Capítulo 2

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El militar nos hace ponernos en marcha muy rápido. Ni siquiera nos deja ir a las taquillas a por las chaquetas, ni recoger las mochilas. Está mortalmente serio y lejos de tranquilizarnos, nos pone más histéricos. Hacemos dos filas separadas por un par de pasos. Trevor, a mi lado, extiende la mano y coge la mía. Yo aprieto sus dedos, los míos están helados.

Jamás he oído sonar la alarma de la ciudad, y no pensé que nunca fuera a oírla. Todos la conocemos, todos sabemos lo que significa, lo que hay que hacer, pero... No lo esperamos. Hay ojos llorosos y preocupados alrededor. Liv se gira dos filas por delante de nosotros y me hace un gesto. Asiento. Yo también estoy asustada.

Nuestra clase está en el último piso, así que salimos sin problemas, pero en las escaleras nos cruzamos con el resto de clases. Bajan en orden, en silencio. Solo se oyen pasos acompasados. Me hacen sentir mal, lejos de calmarme, es como demasiado medido y mecánico, y yo no soy así. La idea de que voy a tropezar y rodar por las escaleras me asalta. Trevor me aprieta más fuerte la mano, como si supiera lo que me pasa.

Le miro y me sonríe. Me tranquilizo un poco, aunque pienso en mi hermano, Bradley, que también debe estar por ahí. No puedo pensar más cuando nos toca bajar a nosotros. Solo puedo concentrarme escalón a escalón. Llegamos los últimos al patio, la gente está en filas de dos aquí fuera, separados por clase por un par de metros de distancia. Esperan ordenadamente a que vayan llegando los tranvías que recorren la fracción para llevarnos a casa.

Trevor se quita su sudadera y me la pasa. Me la pongo sin quejarme, porque la nieve sigue cayendo sobre nosotros y estoy tiritando, aunque apenas lo he notado. Tampoco sé si es de frío o de miedo. En cuanto me abrocho su sudadera vuelvo a aferrarme a sus dedos calientes. Él se ha quedado con una camiseta de manga larga, pero no se queja del frío.

―¡¿Qué está pasando?! ―grita alguien entre los alumnos.

―No sabemos nada. De momento volveremos a casa y allí recibiremos instrucciones ―nos «tranquiliza» un profesor.

Los militares llegan antes que los tranvías. Bajan de sus coches cuadrados sin techo, similares a carritos de golf, y se extienden por el patio, entre las filas. Nos hacen soltarnos a Trevor y a mí, como si les molestase que nos cogiéramos la mano y no respetásemos la distancia entre nosotros. Regañan a más gente. Yo sigo buscando a Bradley con la vista.

―Está ahí ―me dice Trevor, señalando a un lado.

Está más cerca de él que de mí, así que me cuesta verlo. Tiene el pelo rubio y revuelto pegado a la frente por el sudor. ¿Estaba en clase de deportes? Me preocupo por él, tampoco lleva abrigo y la nieve nos moja poco a poco.

―¡Bradley! ―le llamó en un susurro alto, y él me saluda con la mano.

Trata de dar un paso hacia mí, pero un militar le ordena que se quede en el sitio. El primer tranvía llega, no es muy grande, van a tener que venir más para llevarnos a todos. Estoy preocupada por mi hermano. Liv me mira y le dice algo a Thiago, para que se cambie de sitio con ella. Se aseguran de que ningún militar los esté mirando y rotan.

―Ponte al lado de Thiago y haced ruido ―ordena Liv a Trevor, que me da un apretón de despedida en la mano y se cambia de sitio tras asegurarse de que no le miran.

No sé qué plan loco tiene mi amiga en la cabeza, pero no tardo en descubrirlo. Ginna se mueve para quedar entre mi novio y los chicos también. Olivia me hace un gesto. Parece que todos han entendido el plan menos yo. ¿Qué intentan?

―¡¿Por qué me pisas, imbécil?! ―Es Thiago el que grita, dando un empujón a Trevor.

Mi novio le devuelve el empujón y caen enganchados por la ropa al suelo, hacia el lado que estoy yo. Voy a ir a separarlos, sin entender nada, cuando los militarles corren hacia ellos. Olivia tira de mi mano, en la dirección contraria, y quedamos justo detrás de mi hermano. Como somos dos, nadie nota lo que ha pasado. Los chicos de quince no nos llevan la contraria y nuestros amigos cubren el hueco que hemos dejado rápidamente. Por suerte tanto Olivia como yo damos el pego entre ellos. Si hubiera sido Ginna con su maquillaje y el palmo que nos saca, no hubiera colado.

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