«La ciudad donde nunca pasa nada» es un sobrenombre realmente estúpido, porque ¿acaso en alguna ciudad pasa algo hasta que ha pasado? Bah. Que me he dormido, lo reconozco. He quedado con los demás a las diez, pero cuando abro los ojos me doy cuenta de que son más de las doce. Me van a matar. O se van a mosquear, como mínimo. Salto de la cama frotándome la cara.
No hay agua corriente, aunque pruebo varias veces. Lo sé de sobra, pero el agua embotellada escasea también, así que tenía que probar. Suspiro un par de veces mientras me ajusto la ropa, me ato las botas y acabo de rellenar la mochila con algo de comida y la última botella de agua que me queda.
Pateo latas vacías que he ido acumulando porque no me quedan bolsas de basura y me cuelgo la mochila antes de ir a la puerta. Vivo en el último piso de un bloque de diez, así que no puedo salir muy discretamente. Al menos no hay nadie en casa.
Mi madre no volvió después de la alarma. Ella se dedica a limpiar y, por lo que supimos, estaba haciéndolo en el laboratorio y se quedó allí, a salvo. O eso nos dijeron. Mi padre se fue con ella cuando nos dieron la oportunidad al día siguiente. Yo me negué a moverme de casa. Un militar con cara de capullo me dedicó una sonrisa burlona. Dos días más tarde vinieron a buscarme, con rifles de asalto.
Por suerte mi armario tiene un fondo falso en el que pude esconderme. Pasé dos días sin atreverme a salir de él. Registraron la casa, la pusieron patas arriba, pero no dieron conmigo, por algún milagro divino.
Vuelvo sobre mis pasos cuando ya había llegado a las escaleras del portal y entro de nuevo en el piso.
Con las prisas me he dejado el collar. Miro el móvil por última vez, antes de dejarlo en la mesilla. No me fío de llevarlo, pero me sorprende que ninguno de mis amigos me haya escrito. Espero que estén bien. Me coloco el collar alrededor del cuello y salgo de casa una vez más.
Cojo aire y me despido de mi hogar. No volveré, lo sé. Es hora de salir de esta puta ciudad. De la ciudad donde nunca pasa nada y en la que ahora está pasando algo muy jodido.
Bajo las escaleras procurando que las botas metálicas no hagan ruido. Me paso la mano por el pelo tras tres pisos, para quitarme el sudor. He tratado de hacer ejercicio en casa, pero me siento atrofiado tras un mes encerrado. Aunque quizá el sudor es por los nervios.
Ni siquiera sabemos qué pasa de verdad. Tengo mil teorías, claro, pero no hay forma de comprobar ninguna de ellas. Cuando llego al bajo mi imagen en el reflejo del espejo junto a la puerta me sobresalta un instante. Casi me he olvidado de esa aberración que colocaron en el portal con una derrama que cabreó mucho a mis padres. Mi padre estaba desempleado, porque le echaron de la fábrica por unos despidos masivos antes de que todo empezase, así que el único sueldo que entraba a casa era el de mi madre. Y tener que pagar una pasta para que colocasen unas plantas y ese espejo horrible y ornamentado junto a la puerta les indignó mucho.
Pero me viene bien para mirarme antes de salir bajo el foco de emergencia anaranjado que se cuela desde fuera. Apenas me reconozco. Estoy muy pálido y la barba irregular me cubre el cuello y las mejillas. No es fácil afeitarse sin luz y casi sin agua. Lo que sí he tratado de raparme esta tarde ha sido la cabeza, porque con los mechones en los ojos no me sentía a gusto y se me clavaban todo el rato. Me he dejado pedazos más largos, parece un césped mal recortado, de color casi negro oscuro.
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La Contención - *COMPLETA* ☑️
Science FictionLeslie vive en la Contención «la ciudad donde nunca pasa nada» hasta que suena una alarma y todo cambia. *** La Contención es una ciudad octogonal separada en fracciones. Cada una de estar fracciones contiene una parte fundamental de la ciudad (vivi...