Capítulo 21

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Huele tan mal que si Dylan no tirase de mi brazo vomitaría. Creo que Olivia hace algo parecido por Andrew y Maddison, que vienen tras nosotros. Piso algo húmedo y pegajoso, que no me atrevo a mirar, y una arcada me recorre quemándome desde el estómago.

―No respires ―me ordena Dylan con un gruñido.

Una rata chilla justo delante de nosotros cuando su linterna la alumbra y sale corriendo. ¡¿Qué no respire?! Eso no va a impedir... todo lo demás. Aun así, cruzo el brazo libre delante de la nariz y la boca y me esfuerzo por no respirar de verdad. O por filtrar el aire lo justo a través de la sudadera.

Aún no me creo que hayamos salido del Edificio Rojo. Ni siquiera me atrevo a mirar sobre mi hombro a ver si los militares vienen tras nosotros. Oigo el chapoteo de los pasos de mis amigos, y con eso me vale.

Después de que los soldados golpeasen por primera vez la puerta de la diminuta salita, que sorpresivamente aguantó en su lugar sin reventarse como esperaba, Dylan tiró de nosotros para arrastrarnos por una puerta oculta en la pared hasta un pasillo largo y estrecho acabado en una zona ligeramente más ancha con un agujero circular apestoso en ella. Ahora entiendo por qué en esa sala dónde estábamos siempre hay una luz encendida. Tienen un agujero que lleva directo a las alcantarillas. Y en el que Dylan nos ha hecho saltar.

Al hacerlo, tras él, que me ha sujetado de la cintura al caer, se me han hundido las piernas hasta las rodillas en desperdicios y agua sucia.

Jamás en la vida me he planteado cómo eran las alcantarillas de la Contención. Tampoco tendré que planteármelo nunca a partir de ahora, porque ya lo sé: apestosas, oscuras, repugnantes y extrañamente grandes. Es decir, cabemos sin problemas de pie, incluso Dylan que es el más alto del grupo con diferencia. Creo que hasta Zero podría ir de pie sin chocarse con el techo. En el centro discurre el río apestoso cargado de trozos de papel higiénico, plásticos, huesos (espero que de animales) y agua muy cuestionable. Y, a ambos lados, hay caminos de cemento. También están sucios y de vez en cuando nos topamos con una compresa, un condón u otras cosas repugnantes, pero al menos no vamos sumergidos en la pestilencia.

Caminamos en la misma dirección que va el agua. Supongo que Dylan tiene la esperanza de que de verdad desemboque fuera de la ciudad. Yo tengo esa esperanza.

―¿Y los demás? ―pregunta Olivia tras un buen rato caminando, iluminados solo por la linterna de Dylan.

―Hay más salidas del edificio, saldrán ―responde él, pero le tiembla ligerísimamente la voz y sé que está preocupado por sus amigos.

―¿Y luego? ¿Cómo los encontraremos? ―insiste Olivia.

―¿No eres tú la que ve el futuro? ―le dice Maddison burlona.

Sé que está molesta por ir por este lugar. Seguramente piense que en su casa estaría a salvo. No les he contado lo que he visto y la imagen de mi madre, en el asfalto, sangrando, me hace parar con brusquedad.

―Yo no veo el futuro, solo sé cosas ―murmura Olivia muy bajito―. ¿Estás bien, Leslie?

Dylan me ha dejado pararme y hasta que mi amiga no se planta delante de mí y me mueve un poco la cara, sujetándome con sus dedos helados, no me doy cuenta de que de verdad estoy parada en medio de las alcantarillas. Dylan nos alumbra con la linterna y me deja ciega un instante. Parpadeo y agacho la cabeza para evitarlo.

―No podemos parar ―nos dice Dylan―. Tenemos un lugar seguro, en la fracción de ocio. Iremos allí y nos reagruparemos. Todos estarán bien, pero no...

Una especie de rugido a nuestra espalda interrumpe lo que Dylan está diciendo. Alza la luz, yo me giro, unas sombras alargadas a nuestra espalda parecen crecer. Ni siquiera veo qué las produce, aunque no lo entiendo del todo. Deben llevar su propia luz. Esta vez es Olivia la que tira de mí con fuerza y salimos corriendo. Dylan se queda el último, corre también. La linterna nos ilumina un segundo sí y uno no, siguiendo el movimiento de su mano. Andrew y Maddison corren delante de nosotras.

La Contención - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora