―Aquí no hay nadie que pueda ayudarte ―me dice el tipo―. Si haces ruido, te mataré. ¿Me entiendes?
No he dejado de asentir y él aparta un poco el cuchillo de mí, como si temiera que fuera a cortarme sola. No lo descartaría. Me tiemblan las rodillas. Jamás en la vida me han intentado atacar, ni robar, ni nada parecido.
La Contención tendrá sus mierdas, pero tenemos una tasa criminal casi nula. Una vez, hace un par de años, entraron en la farmacia para robar los estupefacientes. Lo hicieron durante la noche. No atacaron a nadie, solo rompieron cosas. Costó más el arreglo que lo robado. Supongo que este hombre está aprovechando la oportunidad que le brinda la alerta roja y el encierro en casa para robar. Eso pasaba en la película que hemos visto, aunque con mucho más caos.
―Si gritas, traerás aquí a los militares, pensarán que estás conmigo y te matarán. Deja de asentir, joder, parece que te está dando algo. ―Su tono borde me hace parar de inmediato. Asustada.
¿Cómo no me va a estar dando algo si me está amenazando? ¡Me está dando todo a la vez! Ojalá hubiera sido la rata fugada del laboratorio y no un yonqui con un cuchillo. Voy a desmayarme. Nunca me he desmayado, pero voy a descubrir cómo es. A ver cómo me río luego de Bradley por desmayarse al ver sangre.
―Voy a soltarte la boca ―me dice despacio.
Esta vez no me pide confirmación, porque claro, no querrá que entre en pánico de nuevo. Tengo una noticia para él. ¡Sigo en pánico! Aparta un poco la mano de mi boca y yo voy a gritar con todas mis fuerzas. No sé qué espero. El almacén es grueso. La farmacia es el único edificio en la manzana. A nuestro lado hay un parque y los siguientes edificios están al otro lado de la carretera. Pero no pienso en nada de eso. Solo quiero gritar, para aliviar el miedo de mi pecho. Me vuelve a cubrir la boca al darse cuenta de mi intención.
―Joder, tía ―se queja con dolor en la voz―. Que no voy a hacerte nada, mira.
Mi vista se ha acostumbrado algo a la oscuridad, no sé si por el tiempo en el almacén o por las lágrimas que han aclarado mis ojos. En cualquier caso, veo perfectamente como aparta el cuchillo de nosotros, extendiendo su brazo hacia delante. Algo oscuro empapa su brazo y tardo en darme cuenta de que es sangre. Me pego de forma inconsciente contra su pecho, que está apoyado en mi espalda. Mi cabeza llega a su barbilla. Es alto y fuerte. No logro tranquilizarme, aunque cuando me pide con tono bajo que estire la mano lo hago. Le da la vuelta al cuchillo y lo acerca a mi mano por la empuñadura. No entiendo qué hace, pero lo sujeto por inercia, no porque mi cuerpo me responda.
―Ya está, ¿ves? No voy a hacer daño, pero no grites, porque si vienen los militares estaremos jodidos los dos. ¿De acuerdo?
Asiento algo más tranquila. Aunque no es que sujetar el enorme cuchillo (mucho más grande que cualquiera que podamos tener en casa), me tranquilice ni un poco. Aparta de nuevo la mano de mi boca y esta vez no grito, me giro hacia él, que se aparta a toda velocidad como si temiera que fuera a pincharle. Suelto el cuchillo, que hace mucho ruido contra el suelo. Me chista, pero no hace intento de recogerlo.
―Mira, si quieres drogas, no tienes que romper nada ―le digo nerviosa―. Yo te daré lo que quieras. Nos saldrá mucho mejor económicamente.
―¿De qué hablas? ―pregunta.
Apenas logro ver su silueta oscura y su pelo revuelto en la oscuridad del almacén, pero detecto de nuevo el dolor en su voz. Aprieta los dientes para hablar. Me compadezco un poco de él, quizá está con el mono.
―Los estupefacientes. No es la primera vez que un... uno de los tuyos entra a robar.
―¿Uno de los míos?
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La Contención - *COMPLETA* ☑️
Science FictionLeslie vive en la Contención «la ciudad donde nunca pasa nada» hasta que suena una alarma y todo cambia. *** La Contención es una ciudad octogonal separada en fracciones. Cada una de estar fracciones contiene una parte fundamental de la ciudad (vivi...