Los días en Lomas comenzaron a ser un calvario, la ración de comida se disminuyó grandemente y Astria estaba obligada a leer todos los documentos que su hermano no quería hacer. Podía ir y venir dónde ella quisiera mientras estuviera cumpliendo con las cosas que él le solicitaba. Era tanto trabajo, que ni siquiera podía darse un gusto de ver lo que había traído entre sus vestiduras, más bien robado de Átkozott. Ella lo llamaba pedir prestado, seguramente cuando volviera a encontrarse con el rey lo devolvería.
Estaba sentada en un escritorio llena de papeles, cuando su recuerdo volvió a invadirla. Echó su espalda hacia atrás y suspiró fuertemente. Se preguntó que estaría haciendo en este momento, ya no quería lamentarse más por como terminaron las cosas, pero estaba segura de que el único que podía ayudarla y sacarla de ese lugar era el rey de los Átkozott. Anhelaba ser secuestrada una vez más por él, volver a vivir en su tierra con gente que la amaba y la apreciaba. Bárbaros, como le decía su hermano, eran lejos de corresponder a esas palabras.
Su habitación tenía una ventana que daba hacia el otro extremo del castillo, por lo tanto, la luna no la iluminaba hasta casi las cinco o seis de la mañana. Le costaba obtener su brillo, así que de vez en cuando llevaba todos sus papeles al salón pequeño de la otra ala y mientras hacía sus labores, podía asomarse de vez en cuando por la ventana. Ahora sabía muy bien que no podía vivir sin su luz y entendía mejor como reaccionaba su cuerpo a falta de ella.
Antes de acostarse a dormir, ella ojeaba una o dos hojas del libro de Lucia y se sentaba en el suelo a meditar tal cual estaba escrito allí. Aprendió a brillar sin tener que hacerlo por la luna, deseaba aprender más como podía hacer crecer las plantas, u ordenarle al agua, moverse como ella quería, incluso, dejar de brillar en la noche, pero eso aún le tomaría meses.
El día que vio a Catherine fue una sorpresa grande para ella. Había adelgazado y se veía más deteriorada. La mujer se negó rotundamente a que ella la visitará creyendo que Astria tenía alguna relación fuerte con su hermano, pero, a medida que pasaron los días, Astria volvió a acercarse a ella hasta que descubrió por qué la posición de la antigua reina la tenía a la defensiva. La mujer, confesándole lo arrepentida que estaba por haberla tratado tan mal, le dijo que nunca había imaginado que su vida iba a cambiar tan drásticamente y que sin duda estaba pagando por sus pecados.
Un día la llevó a una de las habitaciones del castillo de los Sauces llorones, y con cuidado le mostró su tesoro más preciado.
—¿Un bebé? —dijo Astria al abrir la puerta. No había estado nunca tan cerca de un bebé que tenía solo meses de vida. En Átkozott había visto algunos, pero no sé comparaban a un niño normal que eran más pequeños y más blanquecinos—. Pero Catherine, tu bebé es hermosa— agregó al ver su ropa tejida de color rosado.
—Sí, Astria —dijo llegando a su lado observando la cara de ella.
—¿Puedo?
—Sí, claro que sí. Ten cuidado.
—Es muy hermosa y huele tan bien —dijo Astria tomándola suavemente en sus brazos. Un olor fragante la hizo comprender que no había olor más relajante que el aroma de un bebé—. ¿Cuál es su nombre?
—León —dijo la reina mientras se sentó en una silla observando la reacción de Astria.
—León —repito sonriendo. Tardó unos segundos en darse cuenta lo que la reina le había dicho. Mientras el niño jugueteo con el pelo de ella, Astria la miro sorprendida—. No puedes...
—No, así que no digas nada.
—Pero Catherine —dijo Astria mirándola con gran miedo. Si el niño era varón, Catherine había hecho muy bien en ocultar su sexo—. ¿Hans no sabe?
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Desde los ojos de una Estrella.
Hombres LoboSiendo la hija no reconocida de un gran rey, Astria ha sido denigrada toda su vida encerrada en uno de los castillos del reino, donde la soledad había convivido constantemente con ella. Una chica alegre e inocente, con una particularidad única que n...