Capítulo 17: Un final feliz no solo es feliz porque...

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Theodore

Los seres humanos estamos idealizados a sobre pensar las cosas; por lo general, soy de ese montón de personas que lo hace, como también me acredito a ser ese 5% de las personas que lo hacen dependiendo de la situación. 

Teniendo esto en mente, puedo evocar algunos conocimientos que se sueltan de los engranajes de mi proceso mental. Newton formuló una base de leyes para la física dinámica, en total tres; la más conocida es la ley de acción- reacción. 

Revistiendo el concepto formal, decimos que, se establece con la interacción de dos cuerpos que se muestran iguales y con sentido opuesto por cada uno; por tanto, la primera fuerza se llamará acción y la segunda será reacción.

En pocas palabras, y con lenguaje comprensible como especifica mi melliza. Imagina que estás en una partida de canicas; hay tres canicas en el suelo, y una en tu posesión, al tirar de la canica de tu mano, golpeará una de ellas, digamos que será la que se encuentra justo en el centro; entonces, la canica que estaba en tu mano y es lanzada se detendrá, sin embargo, pondrá en movimiento a la canica golpeada, demostrando así que la acción de tirar de nuestra canica pondrá una reacción para el objeto que será percutido.

Ahora, aplicando esto en mi vida; mi acción de seguir a mis amigos para recuperar los cromos de Phineas obtuvo una reacción en mi estadía de la estación de policía, aun así, no estimaba que se procediera a exceder con una más, logrando que mi abuela me diera la mirada enojada que tiene justo ahora.

—¡En la cárcel, Theodore! ¡En la cárcel! —proclama ella con las manos sobre sus caderas mientras da vueltas a la sala. —¿En qué pensabas, hijo? —pregunta, soltando un suspiro cansino.

—Abuela, no fue nada ¿sí? —murmuro. —Además no era la cárcel, solo estuve en una celda provisional. No fue nada grave. —agrego. 

Ella suelta un bufido, mientras que Ada, quién se encuentra sentada en el sofá de la esquina, observa la situación con diversión escondida.

—¡Theodore Floyd! ¡Con esta fue la tercera vez! —grita ella, y bajo mi cabeza notando el tono de regaño en cada palabra.

—Ya sabes lo que dicen, Abu. La tercera es la vencida. —comenta, Ada con una sonrisa. 

La abuela le da una mirada enfadada. 

—No es un juego, Ada. —dice. —Y tú, Theodore Floyd estás castigado; de la universidad a la casa, y de regreso. Ni una salida más. —apunta con su dedo a mi presencia en la estancia.

¡Por todo lo santo! ¡No fue mi culpa! ¡Al menos no toda!

🏒🩺

Me encuentro totalmente castigado, como enserio que lo estoy, solo faltan los barrotes en mi ventana; me encuentro bajo llave. 

Bueno, eso no es cierto, pero, me siento así. 

De todo lo que puedo, podría, debo, y debería pensar, acabo haciendo lo contrario a ello, así que, la palabra cómics sale de mi mente, siendo reemplazada por una sola persona. Una rubia con los labios más llamativos que he visto en mi vida, con un dulce sabor en ellos, con un aroma predilecto que me hace perder los estribos. 

Se necesita de toda mi fuerza de voluntad para no desviarme a imaginarnos haciendo más que besarnos, porque yo enserio, de veraz, anhelo dejar un camino de mis besos sobre su cuello, quizás acariciar su cabello mientras lo hago, o simplemente hacerlo mientras una de nuestras canciones se reproduce. Eso sería sumamente genial como lo más genial que puede existir. Y es así como puedo escuchar su risa en mis oídos; su sonrisa en mis recuerdos me hace soltar un suspiro. 

«Todo lo que quiero» (GC #2)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora