21| ERA PARECIDO, PERO DIFERENTE

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JARED

—Te contare un secreto Jared— la voz del tío Herbz acabó con el silencio ensordecedor de la habitación, —Vamos, ven, siéntate— me acerqué hasta la silla que había a su lado y lo escuché.

Escuché todo lo que me tenía que decir y si me lo estuvieran diciendo otras personas no lo creería, pero era de la misma boca del tío Herbz, él no podía mentir con esta magnitud, mejor dicho ¿Qué ganaba él con mentir?

Sus palabras, su confesión me habían dejado sin habla, incluso cuando me dijo que ya sabía de la relación que tenían Marshall y papá Alec, me dejaron sin habla. Todo era tan... y ahora lo miraba a él y no podía creerlo. ¿Qué pensará si se lo digo?

Después de varios minutos, tal vez una hora de charla, diciéndome que me dejaría no se cuanta cosa, termino cansándose y se durmió. Salí de la habitación y me dirigí a la salida, en donde se encontraba el chofer esperando por mí.

Al subir al auto y sacar el celular me di cuenta que tenía un mensaje de él.


¿Vendrás?

Puedo ir por ti más tarde o puedes pasar a la empresa, en una hora salgo.

Catriel

Ese mensaje lo tenía hace veintitrés minutos, por lo que había solo media hora para que él saliera de la empresa, pero ahora ¿Cómo lo iba a ver?

No podía sacar eso de mi mente. ¡Por dios tío postizo! ¿¡Qué has hecho!? Es su jodido... joder, no puedo ni pensar en decirle.

Solté un suspiro y con un simple "Hoy no podré" di por finalizada la conversación, me recargué de la ventanilla de la camioneta, al llegar a casa, rápidamente me arrepentí, porque ahora ya se encontraban las cacatúas en casa.

Lo malo, ni Marshall ni papá se encontraban y los gemelos no estaban más aquí, así que tenía que lidiar con esto yo solo, bueno, con Tamara, si, no me culpen la convertí en una shipper desde que me escucho hablando por teléfono con los gemelos acerca de Malec.

Me adentré a la cocina y observé que la estúpida de la pelirroja teñida entraba detrás de mí, traía un maldito conjunto deportivo súper, según ella, provocativo.

—Me puedes preparar un emparedado ¿Por favor? — le dije a Fanny, ella asintió y se volteó para lavar las verduras.

—¿Oye Jad, sabes dónde está Alec? —¡Ah! La odiaba. La odiaba como no se podía odiar a alguien.

—Fue con Marshall a comprar unos libros y a otro lugar— contestó Tamara, yo solo le mostré media sonrisa y ella me guiñó un ojo.

La pelirroja teñida, de la cual olvide su nombre... por... creo que décima vez, soltó un suspiro se dirigió a la nevera por una botella de agua, se sentó en el taburete a lado de mí y le pidió a Fanny una ensalada. ¿¡Qué se creía esta estúpida!?

Cuando Tamara me pasó mi plato de emparedado, debajo de este traía un frasco con las gotas, obsequio de Janeth... en realidad no fue un obsequio, tuve que técnicamente venderme, por dos meses luego de que las clases iniciarán para ayudarla en el laboratorio. Me apresuré a abrirlo y sin que ni Fanny ni la teñida se dieran cuenta le coloqué dos gotas en su botella de agua.

Tomé mi plato y me fui a mi habitación, con una estúpida sonrisa en mi rostro, me coloqué en el sofá y coloqué Bones, amaba a la doctora huesos.

Pero mi mente no estaba en la serie tan sumergido como siempre, estaba en el maldito secreto.

¡Joder tío! Cuando todos sepan... no, cuando Catriel sepa, querrá resucitarte y volver a matarte.

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