Capítulo 19: Caliente, ardiente... Pepinillos.

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Theodore

Groserías... Nunca me escucharás maldecir a menos que realmente esté enojado a punto de destruir cualquier objeto a mi alcance y tal vez invadir propiedad privada. Sin embargo, justo ahora, quiero soltar una grosería.

¿Han escuchado hablar de los meteoritos?

En este punto, me identifico como uno de esos. Existen muchos, de varios tipos, así que, podrás verme deambulando, tratando de explicar cada uno de ellos, pero, no tengo tiempo, sé me está acabando, y mis pensamientos se desaparecen y reaparecen con cosas nuevas. Sencillamente, un meteorito se forma de planetésimos —es decir, conformación de planetas terrestres o interiores de manera sólida, dichos cuerpos chocan y se unen—, o mismos que se encuentren desintegrados por choques múltiples, inclusive se pueden llegar a estimar en la clasificación de los cometas; y se define como aquel evento astronómico que se prevé sobre la superficie del planeta buscando desintegrarse en la atmósfera, lo curioso es que el meteoro en sí es aquella luz que se percibe en su centro.

Estoy besando a Josephine; estoy besándola como que nuestras bocas están alineadas, mi lengua busca su interior y el sabor dulce llega a mis papilas gustativas, mi mano está tomando de su cuerpo varias partes como sus pómulos, su cintura, su cadera, su brazo. Me siento como un meteoro porque este evento: El beso. Se ha formado de muchas cosas; desde nuestro primer vistazo en aquella habitación dentro del escape de una fiesta, de su sonrisa tímida cuando nos volvimos a encontrar, de sus saludos porque ella se encarga de hacerme notar lo desesperado que puedo ser por hablar con ella que hasta me olvido de decir Hola, de sus palabras de ánimo y halago luego de que me fuera a ver jugar, de aquel momento en el túnel, de nuestra visita a Tunes, de nuestro primer, segundo, y no puedo recordar cuántos veces nos hemos dado ya un beso porque mi mente está perdiéndose. En pocas palabras; de nuestros momentos en el Jeep, de aquellas sonrisas que soltamos en una conversación, de sus risas que me hacen sentir de todo, en sus palabras, en cada cosa que hemos compartido desde que la conozco. Bien puedo considerar todo lo anterior como planetésimos, y aquella fuente de luz se puede asemejar a mis sentimientos por la dulce rubia, porque sí que tengo emociones por ella, no son de un instante, son largos, sin retorno y eternos.

Estoy enamorado de Josephine Wilson.

No sé cuándo empezó, probablemente desde que la vi, o cuando coloco la primera canción en el Jeep, o ¡Por el ángel! No lo sé, pero, lo que si se es que estoy enamorado de ella y es la sensación más lúcida que he tenido en mucho tiempo.

Jadeo cuando tengo que retirarme en busca de aire para mis pulmones; Josephine suspira de manera temblorosa y entorna sus dedos sobre mi muñeca.

¿Cómo un intercambio de opiniones sobre un libro termino así?

—¿Qué es lo que estamos haciendo, Theo? —pregunta con su voz aterciopelada a punto de quebrarse. —No lo sé, dulzura. Enserio que no lo sé—. Es lo que quisiera decir.

No es una pregunta a la acción que estamos haciendo. No está hablando del beso. Está hablando de algo más. Y no le contesto, no le doy una respuesta. Me quedo en silencio recuperando mi respiración, me quedo en silencio observando su rostro contrariado; sus pómulos sonrojados y la mirada oscurecida y nebulosa de lágrimas.

La estoy lastimando con mi silencio.

🏒🩺

El aroma a granizo pica en mi nariz; observo como los jugadores de mi equipo dan vuelta por la pista de hielo en sus patines, están empleando tiros buenos con los cuáles estoy seguro de que ganaremos en el siguiente partido, a diferencia de mí, que parezco un zombie tratando de asegurar un punto en el marcador. Suelto un suspiro cansino, me deslizo sobre el firme hielo tratando de agilizar mis piernas dormidas; sin embargo, mi mente está divagando en otro lado, más bien en alguien. Josephine.

«Todo lo que quiero» (GC #2)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora