Capítulo 24

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Una semana después

Miro la puerta metálica cerrada con un dolor sordo en algún punto entre los ojos. Luego desvío la vista hacia mi brazo. Una semana (y las pastillas que Jordan me pasó) han bastado para que mis heridas casi estén curadas. Aun así, he asumido que nunca podré volver a mover el meñique y el anular de la mano izquierda. Al menos los otros tres dedos se han salvado. Y, ¿quién necesita cinco dedos?

No puedo evitar mirarlos como si así fuera a hacer que se moviesen mágicamente. Los llevo enrollados con esparadrapo, porque me resulta más fácil mirarlos así. Es muy desconcertante pensar que no podré volver a moverlos jamás. Que nunca responderán a mis órdenes. Que se seguirán curvando poco a poco y se convertirán en un estorbo inútil. Así que el esparadrapo también evita eso, de alguna manera. Están estirados por él y no los veo curvarse.

Cojo aire despacio para pasar la ansiedad, como he aprendido a hacer en la última semana, y vuelvo a mirar la puerta metálica con el ceño fruncido.

Dylan no ha salido desde aquella noche. La noche que Alix murió. Zero prácticamente le arrastró a la fuerza hasta aquí. Me consuela saber que al menos se esforzó por salvarme de los tiros. Y luego, una vez que comprobó que yo estaba bien (o todo lo bien que podía estar con lo sucedido), quiso volver al estadio para acabar con los militares.

No, para acabar con los militares no. Debía ver que era imposible que él solo pudiera contra el ejército. Así que Zero le arrastró hasta aquí, casi en volandas. Dylan es grande, pero Zero lo es mucho más.

Cuando llegamos de vuelta al bar subterráneo, Dylan miró a Jota con la cara pálida y llena de desesperación, pero sin lágrimas. Le dijo que Alix estaba muerta, cogió una botella de alcohol y se encerró en ese pequeño almacén tras la barra. Y ahí sigue.

Ha salido un par de veces. Una que discutió con el jefe a voces, porque quería irse a matar soldados y este le prohibió salir. Incluso le quitó la pistola y el machete. Dylan gritó, rompió botellas y volvió a encerrarse en el almacén. Otra vez trató de largarse. Fue la propia Jota la que le arreó un puñetazo entonces, con todas sus fuerzas, directo a la mandíbula. Ella le gritó que no fuera estúpido, y que no iba a permitirle que le arrebatase lo poco que le quedaba de familia. No sé si le caló el mensaje, pero no ha vuelto a salir. Espero que ahí dentro haya baño.

―No saldrá ―murmura Jota, apoyándose a mi lado en la barra.

No tengo muy claro cómo lleva ella la muerte de su hermana teniendo en cuenta que nos capturó con intención de recuperarla. Desaparece fuera muchas horas, con Olivia. Y dudo que estén patrullando, pero me da igual. Mi amiga me dijo hace unos días que solo quería disfrutar de lo poco que nos quedaba de vida. Y me parece una actitud más sana que la de Dylan, así que no se lo discuto.

Yo también he estado fuera, con Andrew, Jordan y Zero, sobre todo. Patrullamos, buscamos recursos y, lo principal, una forma de salir de aquí. Hemos comprobado las puertas de las murallas y hemos descubierto una abierta, pero no nos atrevemos a explorar. Cruzarla será avanzar y no quiero hacerlo sin Dylan. No le dejaré atrás, porque él no me dejó atrás cuando yo me paré.

―¿Y qué hago? ―le pregunto.

Estoy tan desesperada que me vale su consejo, aunque no tengo claro que nos llevemos bien. Tras el encierro de Dylan fui yo la que tuve que explicarles, aún mareada por la pérdida de sangre y el dolor de las heridas, lo que había visto en aquel lugar. Y no fue nada agradable tener que hacerlo. No me atreví a decir que Alix se había suicidado, o que Dylan la había matado. No estoy segura de la verdad, así que prefiero no exponerlo. Solo dije que estaba muerta cuando llegué. En cualquier caso, creo que Jota me culpa de cierta forma de que su hermana esté muerta. No sé si por darles la noticia o porque Dylan me salvó a mí y no a ella. Tampoco me importa el motivo.

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