Todos los sobrevivientes fueron llevados en carretas cerradas, separando a las mujeres de los hombres. Astria se mantuvo en silencio junto en una esquina mientras la carreta se iba moviendo bruscamente. No conocía a nadie, no se le hacía ninguna cara conocida siendo que ella vivió en el castillo casi un mes. Volvía a estar sola, volvía a ser insignificante.
Tenía miedo, no quería perder su castidad así, con un hombre que apareció de la nada y mató a su padre, no quería sentir dolor. Su brazo aún ardía un poco y los dedos del hombre habían quedado marcados en su piel, no se imaginaba que más podría hacerle a su frágil cuerpo. Preferiría mil veces estar en compañía de esas mujeres que alguna vez fueron sirvientas. Estaba incluso la dama de compañía de la reina, aún cargaba con el collar que se les entregaban, solo por eso pudo reconocerla.
Intentó tratar de conciliar el sueño, el carro se movía de un lado hacia otro y la hacía sentir somnolienta, se acurrucó y se abrigó con las pieles. Descubrió que no solo eran bastante abrigadas, sino que también tenían un perfume muy especial, un tanto varonil, que la hizo más de una vez enterrar su nariz y analizar el olor. Era agradable, nunca en su vida había olido el aroma de un hombre, solo había fragancia de mujer en su castillo, pero no sabía si el olor era parte de un perfume o simplemente así era el olor corporal del rey.
La noche se hizo eterna, pequeños rayos de luz entraban de vez en cuando por las uniones de la madera, pero no era suficiente para ver todo el exterior. A veces se hacía muy oscuro y silencioso escuchándose solo los caballos galopar. La madera temblaba y rechinaba despertando a todos, no se podía conciliar un sueño tranquilizador.
Cuando por fin los caballos dejaron de correr, el carro se detuvo y el ruido de los hombres inundó el lugar. Varias mujeres se levantaron y trataron de ver por los orificios, pero Astria solo se mantuvo sentada intentando volver a dormir. Las mujeres intentaron abrir la puerta o sacar alguna madera que les ayude a escapar o a golpear a los soldados en cuanto abrieran, pero ningún intento resultó bien. Solo le quedaba aceptar lo que venía, ya no quería pensar en el destino que la esperaba, por otro lado, si lo que le esperaba era algo mejor que estar sola en un castillo o encerrada, eso sí le daba esperanzas.
Su cuerpo se sentía mejor, pero aún no bien del todo, había sentido como la luna le entregaba un poco de su fuerza y eso también hizo que su apetito volviera. Se dio cuenta de que no había comido desde la noche anterior y se mantuvo todo un día sin comer. En ese tiempo no había tenido hambre, pero ahora eso le hacía arder las tripas.
—Parece que dormiremos aquí —dijo una mujer con cabello largo y café.
—Sí, están armando tiendas.
—Debemos salir todas con rapidez en cuanto abran la puerta.
—Sí, claro, y nos rebanarán con sus espadas.
—¿No escucharon? Somos solo trofeos para ellos. Todas seremos violadas y vendidas.
—Dios ampárenos.
—¿Y tú? —dijo una acercándose a Astria— ¿Acaso no puedes hacer nada?
—No le hables así, ella sigue siendo la princesa.
—Ya que, por culpa del rey, estamos aquí, ¿Acaso no es por ti quien trajo a todos esos hombres?
—¿Por mí? —Astria no entendía bien lo que les decían.
¿Por ella su padre había formado una deuda?
El cerrojo del carro rápidamente hizo un sonido y todas se asustaron amontonándose en la parte de atrás. Se abrió la puerta mientras, la madera rechinaba y entró un soldado con una antorcha. El hombre también tenía la piel más oscura y su rostro desprendía belleza. Ahora sin casco, Astria se dio cuenta de que realmente estaban entre otra raza de personas.
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Desde los ojos de una Estrella.
Kurt AdamSiendo la hija no reconocida de un gran rey, Astria ha sido denigrada toda su vida encerrada en uno de los castillos del reino, donde la soledad había convivido constantemente con ella. Una chica alegre e inocente, con una particularidad única que n...