Capítulo 54.- Saldo de cuentas

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Pagando una suma alta de dinero, Burak se desligó completamente de los reinos que habían ofrecido a sus princesas. Sión el padre de la última princesa, no quedo conforme con el dinero dado. Devolvió todo con rapidez y pidió que se castigue firmemente a la causante de todo esto. Claro que Burak no permitiría que le tocaran un solo pelo a su amada dama Blanca, por la que se presentó en los límites de Átkozott y Rindell el territorio de Sión para arreglar sus diferencias.

—No quiero que nos enfrentemos en guerra, sería absurdo terminar en medio de una, solo por nuestros tratados de matrimonios rotos.

—Te entiendo perfectamente, te ofrecí dinero, pero aun así no lo has aceptado. No soy yo quien dirige este acuerdo hacia una guerra.

—Quiero un nieto. Quiero que mi hija lleve un hijo tuyo. Aunque no se case contigo, pero es lo mínimo que puedes hacer.

—¿Estás consiente de lo que me pides?

—Mi rey —gruño Gina que estaba a espalda derecha de él.

—Sí, que nuestro futuro heredero sea concebido por la unión de un Átkozott será grandioso para esta tierra y mucho más si esa concepción viene de ti, rey Burak.

—Mi sangre no puede salir de Átkozott.

—Pero Burak, nadie notará que el niño sea tu hijo.

—Rey Sión, mis antepasados siempre han tenido algo único en su sangre, pasando solo de hombre a hombre. Si yo dejo una esencia de mí, aquí lo notarán todos. Sería suficiente para venir y arrebatártelo.

—No entiendo. Después de lo que has hecho, has jugado con mi hija, le has hecho creer que podría haber sido tu reina y ahora le rompes el corazón como si fuera fácil arrepentirse.

— Rey Sión, hagamos un pacto de sangre.

—No, no hago pactos de sangre contigo. Los pactos siempre salen de mala manera.

—Entonces, me retiraré —dijo Burak poniéndose de pie y dándole la espalda.

—¡La guerra vendrá!

—Me prepararé entonces.

—Espera —dijo el rey poniéndose de pie—. Explicarme el pacto.

—Aceptó el castigo que me quieras dar, mientras no sea perder alguna extremidad o herido a muerte. En cambio, yo te mostraré la verdadera razón por la que no puedo darle un hijo a cualquier mujer.

—¿Qué ganas? Ambas cosas me favorecen a mí.

—Que me dejes tranquilo. Si lo que yo te voy a mostrar, se pronuncia en tu boca, se escribe o se informa de alguna manera. Tu muerte será inminente bajo mis manos y también la de tu hija.

—¿Entonces me mostrarás la razón por no aceptar mi propuesta y estás dispuesto a ser golpeado para saldar la deuda?, ¿en cambio, de eso yo solo debo cerrar mi boca?, ¿te parece justo?

—Completamente.

—Aceptó, saldrás de rodillas de aquí.

—Usted no conoce a mi rey —dijo Gina mirando furiosamente. Bruno, que estaba al otro lado de Burak, chasqueo su lengua.

—Bien. —Burak se puso de pie y sacando una daga rasgo la palma de su mano. El rey Sión hizo lo mismo. Confiado en el absurdo trato y que iba a cobrar sangre del propio rey, se rio en su interior.

—Debes ganarte el perdón de mi hija primero —dijo sin soltar su mano.

—¿El perdón?

Los dos reyes cerraron el trato con una sonrisa y como era esperarse, los pactos de sangre no podían ser rotos.

Desde los ojos de una Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora