34| FRIENDZONE

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MARSHALL

Abrí mis ojos lentamente, lo primero que vi, fue el cuello de Lance, lo primero que sentí, fueron sus manos aferrándose a mi cintura, como si tuviera un miedo...

Levanté la vista y me encontré con su mirada perdida en algún punto de la habitación. ¿Era normal verlo así?

—¿Ya me dirás qué puto quiso someterte? —hablé en modo de broma, él solo bajo la mirada y me apretó más.

—No es digno de mencionarlo— susurró.

Poco a poco bajo besando de mi nariz a mis labios. Con tanta lentitud, que por un momento creí que no era Lance. Digo, él siempre besaba tan vorazmente.

—¿Quién eres y que has hecho con Lance Gates? —susurré, los susurros eran bajos, pero se escuchaban a la perfección gracias al silencio en la habitación.

—Soy él mismo que conociste y créeme que no va a cambiar— de pronto dimos un giro en la cama, quedando él arriba de mí, entre mis piernas.

—¿Qué me estás haciendo? —susurró aún más bajo. Iba a preguntar qué mierdas quería decir, pero solo me beso.

Esta vez con una necesidad intensa, nos despojamos de la ropa y comenzamos con la satisfacción de nuestros cuerpos.

Sus fuertes abrazos aprisionaban los míos mientras las estocadas eran lentas y fuertes, que me hacía suspirar cada vez que empujaba su miembro en mi interior.

No era sexo, de eso estaba seguro, él quería transmitir algo en cada caricia, cada beso, cada estocada y yo... no sabía cómo interpretarlo, no quería equivocarme e ilusionarme.

Quería gemir fuerte, quería gritar, pero de tan solo pensar que eran las cuatro de la tarde y los demás nos podrían escuchar... me hacía contener mis gemidos.

—Gime para mí— la voz ronca de Lance me susurró en el oído al mismo tiempo que sacaba casi todo su miembro y lo volvía a meter de una manera muy rápida. —Vamos Marshall, gime— volvió a repetir la acción.

Sentía como mi cuerpo lo quería, como anhelaba soltar esos gemidos. Sentía como su cuerpo se excitaba más al verme morder mis labios y arquearme en la cama.

—Dame tus gemidos y todo de ti— No soportaba más. Así que solté un pequeño suspiro en forma de gemido, lo más bajo que mi autocontrol me lo pudiera permitir.

—Dame todo de ti y tendrás todo de mí— al decir eso me beso y sus movimientos aumentaron.

Con sus labios pegados a los míos, callaba mis gemidos, con sus brazos rodando los míos, impedía que me alejara mucho de él.

No fueron muchos minutos después de que ambos llegáramos al orgasmo. Mientras mi cuerpo se sentía tan... fuera de sí, mordí la clavícula de Lance para callar mis gemidos.

Mientras escuchaba como su respiración estaba agitada, como su aliento caliente pegaba en mí oído, su cuerpo y el mío se fueron relajando.

—Necesitamos esta maldita habitación insonorizada, o mejor, mudarnos a la mansión ya— susurró mientras poco a poco salía de mí. No alejé mis manos de sus hombros y lo atraje para besarlo.

Se retiró el preservativo, del que ni fui consciente de cuando se lo puso y se dirigió al cuarto de baño a tirarlo. Mientras que yo me levanté a limpiarme, al salir del baño, Lance estaba acostado nuevamente en la cama con su bóxer puesto. Así que me coloqué su camisa que estaba tirada al pie de la cama y me subí a horcajadas del él.

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