me besa con ansias, no se me mueve ni un pelo y eso me cabrea aún más. Comienza a hacerme una felación y mi piel no responde hasta que mi mente va a la escena de hoy a la mañana con el cuerpo desnudo de esa chiquilla.

Me corro con fuerza imaginando las manos de Anya en mi falo, mientras lame, chupa y succiona todo de mí, bebiendo hasta la última gota de mi esencia.

—Cariño, ¿qué te ha pasado? Estás muy tenso, creí que no te relajarías. Necesitas divertirte un poco y yo sé cómo; ven a la cama —me dice Gianna.

—Lo siento, será otro día. Debo atender unos negocios —me levanto y me voy dejándola sola.

Estoy perturbado, mi cabeza punza. Hablo con Andrea por teléfono y le ordeno preparar todo ya que no pasaré la noche en el club como tenía pensado.

Debo ser precavido antes de dar el siguiente paso. Papá me dejará a cargo del negocio oficialmente en la fiesta anual dentro de dos meses; luego tendré que forjarme un nombre para consolidar las alianzas que tenemos. Si quiero que no me abandonen, debo demostrar que no soy un incompetente sino el mejor jefe al que puedan apoyar.

—Patrick, traes mala cara; ¿problemas en el paraíso? —no estoy de humor para sus tonterías.

—En el paraíso no hay problemas porque simple y llanamente no hay nada —estoy molesto y aún no sé por qué.

—Lo decía por Gianna, no por tu mujer —lo miro serio.

—Es mi esposa, no mi mujer. Y Gianna no es nada mío, solo una puta a la que follo cuando voy al club para que me quite las ganas —mueve la cabeza y gira los ojos.

—¿Te estás escuchando? ¡Anya, te guste o no, es tu mujer, y Gianna ha tenido tu exclusividad por años! ¿Le has contado que te has casado? Ella está enamorada de ti y no creo que le agrade la idea de compartirte, aunque no tengas nada con tu mujer.

»Te traerá problemas, ya lo verás, no debiste darle exclusividad. ¡Se cree tu esposa, tío! —grita y mis ojos se oscurecen.

—¡Ella jamás tendrá derecho sobre mí porque no es nadie! Ya hablaré cuando volvamos. Ahora mi mente debe estar puesta en los negocios, no en las faldas —Andrea levanta los hombros y rueda los ojos.

—Yo solo te advierto que esa mujer te puede meter en problemas. Recuerda que el despecho es mal consejero y de eso tú sabes bastante —aprieto mis puños y cierro los ojos para calmarme..

Espero que los negocios vayan bien y que el mes pase lento..., muy lento. Si Andrea tiene razón, se avecinan tiempos difíciles en mi vida. Ojalá y se equivoque; no me gustaría tener que matar a Gianna, pero si me desafía... Ese será su triste final.


Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora