El rey volvió a encerrarla, pero esta vez en lo más profundo del castillo, mientras estudiaban el porqué de su brillo y su esencia, la mantuvieron en observación. Astria no se sentía diferente, siempre había estado sola, así que no era que necesitaba de compañía, había sido bonito compartir con más personas que le dirigían su palabra, pero solo había sido un sueño un poco raro.
Al tiempo, descubrieron que Astria no brillaba más y que su piel se iba poniendo más oscura, a medida que la alejaban del contacto con el exterior. Su apetito comenzó a disminuir y a perder peso, se sentía más cansada e incluso, ya no tenía ganas de leer libros que le traían. Tenía todo al igual que antes, comidas buenas, un buen lugar para descansar, libros que leer, cuadros que pintar, pero ella solo comenzó a anhelar una cosa, dormir.
—Haz que se case con cualquiera, los demás reinos te dejarán tranquilo —decía el príncipe heredero ya aburrido de tener que recibir flores y regalos para su media hermana.
—Puedes alquilarla, así todos podrán tener un tiempo con ella y se tranquilizarán —dijo su otro hijo.
—No es como si fuera tu hija después de todo —dijo la reina agarrándose el vientre ya casi con siete meses de embarazo.
—Mi señor todo se calmará cuando llegue la luna nueva, creemos que es algo hormonal. La difunta reina era muy delicada de salud, quizás es por eso que su hija salió así. —Los consejeros del rey intentaban a toda costa buscarle una explicación.
—Eso no me sirve. Traed a algún hechicero, algún sabio que me explique por qué todos perdieron la cabeza con ella. Maldita bastarda, el primer día que sale a la luz y deja solo caos.
—La joven no tiene la culpa, despósala con algún rey y que él se encargue de los demás. De todas formas, ya tiene la mayoría de edad.
—No dejaré que se vaya. Si ella vale más de lo que uno se imagina es mejor que esté aquí papá. No sé la des a cualquiera.
—Señor, el rey de Átkozott no ha dejado de mandar cartas, tal vez ellos sepan qué brujería es, se dice que sus ancestros tenían magia en su sangre.
—Podría recibirlo y que me explique lo que ocurre, pero no sé la daré a esa bestia, tiene que ofrecerme parte de su reino o el secreto de como cosechar la tierra como ellos lo hacen, eso sí sería grandioso.
—Si se habla de hechicería, los elfos del bosque, serían los más indicados para darnos, una explicación más que esos animales.
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Astria, por otro lado, no se sentía desanimada, vivir más cerca de su padre y de su familia era algo que no había imaginado nunca. Estaba entusiasmada del día que la dejarán salir y volviera a verlos a todos, sería como un hermoso reencuentro. Para ella era normal la forma en la que vivía, sola y que de vez en cuando tenía una que otra visita, pero no esperaba que su padre no fuera a verla ni un solo día.
—Astria —dijo la voz de una mujer por detrás de su puerta.
—Alice. —Astria al escucharla se puso de pie con rapidez y caminó a la puerta para abrirla. La recibió con la mejor sonrisa que podía tener. Alice la abrazó y juntas se sentaron en la mesita de centro con una taza de té de manzanilla y dulces.
—¿Estás durmiendo bien? Te ves un poco cansada.
—Sí, de hecho, he dormido más de la cuenta, pero debo estar un poco enferma. Nada de que te puedas preocupar.
—Es bueno tu optimismo, pero no dejes de cuidarte. Sabes Astria —dijo cambiando un poco su estado de ánimo y aunque Alice pensaba que nunca llegaría el día donde debía marcharse, este llegó—. Debo irme, la ceremonia de mi matrimonio, será en el reino de Luther y ya no puedo seguir viviendo aquí.
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Desde los ojos de una Estrella.
Loup-garouSiendo la hija no reconocida de un gran rey, Astria ha sido denigrada toda su vida encerrada en uno de los castillos del reino, donde la soledad había convivido constantemente con ella. Una chica alegre e inocente, con una particularidad única que n...