Capítulo 63.- Una realidad.

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La coronación ocurrió justo al término del matrimonio. Pasando a uno de los salones, los escribas estaban listos para plasmar la historia en papel. Astria fue vestida con un abrigo de piel hermosamente decorado y sosteniendo una espada se coronó a la nuestra reina de Átkozott. Burak se arrodilló frente a ella y en cuanto lo hizo, todos se postraron a sus pies, desde el primer hombre frente a ella, hasta el último hombre que esperaba paciente poder verla. Las calles principales estuvieron llenas, amontonándose con una curiosidad gigantesca, el bullicio se sintió por toda la ciudad.

El carruaje se preparó con anticipación y los reyes salieron a dar vueltas por la ciudad, Astria se llenó de asombro a ver toda la cantidad de personas que esperaban verla. Le lanzaban rosas, regalos y le regalaban sonrisas. Ninguna persona le deseaba mal o le tenía envidia, ella era amada, respaldada por un reino completo.

Burak más de una ocasión tuvo que sostenerla, su entusiasmo era enorme, pero nunca le pidió que se tranquilizara, ella lo estaba disfrutando de una manera poco normal. Él tuvo que aceptar el hecho, que no solo él la amaría, sino que toda su gente, En una ocasión un Átkozott logró aferrarse al carruaje, para poder, aunque sea tocar a la reina, pero Burak lo atemorizo fácilmente.

La última dama blanca, la última reina que había gobernado al lado del rey, había vivido hace casi dieciocho años, Astria era un evento único.

—¿En serio tengo que compartirte con todos ellos? —Burak no se aguantó.

—Oye, tú me tendrás siempre.

—Sí, pero este día no será siempre —dijo agarrándola de su diminuta cintura y sacándola de la ventana. La cortina rápidamente se cerró.

—Burak.

—Ven aquí. —Él tomó su rostro y la besó, delicadamente le tomó el labio inferior y los baboseo con los suyos.

—Aquí no... Burak... espera. —Astria trató de zafarse del, pero él no la soltó y siguió besándole. La sentó arriba de sus piernas y mientras pasaba sus labios por su cuello le masajeo los senos sobre la ropa.

—Estás hermosa, pero quiero ver que tienes abajo.

—Sabueso, contrólate —dijo parándose y sentándose frente a él. Se arregló un poco la ropa y se secó los labios de forma brusca.

Burak soltó un leve gruñido mientras sonreía, sus orbes estaban más vividos este día.

—Dijiste que la gente quería conocerme, no puedo salir del castillo y encerrarme en el carruaje contigo. Si fuera así mejor no hubiera salido.

—¿Quieres salir entonces? —dijo mirándola con atención—. Hagámoslo.

—¿Qué?

Burak golpeó el techo del carruaje y este rápidamente se detuvo. Ni siquiera lo dudo un segundo, la puerta se abrió y ante toda la gente que se amontonaban, aguardaron un silencio total al ver a Burak bajar del carruaje. Todos rápidamente hicieron espacio, los rostros de toda la gente estaban pendiente de la mujer que saldría.

Burak le tendió la mano y ella agarrándole firmemente bajo lentamente del carruaje. En cuanto lo hizo más de un, Átkozott tuvo la ansiedad de acercarse, pero Burak se interpuso soltando un gruñido fuerte. Una advertencia para todos, si se querían acercar debían hacerlo calmadamente y respetando el espacio de ambos.

Caminaron lentamente por las calles, Astria no necesitaba soldados que la cuidaran a un lado de su esposo, él podría con cualquier inconveniente que saliera. La gente la saludaba y trataba de que ella les mirase.

—Brilla estrellita —dijo una pequeña niña. Astria rápidamente se detuvo, se agachó a su altura y sonrió con ternura.

Burak no había visto a Astria compartir con niños, el cual, mirándola, se imaginó lo hermosa que se vería siendo madre. Suspiró fuerte, ella era única, ella era suficiente, ella era todo.

Astria juntó sus manos y rápidamente salió un pequeño núcleo que formó en su mano derecha. La pequeña niña que no alcanzaba los seis años saltó estirando sus manos mientras se emocionaba de lo que había hecho su dama blanca. Claro que todos quería ver la situación, pero no hubo empujones, ni faltas de respeto.

Estuvieron casi el resto del día caminando por el centro de la ciudad y del mercado, cuando fue la hora de regresar, Burak la tomó en brazos y caminó devuelta al carruaje que los esperaba. Delicado y tranquilo, ella se sostuvo de él mientras observaba cada parte dela ciudad en una altura mucho más alta.

Cuando llegaron al Castillo la fiesta ya estaba por comenzar, con la llegada de la pareja, los sirvientes rápidamente comenzaron a salir con bandejas de comida. La luna pronto estaría sobre sus cabezas.

Astria se separó de Burak un momento dirigiéndose a sus aposentos. Él, aunque no la quería dejar ir, le fue soltando la mano lentamente, hasta que, ella marchó pasando entre todos los invitados.

Cuando llegó al pasillo que debía recorrer para llegar a las escaleras, una voz de ultratumba detuvo completamente su caminar.

—No podías hacerlo como si yo no existiera.

La voz de un hombre hizo que Astria se detuviera en la mitad del pasillo. La voz la aterró lo suficiente para sentir cada parte de su cuerpo contraerse y levemente a temblar.

—Rey... Hans —susurró incapaz de verle.

—Te casaste, al fin y al cabo, debo felicitarte. Lograste lo que querías.

Astria volteo lentamente, su corazón quería correr lejos de allí y lo único que hizo fue echarse para atrás mientras que Hans caminaba hacia ella. Sonriendo y con esos ojos filosos y punzantes entraron a una habitación abierta.

—Ahora eres reina, la reina Astria, ¿tu bestia sabe que no eras una princesa?

—¿Qué haces aquí?

Hans no tardó un segundo en propinarle la cachetada.

—Cuida tu tono insolente —dijo entre dientes mientras que escupía saliva con cada palabra— ¿Qué?, ¿no sabes que tú, ahora esposo, me mandó incluso la invitación a mí?, ¿pero cómo iba a perderme el matrimonio de mi perra?

La risa de un hombre sonó detrás de ella y aunque Hans aún la miraba de esa forma, ella pudo voltear y ver a Omar a unos pasos en el dintel de la puerta.

Era un día hermoso y muy importante para ella, no podía creer que ellos realmente estuvieran allí. Astria miró por detrás del general y vio a dos soldados acercándose a ella.

—Ahora, Astria —dijo Hans cerca de su oído—. Diles, diles que todo está bien y que vuelvan por dónde vinieron.

Incapaz de comprender si realmente su hermano estaba allí o era producto de su mente, su cuerpo no reaccionó de manera normal. Astria sentía que se hundía, que los pensamientos negativos que alguna vez tuvo volvían a invadirla y su realidad pronto se distorsionó.

¿Será que ella nunca salió del castillo de Lomas?, ¿todo lo vivido con Burak había sido producto de su imaginación o habría muerto en esas celdas oscuras?

Desde los ojos de una Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora