Capítulo 38: ¿Bailamos country hasta el amanecer?

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Theodore

Todo se siente como despertarse de un sueño eterno, y probablemente lo sea así hasta que mis ojos interceptan a la figura femenina a mi lado; mis brazos envuelven su cuerpo por completo. 

Mi nariz se remueve sobre su cabello haciendo que mi corazón se agite al reconocerla. 

Su respiración es lenta y su mano derecha se aferra a la tela de mi camiseta con fuerza como si no quisiera dejarme escapar mientras que su mano izquierda está sobre mi hombro. De repente, me suelta y se gira hacia la luz del sol que recae en su rostro, entonces, dejo que mi mano sostenga mi cuerpo cuando me siento sobre la cama y cubro a Josephine con la sábana. 

Ella murmura algo inteligible, y luego se queda en silencio. 

—Eres brillantina purpura y esa es mi favorita porque es como polvo de estrellas; algo mágico, sensacional y fantasmagórico como tú. —pronuncio mientras los dedos de mi mano izquierda quitan el cabello rubio de su rostro, entonces, vislumbro algo parecido a una sonrisa. 

—Sabes cómo está mi corazón. —inquiere abriendo sus ojos. —Está hecho un lío de estruendos por ti. —añade. 

Se incorpora sobre la cama y gira su rostro para mí, entonces, se inclina colocando sus manos sobre mis hombros al momento en que su boca se deja caer sobre la mía. 

Sabe a dulces. Dejo ir mi brazo hacia su cintura tirando de su cuerpo para colocarme sobre ella; suelta un suspiro cuándo me alejo para mirarla fijamente. Sonrío y mi boca se une a la suya nuevamente; tirita al momento en que mi lengua delinea su labio inferior. Ella abre su boca y no tardo en darle una batalla mientras mi mano derecha se queda adherida a su cintura.

—Dioses, estás haciendo que pierda la cabeza. —susurra contra mi boca; me da una mirada larga. 

—Dulzura, estamos en los mismos términos. —menciono soltando una carcajada flojita. Giro sobre mí mismo y me quedo acostado a su lado.

—Hay juego está noche. —murmura con un tono cohibido. 

No necesito saber más porque enseguida estoy contestando.

—Quiero que estés allí está noche y las que sigan, dulzura. —respondo la pregunta implícita.  

Observo como ella se levanta de la cama; sus pies descalzos descansan hacia el armario. 

Lleva puesta una camiseta blanca algo desgastada y grande que cubre la mitad de sus muslos. 

Me recuesto con los brazos detrás de mi cabeza y suelto un suspiro.

—Eh, deberías llevarme a casa si asistiré al partido. Para prepararme. —menciona.

—Aun no quiero que vayas a casa. —comento, y ella ladea la cabeza divertida mientras sus mejillas se encienden de un color rojo.

—Entonces, no podre ponerme guapa.

—Dulzura, tú siempre vas guapa. —pronuncio mientras me levanto de la cama y dirijo mis pasos hacia ella terminando de encerrarla con mis brazos a ambos lados de su cuerpo.

Su espalda se queda pegada al armario de mi habitación; su respiración se vuelve pesada y me da una mirada fija en mis labios antes de aclararse la garganta y echarme una mano hacia el pecho para sostenerse.

—Vale, entonces voy guapa con esta camiseta. —inquiere.

—La más guapa de todas por mucho. —confieso.

Han pasado dos días desde que me buscó, soltó todo lo que tenía que decirme, y luego, la perseguí a su casa por mi idiotez, y terminamos plantándonos un beso de reconciliación. Así que, aún hay momentos en que me aterra un poco dejarla en casa y decida cambiar de opinión.

«Todo lo que quiero» (GC #2)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora