Capítulo 31 - Castigo delicioso

11.3K 377 2
                                    

Patrick

Necesito calmar a mi mujer y hacerle sentir que ella es la única en mi mente y corazón.

—Amor, no hay ninguna otra, nunca lo ha habido. Gianna es una desquiciada a la que acabaré en breve —digo para calmarla.

—¿Cómo es eso?, creí que ya estaría bajo tierra —dice molesta.

—Está en un sótano frío y húmedo, ordené que la mantuvieran allí hasta tener la cabeza despejada para pensar la mejor manera de eliminarla. Necesitaba que estuvieras completamente fuera de peligro y a salvo antes de tomar cualquier decisión —me mira con amor.

—Me parece un sueño estar así contigo, creí que jamás volvería a tener la oportunidad de verte y pedirte perdón, por eso me altera que esa mujer siga con vida —no quiero que se culpe de nada de lo ocurrido.

—Pero no es un sueño, estás junto a mí, me amas tanto como yo a ti, correspondes el sentimiento de Piero y lo aceptas como tuyo. Para mí no hay necesidad de pedir perdón, no quiero que sigas sufriendo por lo que pasó —me abraza y besa con ternura dejando escapar unas lágrimas.

—¿Dónde ha quedado ese hombre frío, déspota, calculador, egocéntrico y autoritario? —dice sonriendo mientras limpia sus mejillas.

—Sigue estando aquí, aunque para ti no está disponible —contesto alzando una ceja.

—Quiero disculparme por mi exabrupto delante de todos en la mesa, desde que Piero me dijo mamá una posesividad desmedida se apoderó de mí. Algo se despertó anoche al hacerme tuya y ya no hay vuelta atrás —baja la cabeza apenada.

—Ni quiero que la haya Anya, te amo con locura y déjame decirte que esa faceta tuya de mafiosa me prende a mil. Tuve que hacer mi mayor esfuerzo cuando te vi retarme y hacerle esa llave a Valeria para no tomarte en peso y traerte hasta aquí para follarte con ganas —su boca hace una gran «ohh».

—Pues de eso quería hablarte... Quiero que me entrenes, Ailín me enseñó un poco de defensa personal, a hacer llaves y a mejorar mi puntería..., pero, me falta mucho para estar a la altura de la mujer de Patrick Graffagnino —si pensaba que no podía amarla más ahora me retracto.

—Ya estás a mi altura cariño, no necesitas ser mafiosa para ser la mejor opción para mí, te amo por cómo eres y no tienes que cambiar nada para agradarme, ¿lo sabes verdad? —hace un gesto con su carita y asiente.

—Está bien, aunque me hubiera gustado ser más como tu hermana para que no me vuelvan a coger desprevenida —sonrío mientras la miro a los ojos.

—No he dicho que no te entrenaré... De hecho disfrutaré mucho haciéndolo —mi mirada oscura la hace estremecer.

—¿Entonces estás de acuerdo? —abre los ojos y traga grueso al verme acercarme como depredador.

—Por supuesto que lo estoy, siempre me ha excitado verte enfadada y respondona..., pero en acción..., ¡será la puta hostia! Parte del entrenamiento te lo impartiré yo y otras hablaré con mi hermana —muerde su labio inferior y sonríe.

—Ella es la mejor en lo que hace, aún recuerdo cómo acabó con los sicarios de Fiorella y rescató a mi hermano y sus hombres... —Ailín es letal y nada la detiene a la hora de alcanzar un objetivo.

—Cariño... —me relamo los labios y la miro con lujuria—, te has portado mal el día de hoy y te espera tu castigo, ¿o creíste que me olvidaría? —su respiración se agita y su nerviosismo incrementa.

—Yo..., pues..., mmm... —no hilvana palabras, porque aunque lo niegue le excita pensar en lo que le haré.

—Te dejaré claro quién es tu dueño, el único hombre al que puedes tocar y acariciar. Ahí no entran los miembros de sangre de la familia; soy un enfermo dominante, sádico, celoso y posesivo..., pero no al extremo de negarte las demostraciones de cariño con los tuyos —digo.

Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora