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¡Auxilio! ¡ayúdeme! ¡por favor!, ya no aguanto.

Cállate, o te golpearé más fuerte, si no dejas de llorar dormirás en el sótano ¿entendiste?

¿Papá por qué haces esto?, yo te quiero mucho ¡Ahh!

Ting tong...

Salvado por la campana niño, ahora vete antes de que te mate. —habló mientras le daba una patada cayendo de nuevo al piso, el pequeño niño de 13 años la pasó mal pues había hecho quemar el almuerzo y obtuvo por darle el suyo a su padre, mismo que cuando al servir éste tropezó y cayó al piso derramando la comida en el traje de su papá, quien se enfadó hasta más no poder y ahora lo golpeaba.

La puerta fue abierta con una sonrisa como si no pasara nada en ese momento, el pequeño cachorro ya se encontraba escondido en alguna parte de la habitación, llorando en silencio y secando las lágrimas con su buso.

¡Mamá! ¿cómo estás?, que milagro que estés en esta humilde casa —tan radiante tratando de ocultar lo de hace rato.— Pasa pasa esta es tu casa.

¡Y donde está el festejado! quiero verlo ya —la anciana mujer fue directo hacia la mesa y dejó el pequeño pastel hecho por ella misma sobre la mesa, decorado con delicadeza y amor— ¿dónde está mi nieto? ¿y Sunnie?

Mamá él ya está grandecito, y tal vez salió con sus amigos a festejar su cumpleaños número trece después de clases, creo que llegará tarde —tan convincente como siempre.

En la segunda planta se encontraba un Sunoo escondido en lo más profundo de su closet, estaba adolorido pues los correazos hechos por su padre habían sido más fuertes que lo normal, no quería salir pero al escuchar la voz de su abuelita todo se calmó, ella si había recordado su cumpleaños y de paso le había traído tarta, una sonrisa se asomó pero luego pasó a ser una mueca de dolor por la herida hecha en la esquina de su labio. Salió con cuidado y con prisa de su escondite cuando estuvo por agarrar la manija de la puerta de su cuarto se congeló. Olvidó que ya no tenía esa familia feliz, ahora todo era blanco y negro sin vida, sin emociones solo destinado a golpes y malos tratos, ahora se sentía inútil incapaz de controlar sus sentimientos.

Un inútil...

Cuando todo pareció más callado, cayó en cuenta que su abuela se había marchado, sus lágrimas salieron de una manera rebelde ¿por qué estaba llorando? ¿su abuelita se había acordado de él no?

La puerta de la casa fue azotada con fuerza haciendo que se asustara y corriera a esconderse debajo de la cama, su abuelita se había ido sin él ¿por qué?

El carro de su papá se encendió, hizo chillar las llantas y pareció marcharse a toda prisa, se aseguró y bajó con cuidado sin emitir ningún tipo de sonido, sus manos ardían, tenía un fuerte dolor en su pecho junto con un nudo bien apretado en su garganta, los ojitos hinchados de tanto llorar y un poco moreteado.

Solo un poco...

Encontrándose ya en la cocina de la casa, pudo observar como en el mezanine había una tarta hermosamente decorada, como si fuera hecha por un pastelero profesional. Su flaquita pancita rugió en protesta de lo que veía sus ojos, y con el temor a punta de piel se acercó con cuidado y sin emitir sonido alguno, con sus deditos agarró una pequeña porción o bien dicho lo que pudo agarrar sus deditos, y el dulce pastel ya se encontraba en la boca degustándolo.

El sonido de la puerta de la casa se hizo presente, fue un estruendoso sonido que hizo sobresaltar al pequeño cachorro, su padre se encontraba ahí.

¡ACASO NO PUEDES DEJAR DE TRAGAR! ¡ERES UN GORDO! ¿QUE NO ENTIENDES NIÑO?, ESPERAS A QUE TE MATE, NO SÉ QUE DIABLOS HICE PARA QUE SALIERAS ASÍ, RECHONCHO, UN GORDO QUE NO TIENE REMEDIO. ACASO QUIERES SER COMO
TU EX PA...

Sudoroso, había recordado uno de sus primeros cumpleaños sin su madre. Cuando su vista enfocó mejor, pudo deducir que estaba en la casa de Sunghoon pues el olor estaba en todo lado, ya no traía el buso de su Hyung, se sentía intranquilo, se paró y aun con los pies descalzos caminó con cuidado, como... como si estuviera reviviendo su pesadilla de hace un momento, ¿y si todo era una mentira? ¿si todo lo había soñado? no, no podía ser verdad.

Con temor abrió la puerta y en la habitación de al frente se encontraba con la luz prendida y la puerta entre abierta, caminó abriéndola un poco más dejando ver a un Sunghoon despeinado y con lentes de lectura, también dejo ver un montón de papeles, y asientos bancarios, según a la reconocida mente de Sunoo.

— Hyung...

— Oh, cachorro despertaste, perdón no te escuché abrir la puerta.

— Hyung...

— ¿Quieres comer Sunoo? —se dio la vuelta dejando a la vista el típico Sunghoon mal arreglado.

Antes de retractarse, la pancita junto al lobo de Sunoo rugieron de hambre, pues él no quería alimentarse, la pesadilla de hace rato lo había dejado muy mal. No le quedó más remedio que seguir al mayor, que el momento que gruñeron de hambre él se adelantó hasta la cocina calentando la cena, mientras se colocaba en la mesa ya para comer.

Eran ya las doce de la noche.

— Sunoo tú me tenías que contar algo, ¿no es así?

No, él no quería, que su único apoyo se fuera. No lo permitiría.

— Bien, come tranquilo. —Sunghoon había agarrado la mano de Sunoo en señal de apoyo, pues había escuchado los balbuceos que el menor hacia mientras dormía.

— S-si Hyung —totalmente sonrojado y sorprendido.

"Se fiel acerca de tus emociones, utiliza tu mente y emociones en tu favor, no en tu contra, pues tus miedos solo los puedes dejar tú, tú decides si hacerte feliz de la manera más estúpida posible o hacer sufrir hasta que tu cuerpo ya no avance"

Ayúdame park sunghoon. ‹𝟹 Sungsun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora