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No lo podía creer, eso no le podía estar pasando al amor de su vida, si el amor de su vida, aquel al que solía ver comiendo en un árbol arrecostado y solo completamente solo, aunque nunca le gustó estar en contacto fastidiosos con omegas, él era diferente, lo sentía, lo pretendía cuando su lobo lo obligaba a verlo en medio de un partido, a él comiendo un contenedor mediano de uvas verdes y escuchando música en su móvil.

Tan metido en su vida.

Aun cuando estaba totalmente al frente de Sunoo escuchando cada fragmento, su mente viajaba a través del tiempo en busca de recuerdos casi nulos para él, apenas recordaba algo parecido, porque él siempre estuvo en boca de todos y más cuando el ganó el primer campeonato de básquet llegando al puesto de líder y saliendo en primera plana del periódico mural del colegio.

También era conocido por su mal carácter y su insensibilidad hacia los demás, pero amigos y fans no le faltó, jamás se sentó solo en la mesa a la hora de recreo, en cambio en tremenda conversación y halagos para él, podía mirar en la mesa del último a ese chico comiendo a penas algo.

Ganas no le faltaba de ir y hacerle compañía, aunque su lobo le exigiera él no cedía. Él tomaba el control.

Odió más cuando en una tarde escuchó gritos y suplicas, la jornada de clases terminó ya hace un buen rato, en cambio él fue castigado con hacer el aseo, cosa que no haría como siempre.

Descubrió que Sunoo estaba siendo golpeado por una banda de betas y alfas, también pudo distinguir como lo tocaban de forma tan morbosa que su lobo no soportó, tomando el control total y en vez de estar como espectador pasó a ser quien ponía el típico héroe o salvador mandando a la mierda a esos muchachos, y dejando solo al omega herido mental y físicamente.

— Hyung po-porfavor n-o me de-je...

Regresó del mítico viaje de recuerdos para encontrarse como aquel día, lloroso, haciendo que el corazón se le encogiera y de paso se derritiera, no aguantaría más, su lobo no aguantaría más.

Ya no sería más el espectador, cambiaria de papel y de guion, comenzaría de nuevo, ya no importaban sus padres, que ni para eso sirven, ya no importaría el estar rodeado de gente por no estar solo, ya no importaba más.

Solo Él.

— Lo siento tanto cachorro.

No salían palabras de la boca de Sunghoon, pues el ser que amo siempre desde esa estúpida academia de baile al que fue obligado a ir cuando era un poco menor, no le podía estar pasando, aun no entendía como los seres más grandiosos de la paz de la tierra pueden ser dañados tan brutalmente, como seres tan puros siempre terminan en manos de lo sucio.

"Los ángeles siempre caen de su cielo, en ocasiones caen en lugares equivocados, que por culpa de la maldad de la tierra terminan siendo uno más de la cuenta, pero hay aquellos que luchan y siguen aguantando hasta el fin, esperando salvar o ser salvados"

Ayúdame park sunghoon. ‹𝟹 Sungsun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora