~25~

12.3K 796 68
                                    

Thaile.

Tengo que regresar a mi departamento para vestirme adecuadamente para el velorio, mientras el secretario hace lo mismo en su mansión. Al llegar, encuentro al niño sentado en el sillón con una expresión más seria de lo habitual, pero lo ignoro y me encierro en mi cuarto para cambiarme.

— ¿Cómo te fue en las clases? —le pregunto al salir de mi habitación.

—Bien —respondió tímidamente.

—¿Qué pasa?

Le pregunto, notando que sigue con la misma cara de espanto.

— ¿Vas a matar al papá de Rosie? —pregunta, y algo se me atora en la garganta, impidiendo el paso de saliva.

—¿Revisaste mis archivos en la computadora?

Asiente, desviando la mirada.

—¡Carajo, Nicolás! —le lanzó una fuerte palmada a la pared, tratando de mantener la calma. Me acerco a él, alterada y buscando una explicación adecuada, pero él se levanta y retrocede con miedo, encerrándose en su cuarto.

—Sal de ahí... —toco la puerta, haciendo acopio de toda mi paciencia para no espantarlo más. —Que no te voy a hacer nada. Abre y sal, por favor.

Le aclaro, preguntándome en qué momento pasé de perseguir hombres para matarlos a perseguirlos y rogarles para que me abran una maldita puerta.

—¡Perdón, no vi nada! —chilla desde adentro, provocándome punzadas en el pecho. —¡No vi nada!

—Necesito que te calmes y salgas.

-¡No! —grita desde el interior. —¡No quiero!

Vuelvo a suspirar, recargándome de paciencia.

—Escúchame, sé que te asustaste por lo que pudiste ver...

Y cualquier niño cuerdo se asustaría si viera la computadora de una asesina a sueldo con imágenes explícitas de sus trabajos.

Me maldigo por no haber protegido esos archivos antes de darle la portátil.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunta, con la respiración agitada, y solo se me ocurre una respuesta.

—Porque me tocó...

Un silencio ensordecedor lleno el apartamento.

—Así como a ti te tocaba robar comida para comer, pues...

Continúo, usando su experiencia como ejemplo para que lo comprenda mejor.

—No te voy a hacer daño si es lo que te preocupa...

Jamás había tenido que aclarar algo así, y aquí estoy, con este mocoso.

—¡Quiero irme con Blanca! —pide entre sollozos. —Ya no quiero estar aquí.

—¿Qué? —exclamo, perpleja por su petición.

—Ya no quiero vivir contigo.

—Pero... —no, no voy a rogar a nadie para que se quede en mi vida. —Está bien, hablaré con ella.

Y eso es lo que pasa cuando dejas entrar a una persona que no debías a tu vida. Como siempre, termino dejándome. Pero qué más da; si se quiere ir, que se largue.

Solo me importaba que él no tuviera que lidiar con la adicción de su madre y tener comida sin tener que robar en las calles. Eso también se lo puede dar Blanca, y mejor si se queda con ella, pues al final es quien será su tutora, no yo.

No planeaba llevar al funeral, pero dadas las circunstancias, no puedo dejarlo solo. Me sorprende que no haya huido.

—Vístete con ropa negra —le ordeno desde afuera. —Vamos a un velorio.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora