Capítulo 20

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Ni siquiera sé bien cuándo hemos vuelto al Edificio Rojo. Solo estoy aquí, en un dormitorio que pertenece a alguien. Seguramente a Dylan. Nadie entra, nadie me molesta. Me he aovillado en la cama y lloro contra la almohada hasta quedarme seca. No puedo cerrar los ojos, ni siquiera parpadeo si puedo evitarlo. Lloro. Y lloro mucho más.

No recuerdo el camino de vuelta y apenas soy consciente de que me han tomado la temperatura al entrar, de que Dylan ha explicado lo sucedido. No recuerdo que he dicho a Olivia, Andrew y Maddison cuando me he cruzado con ellos y no sé cómo he salido de esa situación. Mi mente va a saltos, defectuosa, horrible. Solo veo sangre y muerte, zombis, a mis seres queridos desangrándose en la acera.

Trato de parar de llorar, pero es que de pronto todo lo que está pasando es real y tengo miedo. La Contención es la ciudad donde nunca pasa nada, o eso se supone. Y que nos encierren en casa y se lleven a nuestros familiares con excusas malas parece algo grave, pero ver cómo masacran a la gente que conozco... Ahora estoy segura de que mi padre y mi hermano también están muertos. Y seguramente Trevor, Keanu, Simon, Thiago... Toda la gente que conozco. Toda la gente que quiero.

La puerta se abre con brusquedad y casi lo agradezco, porque me sorprende lo suficiente para cortarme el llanto un momento. Es Jota. Recorre la habitación, iluminada apenas por la luz de una pequeña lamparita a pilas y para en mí.

―¿Y Dylan?

Me encojo de hombros. Me ha dejado aquí, no tengo ni idea de dónde está. Quizá me lo haya dicho, pero no lo recuerdo.

Jota da un paso para salir de nuevo de la habitación, pero vuelve enseguida y cierra con fuerza. Ni siquiera hago intento de sentarme. He perdido las ganas de esforzarme. Parece suficiente belicosa como para quererme muerta. Y yo no puedo luchar.

―Liv me ha dicho lo de tu madre. Lo siento.

―¿Liv? ―De nuevo la sorpresa sustituye la autocompasión un momento.

Jota se encoge de hombros, como si el mote que ha sonado cariñoso entre sus labios rudos y marcados con un pintalabios casi negro fuera de lo más normal. Se acuclilla delante de mí, para quedar a mi altura y sus ojos, que me parecen duros, se clavan en los míos.

―Si no te queda nada por lo que luchar, es mejor que te pegues un tiro, o arrastrarás al resto contigo a la muerte. Dylan no te dejará atrás, no sabe dejar a nadie. Y si frena para que le alcances...

Sus palabras son duras y duelen, pero supongo que lleva razón de alguna manera. También me alegro de que no trate de endulzarlo, que sea sincera. Es una cabrona, pero me alegro de que no trate de fingir que es mi amiga. Es amiga de Dylan, y le preocupa que por mi culpa salga herido. Si yo estuviera en su lugar, seguramente no sería tan gilipollas, pero quizá me hubiera visto en la obligación de decir algo similar.

―Casi todos los que conozco probablemente estén muertos ―le digo, con una nueva avalancha de lágrimas ahogándome.

―La venganza es un buen motivo por el que vivir. En esta ciudad nos han tratado como conejillos de indias, como ratas de laboratorio. No quedarán impunes. Les haremos pagar. Acabaremos con ellos. ¿Te parece suficiente motivo para luchar?

―No soy... así. Solo... soy una adolescente normal. O lo era.

―Lo eras. Como todos. Yo también lo fui. Y luego me tuvieron un año encerrada, pinchándome a saber qué mierda cada día, torturándome para ver los resultados de sus experimentos desquiciantes... Y ya no podré ser normal nunca más. Como tú. Pero podemos evitar que hagan esto a más gente. Podemos salvar a los que tienen en el laboratorio ahora. Podemos luchar. Podemos ser diferentes. No tenemos por qué rendirnos, ni ser peores. Ganaremos. Y necesitamos toda la ayuda posible. Pero para ayudar hay que correr, si te paras, entonces párate del todo, sin arrastrar a nadie más contigo.

La Contención - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora