41| DOS LETRAS PARA JODERNOS

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MARSHALL

—Paris, el hermoso y sencillo París— susurró Lance mientras bajábamos del auto que había rentado para nuestras pequeñas vacaciones navideñas.

—Fuera sencillo si no nos hospedáramos en este hotel de lujo que cuesta una exageración una sola noche. — exclamé mientras entraba con mi maleta de mano mientras que los botones se encargaban de las maletas más grandes.

—No exageres, ya te dije que te quiero consentir— me sonrió y pasó su mano por medio de mis hombros.

Lo cierto es que me "consentía" de más.

Estábamos en un hotel en París, en donde un día antes había enviado a su abogado para que el dueño y sus empleados firmarán un contrato de confidencialidad, para que nuestra relación no fuera pública o que alguien vendiera la información a los medios...o peor aún, que avisarán a algún "amigo" reportero que el gran Lance Gates estaba en este hotel, gran sorpresa se llevó Lance al enterarse que el hotel era de la pareja de uno de sus socios, hombre... ambos hombres, un japonés y un ruso, que gran combinación.

A parte, tuvimos que llegar de madrugada porque él decía que quería actuar libremente.

¿Por qué no me llevo a la selva en lugar de París? Y no es porque odiara París, es solo que no me podía imaginar aún, cenando o vagando por las calles del amor.

Prefería quedarme en el departamento, solo nosotros, sin mierda que nos diga la sociedad al vernos tomados de las manos.

—Buena noche señor Gates, señor Abney, bienvenidos sean al hotel Crowley, soy Gerald, el gerente, ¿Se les ofrece algo en este momento? — Habló un hombre de... tal vez más de cuarenta años, que se yo, no era bueno para calcular la edad.

—Buena noche Gerald, gracias por esto, por ahora no se nos ofrece nada más que dormir, ya mañana es navidad y queremos estar descansados. —Habló Lance aún con su brazo rodeándome.

—Sus habitaciones están listas señor, esta es la de ustedes y la de sus guardaespaldas estará al inicio del pasillo— dijo el gerente mientras le entregaba dos tarjetas que eran utilizadas como llaves.

Media hora más tarde, ya nos encontrábamos en la habitación a punto de dormir, mis ojos se estaban cerrando solos y la conversación entre nosotros estaba apagándose lentamente.

—Mañana será un día genial— susurró Lance.

—¿Sí? ¿A caso me llevarás a la cima de la torre Eiffel? —pregunté en un susurro y pegándome más a su cuerpo, y él me apretó más a este.

—Si quieres pago a la maldita NASA para que te lleve a la luna— reí, el sueño no era un impedimento para reírme en ese momento, mucho menos para besarlo.

—Eres un maldito cursi— susurré.

—Solo contigo bebé— su beso se intensificó, cosa que no esperaba, ya que estábamos por dormir, pero ahora solo quería sentirlo, quería todo de él.

Mi bóxer desapareció rápidamente y el de él no se hizo esperar para acompañarlo, separó mis piernas y se metió entre ellas.

—Uhh, ¿sexo vainilla? —susurré mientras separaba unos segundos sus labios para besar mi cuello, clavícula y pezones.

—Eres único, ¿lo sabías? Le quitas lo romántico a todo —susurró mientras reíamos y volvió a regresar a mis labios.

Aún recordaba cuando dudaba, cuando tenía miedo de experimentar nuevas sensaciones, aún recordaba cuando fue la última vez que creí que no iba a sentir nuevamente las convulsiones que todo esto me provocaba.

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