30| YA NO ERA ALEC

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ALEC

Desde que pase la última vez con Marshall, había ya pasado más de un año, ahora él tenía dieciocho años y la verdad era que lo extrañaba como nunca. Pero desde que "me casé" por accidente con Aleida, los contratos se habían triplicado, al parecer a la sociedad le interesaban las "familias" estables.

Marshall se fue de la casa, Jared no lo hizo porque le gritaba en la cara a Aleida que él tenía más derecho que ella de estar ahí, además de que Jared les hacía la vida imposible.

No sabía cuánto me afectaría esto, no sabía que el verdadero amor dolía tanto, nos hizo cambiar, a ambos.

Ahora yo era una persona fría y seria, ahora él era alguien... digamos que ya no es tímido, incluso a sus guardaespaldas los dejó de lado, bueno en cuanto se fue de casa Aleida les ordenó a los guardaespaldas que ahora iban ser de ella y su hermana, cuando me enteré le envié otros a Marshall, pero los rechazó y los guardaespaldas me habían dicho que él realmente ya tenía a tres guardaespaldas con él, ¿Cómo los había conseguido? Esa era una de las tantas preguntas que me hacía.

Y creía que el que más cambio fue él.

Digo, ahora decía malas palabras cuando antes solo Jared era el de la boca suelta, su inocencia se perdió, su ternura se escondió y su rebeldía se tatuó.

¿Quisiera preguntarme a diario que había hecho mal?

Aunque debía admitir que en ese tiempo Aleida había cambiado. No era Marshall, pero al menos servía para hablar un poco de los viejos tiempos y callar las voces de mi maldita consciencia.

—Señor, le traigo la lista para la entrevista de pasantes— tomé la lista y observé los nombres.

Ningún Abney Marshall.

—Helen, ¿seguro que estos son todos? — asintió y se retiró.

Tomé mi celular y le llamé al reciente número añadido a mi agenda.

Sí, según Jared, Marshall hizo una apuesta con su amigo y arrojo su celular de un edificio, ahora tenía otro número, ni Jared ni Catriel y mucho menos Marshall me hablaban de ese amigo que tenía y con el que vivía, ahora era muy, demasiado, discreto, en esconder sus rastros, los paparazis incluso solo lo habían logrado fotografiar una vez saliendo de la universidad desde que nos separamos.

—¿Qué pasa papá? —contestó mientras del otro lado de la línea se escuchaba un poco de música y el ruido tan conocido, iba en auto.

Ya no era Alec.

Ya no era amor o cariño, ni siquiera Papi. Ahora solo era papá.

Marsh, ¿me puedes decir porque no notificaste a la universidad de donde harás las pasantías? Le llamare a Catriel, pero necesito que estés aquí el lunesen la línea solo escuchaba su respiración y la música que había cambiado a un ritmo más... moderno.

Ah, papá... verás... espera— escuché el chillido de las llantas —Solo compra una maldita bufanda, me vale mierda el color— escuché una risa y el portazo de un auto, que no era de Marshall, porque Marshall ni siquiera sabía conducir. —Ya regresé papá, verás, no haré las pasantías ahí, creo que... para mí no será muy cómodo, además, me entere por ahí que Aleida te va a visitar al trabajo, sería muy tedioso para ti lidiar con discusiones todo el tiempo ¿cierto? —Nos quedamos unos segundos en silencio.

Entonces la música que él estaba escuchando, pronto hizo un nudo en mi garganta.

~Si quieres amor, tendrás que pasar por el dolor

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