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Toda era difícil, además nada en esta vida podía estar servido de manera fácil.

Con lo que acababa de suceder, Sunoo no tenía más escapatoria que vivir siendo tachado por ser "inservible y sucio" además ningún alfa lo querrá porque ya estaba usado.

Sunghoon se encontraba aun en la puerta y tan solo había dicho un "cachorro".

Todo era difícil de creer y por más de haber corrido y corrido no alcanzó a ayudar.

— H-hyung...

El omega se había levantado con las pocas fuerzas que aún no abandonaban su sistema, tratando de acercarse al alfa en busca de confort o que tan solo fuera un mal sueño y que despertara en su camita junto al nidito oloroso a menta.

Con el cuerpo débil y la fuerza ida en solo levantarse junto al par de pasitos dados, vio la imagen borrosa del alfa debido a las lágrimas que de nuevo amenazaban con salir, estiró los brazos de manera temblorosa tratando de alcanzar lo inalcanzable, como lo era su felicidad, la felicidad a lado de la persona que más aprecia.

Como polvo que lleva el viento, se desvaneció, las fuerzas se desvanecieron haciendo que perdiera el equilibrio junto al sostenimiento de sus piernas, para que en vez de que sunghoon lo acurrucara en su pecho, el piso lo recibiera con el fuerte impacto dado, nada más, solo vio como la vista se iba a negro junto a su conciencia en blanco.

— ¡Sunnie! —gritó.

El alfa se apresuró y avanzó a tomarlo en brazos, sentía una angustia tremenda en su pecho, incluso tenía la necesidad de gritar a los cuatro vientos, el omega estaba pálido y sus ojitos irritados por tanto llorar.

Lo abrazó hasta acurrucarlo en su pecho y acarició sus cabellos que tal vez estaban perdiendo su color; le susurró un par de palabras que jamás pensó que diría en su inexistente vida y lo amó.

En esos momentos lo cargó con cautela y lo llevó con cuidado a la habitación misma que cuando llegaron, Sunghoon lo recostó, fue hasta el baño y remojó la toalla para regresar y comenzar a limpiar el rostro de Sunoo.

Supuso que la playera le traería malos recuerdos así que se fue hasta su armario y trató de buscar una camiseta adecuada para él, pero lo único que vio fue camisetas de color negro y uno que otro pantalón blanco. Agarró su segunda camiseta favorita aquella que solía usar un poco menos seguida que la primera.

Regresó, dejándola de lado un momento para sacar la prenda que reposaba en el cachorro, cuando lo hizo pudo ver como había mordiscos en el estómago, gruñó severamente y colocó un poco de crema que estaba en su mesita de noche, el frío de la crema hizo remover un poco al dormido, pero no le despertó.

Lo sentó y colocó la camiseta negra, no podía hacer nada más por el momento así que dejó que descansara mientras trataba de encontrar una excusa para: la escuela, su padre y madre.

Sería difícil, pero lograría salir de esta sin revelar la existencia en la vida de los demás.

— Diablos tengo 14 llamadas perdidas de Hee y Jungwon.

Fue hasta la planta baja y preparó algo de comer, por ejemplo, una tostada y un café.

—Aló..

—¿¡Diablos por qué no contestas Hyung...!? —Heeseung estaba en la otra línea y se podía escuchar el bullicio de la cafetería.

—No pude, tuve una emergencia.

¡Sabes tu madre está como loca y nos dijo que, si no llegabas a la empresa nosotros pagaríamos los platos rotos!

—Cómo sea, llamaré más luego —y colgó sin más, no podía creer que solo porque su madre ayudó al padre de Heeseung iba a chantajear de semejante manera, no podía creerlo.

꒰ ・ ・ ・ ꒱

Ahí se encontraba Sunghoon sentado en una esquina de la cama, pensado en lo mucho que le había pasado al pequeño, incluso se hizo la idea que lo suyo no era nada comparado con el dolor de semejante barbaridad que le pasó al pequeño.

— Tan fuerte...

Esas cosas dejaban marcas de por vida ya sea físico como psicológicamente, lo suyo fue muy opuesto, tan solo había frascos de depresivos y pastillas para dormir en el pequeño mueble del baño, lo único que le recordaba los años perdidos de su vida, cosa que si no fue por unos metiches aún se encontraría metido en eso.

Heeseung y Jay, esos metiches que de alguna manera se hicieron amigos en el pequeño club de música, que según ellos el rap de él era único y especial, pero también tenía que admitir que trabajar con ellos y con su música fue lo que le mantuvo los pies sobre la tierra, en aquella época fueron los únicos que se preocuparon por él, los únicos que a pesar de estar mal económicamente pudieron llevarlo a terapia y superar su problema, la falta de amor y afecto por parte de su familia. Aún recordaba la última frase que dijo Jay antes de que se vaya a estudiar al extranjero:— La vida es difícil, pero yo soy todo terreno.

Él se encargaría de dar, aunque sea un poco de amor al omega que de alguna manera lo sentía suyo, como en esos momentos que le acariciaba el cabello hasta llegar a sus mejilla atrayéndolo a su pecho y lograr hundirse en un sueño tranquilo.

Ayúdame park sunghoon. ‹𝟹 Sungsun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora