Capítulo 37 - ¡¿Dónde está mi hijo?!

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Patrick

A pesar de que nos retrasamos varias horas, la entrega ha sido un éxito. Debo reconocer que desde que Anya trabaja conmigo me siento más seguro y confiado. Es muy buena en lo que hace, controla hasta el más mínimo detalle.

Me parece increíble que inspeccione todo desde la sala de control de la villa; eso me tranquiliza porque sé que está protegida. Con el pinganillo nos va dirigiendo y allanando el camino cambiando los semáforos de color para que nada nos detenga hasta llegar a nuestro destino.

—¡Mi amor, llegaste! —dice mi chiquilla saliendo del recinto y saltando encima de mí.

—¡Piccola! Me encanta este recibimiento —atrapo su boca y la beso con hambre.

—Mmm... Amor, veo que me extrañaste —su sonrisa socarrona hace volar mi imaginación.

—No sabes cuánto —digo y cambio mi mente porque acabaremos dando un espectáculo enfrente de mis hombres—. ¿Piero está durmiendo? —pregunto al mirar el reloj y ver que son pasadas las 22h.

—No lo sé cariño. He estado todo el tiempo en la sala controlando vuestra entrega y no tuve tiempo de mirar las cámaras de seguridad de la casa para ver lo que hace mi niño —contesta apenada.

—Tranquila, estás pendiente de todo lo que hace nuestro hijo, lo ayudas con su tarea, a ducharse y juegas con él. Eso sin contar que lo llevas y recoges del colegio prácticamente todos los días.

»Por un día que no lo supervises no le pasará nada y tampoco creo que se vaya a enfadar, es un crío muy inteligente y comprensivo —le digo depositándola en el suelo.

—¿Qué te parece si antes de ducharnos y cenar le damos el beso de las buenas noches? —dice entrelazando nuestros dedos mientras caminamos hacia la casa.

«Por estas pequeñas cosas es que la amo tanto, ¡Dios, gracias por esta segunda oportunidad de ser feliz!», pienso mientras le sonrío con amor.

—Por supuesto piccola, lo primero es nuestro niño —me mira y sus ojos destellan felicidad por mis palabras.

Al entrar a la habitación de Piero me desconcierta ver su cama extendida sin signos de que alguien haya estado aquí en todo el día. Normalmente cuando llega del colegio se sienta en ella para cambiarse y deja su ropita encima.

—Qué raro —digo en un susurro.

—¿El qué amor? —pregunta mi mujer.

—Que la recámara está como si nuestro bambino (niño) no hubiera venido a su habitación a quitarse el uniforme después del cole —no quiero ponerme paranoico, pero después de lo de Anya lo estoy en extremo y más sabiendo lo que se avecina con los mexicanos.

—Tienes razón, espera que voy a la habitación de Valeria —dice y sale hacia allí.

Mientras tanto bajo al vestíbulo y llamo a Andrea, tengo un mal presentimiento y por eso prefiero comenzar a reunir a un equipo de búsqueda.

—¿Está con ella? —le pregunto a Anya al verla bajar las escaleras.

—No, ahora la iba a llamar; tal vez se lo llevó a su cita con Rodrigo —al escucharla Andrea se tensa.

—Espero que sea a comer y no a un hotel, porque soy capaz de matarla si deja a mi hijo solo para intimar con ese hombre —mis palabras hacen que mi mano derecha apriete los puños.

—Tranquilo, me dijo que quedaría con él para decirle que acepta su propuesta de irse a vivir juntos a Chicago. La verdad es que me alegro por Valeria; es joven, hermosa y se nota que ese hombre está loco por ella.

Desvelando tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora