Me muero de hambre.
Cuando la puerta se abre y el delicioso aroma a comida invade la sala peleo contra las cuerdas que me atan a la camilla. Tengo hambre.
Lanzo una dentellada. Hambre. Solo puedo pensar en comer, pero no puedo moverme más que unos milímetros.
Un peso en mi hombro aumenta la necesidad. El hambre, que me quema la garganta y el centro del pecho. Gimo. Necesito comer. Lo necesito más que nada en el mundo. No recuerdo la última vez que llené mi boca y mi estómago.
Entonces el aroma se hace más intenso, más delicioso y algo cae entre mis labios. Me cuesta ver, el mundo parece oculto tras una neblina blancuzca, pero me da igual, solo sé que algo llena mi boca y mastico. La carne es dura y correosa, pero tengo tanta hambre que ni siquiera lo pienso. Solo mastico.
―¿Doctora Serra? ―Una voz me distrae brevemente de la comida, luego otro pedazo de carne cae entre mis dientes y vuelvo a masticar ansioso.
―Capitán. ―Una mujer responde con tono hosco, como si le molestase la interrupción. Oigo pasos, pero ya solo veo rojo. Tengo tanta hambre aún.
―¿Está alimentando a esa cosa? ―pregunta la voz masculina que ha hablado primero.
―Es carne sintética. Pensé que quizá existiera otra forma de alimentarlos. De mantener su cordura. Fue de los primeros en convertirse y no ha perdido la razón del todo, a diferencia de los que se alimentan con carne. Ni siquiera está conectado al paciente original.
―Es enfermizo ―asegura el hombre, con asco en la voz.
Me da igual, solo mastico cuando un nuevo pedazo de carne cae entre mis dientes.
―¿Por qué no se ocupa de su trabajo, capitán? Yo me encargaré del mío. ¿Ha dado con el paciente original?
―No.
―¿Y su hombre disidente? ―insiste la voz femenina, con tono de hartazgo.
―Tiene dificultades para acercarse. No debimos confiar en que lo atraparía. Si no hubiéramos retirado la alarma la primera vez...
―Lo hecho, hecho está ―zanja la mujer, con tono cansado y un suspiro―. Tenemos lo que tenemos, y debemos trabajar con ello.
―¿Con chavales de instituto comiendo carne sintética? Pues menudo consuelo ―se burla él con maldad. Trato de pensar en mí, en sus palabras, pero no sé quién soy, salvo hambre. Tengo hambre―. Es repugnante, doctora Serra.
El hambre vuelve a ser horrible. Me muevo contra la camilla en busca de más trozos de comida. Me muero de hambre. Alguien más entra en la sala, huele deliciosamente bien.
―Dale más comida ―le ordena la mujer de antes al recién llegado. Es una forma borrosa entre la neblina de mi vista. Un punto rojizo que huele demasiado bien.
Sí, comida... Trato de hablar, de pedir más, pero mi voz solo es un gemido ahogado. Me retuerzo contra las ataduras justo cuando un pedazo de carne entra en mi boca, pero no es suficiente. Necesito más. Y más. Y huele tan bien...
Creo que la nueva persona esperaba que me conformase con la carne, pero me muevo y muerdo. Su piel es dura, pero deliciosa. Aprieto con todas mis fuerzas. El líquido caliente llena mis labios. Oigo gritos, pero me da igual.
Hambre. El hambre desaparece por primera vez.
Luego un crujido metálico. Y, por último, un estruendo ensordecedor.
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La Contención - *COMPLETA* ☑️
Science FictionLeslie vive en la Contención «la ciudad donde nunca pasa nada» hasta que suena una alarma y todo cambia. *** La Contención es una ciudad octogonal separada en fracciones. Cada una de estar fracciones contiene una parte fundamental de la ciudad (vivi...