Capítulo 30

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Me he roto del todo. Es una sensación rara que me recorre. El mundo ya no parece de verdad. Es como si estuviera tras un velo oscuro. No duele. No siento nada. Mi cerebro permanece embotado y protegido. Y lo prefiero, mientras voy dando traspiés detrás de Trevor, que tira de mi brazo sujetándome con fuerza, prefiero no sentir nada. Es muy agradable. O no. Pero al menos no duele.

Sin embargo, me caigo. Camina demasiado rápido para mí y me tropiezo con la vía (la idea de electrocutarme de pronto suena atractiva). Coloco las manos para sujetarme y veo una rata. Está muerta, como si le hubieran arrancado la cabeza de un mordisco. Y me devuelve a la vida real de golpe. Me arrastro hacia atrás para apartarme, pero Trevor me sujeta el pelo y me obliga a levantarme.

Hace rato que hemos pasado la parada de metro por la que hemos entrado. Estaba extrañamente en calma. He tardado en entender que no se oía a los zombis ni el ruido metálico que hemos dejado atrás al saltar antes.

―¿Por qué los has disparado? ―pregunto con la voz quebrada por el llanto.

―Ya te lo he dicho. Me estorbaban.

―¿Para qué? ¿Quién eres? ¿Qué te ha pasado, Trevor?

Me mira un momento. La linterna de Dylan sigue entre sus manos, iluminándonos perfectamente. Ni siquiera sé dónde quiere ir y, por más que trato de descubrir si me importa o no, no lo sé. Preferiría que me pegase un tiro como a Dylan y Jordan sin más y acabar con esto. ¿Qué esperanza tengo de sobrevivir si ellos son más fuertes que yo y han muerto?

―Soy yo. ―Se encoge de hombros, pero me mira con una sonrisa triste que sí que me recuerda un poco a ese viejo Trevor que conocí―. Lo que os conté es verdad. Me dispararon. Solo que los que me salvaron... No fueron humanos. Bueno, sí lo fueron, pero antes de esto. ―Deja escapar una risilla que me pone los pelos de punta―. Fueron los marcadores...

―¡¿Esos seres sin ojos?! ―grito, sin poderme controlar. Pone mala cara, como si le hubiera ofendido.

―Sí. Y cuando desperté me di cuenta de que era diferente. No sé si estar a punto de morir despertó algo latente en mí, o algo parecido. Pero podía oírlos... No, no, no. Esa no es palabra correcta. Puedo verlo todo. Todo lo que ven los zombis, lo veo en mi cabeza. Los primeros días creí que iba a volverme loco. ―Suelta otra risilla.

―Te has vuelto loco. ―Me veo en la obligación de señalárselo.

―Claro que no, Leslie. Sigo siendo yo. El mismo Trevor con el que ibas al parque, con el que te besabas, al que querías. Solo que soy mejor. Ahora lo sé todo. Sé que tu amigo Dylan sigue vivo, por ejemplo. Se ha topado con unos obreros, así que puedo verle. Le he dado en el hombro. ―Pone mala cara, como si fuera un fastidio.

―Oh, Dios. ¡¿Te refieres a zombis?! ―pregunto horrorizada, creo que he llegado a la conclusión por el tono con el que lo ha dicho.

―Sí, no les gusta ese nombre... No digo a los obreros, a ellos les da igual, ya están muertos, movidos por impulsos. Pero a los marcadores, no les gusta que les llamemos zombis. Es ofensivo.

―Se te ha ido la pinza, Trevor.

―¡No!

Me sujeta del brazo y me mira muy cerca. Parece tan furioso... Y por un segundo de verdad veo a mi novio, al que quería con todo mi corazón, del que estaba tan enamorada que pensé que merecía la pena quedarse en esta ciudad de mierda por estar con él. Me pregunto si de verdad seguirá ahí dentro, en algún lugar.

―Trev, podemos salir de aquí, de esta ciudad, juntos... ―le digo, tratando de usar un tono amable.

―Siempre has deseado huir, Leslie, pero este es tu lugar. Y el mío. Ahora lo entiendo. Yo soy él. Y él es yo.

La Contención - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora