Capítulo 22: Fortaleciendo corazones.

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Josephine

En mi segundo semestre por la facultad de Medicina, exactamente para mi clase de Metodología de la Investigación Científica I, tuve la oportunidad de presidir sobre ciertos datos curiosos.

¿Se han preguntado alguna vez la cantidad de palabras que puede soltar la boca humana durante un minuto?

Por supuesto que no.

Según un estudio que calculaba la velocidad del hablante, nuestra boca puede pronunciar 125 y 190 palabras por minuto, ya sea, de manera lenta o rápida.

Creo que he llenado de evidencia incongruente aquel estudio porque he dicho más que de 190 palabras en un minuto desde que me encerraron en esta celda junto a Theo.

Solo pensar lo que dirán mis padres cuando se enteren que estuve aquí; más bien temo lo que dirá mi madre, seguro me da una mirada larga llena de decepción mientras que mi padre se dedicara a parlotear sobre un millón de cosas que repetirá como un ciclo de lavado hasta que lleguemos a casa. Probablemente, me pidan que deje de ver a Theo, aunque ninguno de ellos sabe que hay un chico revoloteando a mi alrededor, aunque es más justo decir que revoloteamos de manera conjunta.

Alzo mi cabeza cuando la puerta de barrotes es abierta causando el chillido del metal oxidado inmiscuirse por mis oídos; Theo ingresa soltando un suspiro largo, y cuando su mirada avellana se encuentra con la mía me da una sonrisa que logra calmar todo mi sistema nervioso.

—El entrenador Simmons y la abuela están por llegar. —notifica haciendo que guarde silencio mientras decido ignorar el resto. Incluso cuando procede a sentarse a mi lado intentando tomar mi mano.

—¿Estás molesta conmigo? —pregunta. Sus ojos me escrudiñan queriendo sacarme la verdad. Realmente no es que este molesta con él, más bien estoy preocupada de lo que dirán en mí en casa, o de lo que pueda decir su abuela en cuanto me vea.

—Solo preocupada. Es todo. —murmuro dándole un repaso a su rostro.

Presiono el filo de mis dientes sobre mi labio inferior al momento en que mi corazón recibe una explosión como si estuviera en una base militar y acabaran de soltar explosivos letales porque Theo se acerca, y con la yema de sus dedos acaricia mi boca haciendo que suelte un respiro jadeante en cuento sus ojos avellanas se vuelven chispas de pasto verde.

—¿Entonces te has calmado por completo? ¿Ya no quieres agredir oídos con los chillidos que soltabas? —suelta una carcajada suave, y cuando estoy a punto de replicar, su boca busca la mía en un beso. 

Theo aferra sus dedos sobre mi mentón presionando sus labios de manera rápida y concisa, deslizando su lengua solo un poco, por lo que, termino tomando un poco de su camisa entre mis dedos buscando la calma de este beso parecido a una tormenta.

—No te preocupes más. —pide.

—Tú no pides cosas fáciles. —susurro, divertida.

La tensión que tenía al principio se evapora con aquel beso; su mano busca la mía y besa mis nudillos haciendo que una sonrisa cubra mis labios a la vez que mis ojos se entrecierran. Mis mejillas se sienten sonrojadas. Theo se queda a mi lado mientras esperamos unos cuantos minutos más hasta que el oficial Clark habla entre dientes y abre la celda para nosotros.

—Ya pueden salir. —asegura con mirada molesta. Algo me dice que le caímos mal a este hombre, aun así, Theo no repara en mostrarle una sonrisa ganadora que me hace sonreír.

Cuando salimos de la estación de policía aún tengo la chaqueta de hockey sobre mi cuerpo, sin embargo, mentiría si dejara que mis manos no tiemblan cuando la mirada de Simmons Derry se traslada a mí, luego, de soltar una reprimenda a Theo por lo ocurrido está noche, entonces, descubro que no es su primera vez en una celda provisional; su abuela Monique Floyd cedió un golpe en su hombre y lo jalo de sus orejas mientras lo sacaba del lugar con la mirada de los oficiales de policía.

«Todo lo que quiero» (GC #2)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora