Capítulo 29: Si tuviera 30.

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Theodore

Me duele respirar porque mis costillas ya estaban hechas trizas por el entrenamiento pasado. Me sostengo contra la cama al momento en que inclino mi boca para devolverle el beso a Josephine.

Suspiro con fuerza cuando su mano escala sobre mi hombro, y suelto un siseo cuando su mano se presiona contra mi mejilla.

—Lo lamento. —se disculpa.

Está por levantarse, pero, mi mano sobre su muñeca la detiene. Distingo el rastro de lamento en sus orbes marrones. Tiro de su cuerpo sobre la cama y me coloco sobre ella entre jadeos dolorosos por mi cuerpo lastimado.

—Yo no lamento nada. —murmuró contra sus labios. Mi corazón salta ante su presencia, y mis manos vagan por su cintura con ansia. —Nunca lamentaría nada que te involucre. —agregó en voz baja.

¿Sabían que hay miradas que congelan?

Es ese instante en el que de repente no puedes moverte, pero, puedes sentir lo que ocurre a tu alrededor; siento el aire, el calor recorriéndome, los latidos de mi caja torácica, la saliva pasando por mi garganta y el parpadeo de mis ojos, es como echar raíces.

Mis dedos tocan la cadena que se posa sobre el cuello de Josephine.

Puedo tener un día malo, pero, sí veo ese anillo allí y mis manos están sobre ella o con su simple presencia todo va mejor, y es como echar raíces, como congelarse en su mirada marrón llena de marea rebosante y demoledora.

🏒🩺

Mi abuela se espantó enormemente cuando me la encontré en la mañana escabulléndome a mi habitación, luego de quedarme a dormir en casa de Josephine.

Estaba tan preocupada que ni siquiera me regaño por meterme en peleas. Me sentí mal porque lo que menos quiero es que ella obtenga sustos así. No es un secreto que ella sufre del corazón y cualquier noticia puede ocasionar algo malo a sus latidos como subírsele la presión y llegar a un infarto en el peor de los casos.

Ada ni se diga, ya estaba llamando a mis mejores amigos y sacando la artillería pesada para ir contra las personas que ocasionaron moretones en mis costillas, una ceja rota y una mejilla amoratada.

Esquive todas las preguntas que me hicieron en el entrenamiento sobre lo ocurrido porque no deseo un enfrentamiento entre el equipo de hockey y americano; sobre todo, cuando no fueron miembros del fútbol que me atacaron sino solo uno. Inclusive cuando el entrenador me dio una mirada asustada que no parecía creer lo ocurrido, incluso cuando preguntó si me encontraba bien y quiso dejarme en la banca por cualquier cosa porque no quería que me arriesgara, aun así, callé y continúe.

Aún siguen en mi mente las cosas que Josephine me confió, y hubo muchas cosas que me hicieron enojar y también que me hicieron querer abrazar a la Josephine Wilson de meses atrás que paso eso sola resguardando todo como un secreto que no es. Como dije ella merece que todos la vean, no ser ocultada.

—A mí no me vas a mentir ni ocultar nada, Theo. —asegura, Cody en cuanto los demás dejan las regaderas y solo quedamos los dos. —Fue ese hijo de puta de McDuggents, ¿no es así? —pregunta. 

Me sobresalto un poco por sus palabras, casi nunca suelta tacos, menos aún si son tan malsonantes como ahora.

—No te diré nada, Cody. Eres mi mejor amigo, y sé que lucharías conmigo si te lo pidiera porque nos cuidamos las espaldas, claro que lo sé, pero, no ahora, no con todo ese enojo que estás sintiendo ahora. De los dos tú eres menos cabezotas. —mencionó. 

Tomó mi bolsa de entrenamiento colgándola sobre mi hombro, y con su mirada inquisidora salgo de los vestidores.

Me detengo a medio camino cuando el entrenador Derry se posiciona frente a mí.

«Todo lo que quiero» (GC #2)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora