Epílogo

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Patrick

Hoy es el cumpleaños número cinco de Filippo, es un niño bueno y responsable para su corta edad. Me hace acordar a Piero que aunque tiene once, sigue siendo el mismo crío dulce, cariñoso y posesivo que cuida de sus hermanos y mami cuando yo no estoy.

Será un gran capo, eso sin dudas. Aunque por derecho le corresponden dos mafias muy potentes, como son la Sacra y la Armenia, dejaré que decida en el futuro si se hará cargo de las dos o solo de una, pero eso será en unos años, aún es pequeño para agobiarlo con esas cosas.

Cuando nació nuestro hijo viajamos a México para que Edgardo viera que no tenemos mala fe con el trato que hicimos y que de verdad habíamos tenido un varón. Anya se hizo amiga rápidamente de Lucinda, la esposa de Trujillo; comenzó a enseñarla a disparar, utilizar armas blancas y a luchar.

Luego de unos meses volvimos a viajar con Ailín y le enseñó otras técnicas más agresivas. La mujer estaba muy agradecida y ha entrado en el gremio de mujeres guerreras de la mafia. Ella les dijo a las chicas que seguía amando a su marido aunque él no se lo mereciera y sabrán lo que ocurrió...

Le dijeron que lo enamorara y le hiciera pagar todas sus humillaciones, por eso le dieron clases de baile, le enseñaron a seducir con gestos corporales sutiles. En definitiva, la convirtieron en una femme fatale para que enloqueciera a su marido cuando otros la desearan, pero a él le pagara con indiferencia.

Estuvimos casi dos años sin vernos, y cuando viajamos con Nicoletta para presentarla como la futura esposa del hijo de Edgardo... porque sí, señores y señoras... Al año y poco de tener a Filippo, Anya volvió a quedar embarazada y tuvimos una hermosa nena que es tres años menor que el hijo de Trujillo.

Como les decía, cuando hicimos la presentación oficial entre la familia, Edgardo me dijo que Lucinda lo estaba volviendo loco, que lo tenía comiendo de su mano, y todo por culpa de lo que le enseñaron las mujeres de mi familia y el cambio radical que había dado su esposa no solo en su personalidad, transformándose en todo lo que deseaba de una mujer.

Lucinda no lo dejaba acercarse a ella y se paseaba con vestidos muy sugerentes en sus narices ignorándolo por completo a no ser que hubiese una reunión de los cárteles en donde se comportaba cariñosa y hasta lo besaba, dejándolo duro y con ganas de más.

Estaba desquiciado, porque decía que se merecía todo lo que esa diabla le estaba haciendo, juró no volverla a tomar a la fuerza y lo había cumplido. El tema es que con el giro de 360º de Lucinda... se estaba enamorando de ella y eso era lo que justamente no quería, Laura lo había marcado al punto de sentirse aterrado por lo que sentía, pero esa es otra historia.

—Cariño, ya están todos, solo faltas tú —dijo mi piccola entrando al despacho acariciando su vientre de seis meses.

Sí señores, como leéis. Voy a ser papá por cuarta vez, tendremos otro varoncito y estamos muy contentos por eso.

—Ya he acabado, cariño. Cada día estás más guapa —digo besando tiernamente sus labios.

—¡Papi, papi! —entra corriendo y gritando Nicoletta al ver la puerta abierta—. Ippo quiele comel tolta, me lijo que shi ienes ahoda puelo shoplal las velitash —amo a mis hijos, pero esta niña me tiene loco como su madre.

—Vale mi amor, ven a los brazos de papi y vayamos a por el pastel de cumpleaños —me abraza y besa con fuerzas chillando feliz.

—La pobre no sabe lo que le espera cuando crezca con tres hermanos celosos y un papá dominante —dice Anya y comienza a reír.

—No me amargues la tarde cariño, déjame disfrutar de mi princesa sin quemar etapas, por favor —le digo y la abrazo con mi brazo libre mientras caminamos hacia el jardín.

Al llegar, saludo a los invitados y partimos la torta. Los críos corren de un lado a otro persiguiéndose y siendo la alegría de los mayores que los miramos con mucho amor y devoción. Me retiro hacia un costado apartado para capturar sin que se den cuenta esos momentos que deben perdurar en el tiempo.

Cuando miro hacia atrás me parece increíble todo lo que hemos vivido desde que nos conocimos con mi chiquilla. Ver a mi familia unida es lo mejor que podía haberme pasado, que Ailín me perdonara fue el mejor regalo que tuve cuando creí perder a Anya.

Mirar a mis amigos que son como hermanos, junto a sus mujeres siendo al fin felices luego de pasar tantas vicisitudes, hace que mi corazón se ensanche.

Disfrutar de mis hijos y sobrinos es lo máximo, pero por sobretodo, lo que más amo, es ver a mi mujer sonreír y mirarme cada noche cuando nos abrazamos en la cama.

Si tuviera que volver el tiempo atrás, no cambiaría nada, porque sin esas vivencias, hoy, no sería el hombre completo que soy. No tendría un amor puro como el de Anya y seguiría perdido en la oscuridad de mi alma sin ver lo maravilloso de la vida.

—Te noto muy pensativo amor... —susurra mi chica en mi oído mientras lame el lóbulo encendiendo una hoguera entre mis piernas.

—Pienso en la maravillosa familia que tenemos y en que sin ti nada de esto hubiera sido posible, piccola —me besa mientras acaricia mi paquete con cadencia—. Nena, no me hagas esto... —digo jadeando.

—Tu pitón quiere comer, y yo tengo lo que necesita —dice mordiendo su labio inferior, mientras introduce por debajo de su vestido mi mano hasta llegar a esa zona caliente que está lista para mí.

—Entonces volvamos al despacho —gimo ante el toque de mi mujer en mi cuerpo.

—Te amo, señor Greaffagnino —se acerca a mi boca y lame mis labios con descaro.

—Y yo la amo a usted, señora Graffagnino —sin mediar palabra la cogo en peso y salgo a toda prisa hacia cualquier lugar que nos de intimidad y me deje amarla como tanto deseo.

Porque sí, la deseo cada día y a cada hora. Mi amor, apetito y lujuria, no merman con el tiempo, al contrario, se incrementan, y que ella me corresponda de igual manera me convierte en todo un hombre de las cavernas.

Ella es mía, y así lo será por toda la eternidad. Porque este amor, nada lo podrá separar... ¡ni siquiera la muerte!

Final


Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora